Javier Valle Riestra

País de anarquía

Por la proliferación indiscriminada de nuevos partidos políticos

País de anarquía
Javier Valle Riestra
01 de marzo del 2024


I

Efectivamente, el título no es demagógico ni alarmista; no pretendemos jactarnos de visionarios y de calificar al Perú con lo que es realmente hoy. Un país que se subdivide en una serie de partidos sin liderato ni ideología, por eso, es que va a venir lo que ya anuncié en muchos artículos anteriores: la anarquía. Estemos alerta porque se enfrentarán dos fuerzas (i) la reaccionaria militarista –aliada con burgueses oligarquizados que será la parte contraria— versus (ii) los demócratas; en dos palabras esa es la guerra civil, como las hubo a lo largo del siglo XIX, civilistas, periolistas, en que la única estabilidad la dio un hombre de ultraderecha con su Partido Civil, Manuel Pardo y Lavalle. Un hombre probo asesinado por un sargentón hediondo (Melchor Montoya) en las puertas del Senado al que estaba ingresando don Manuel, después de haber sido popular y extraordinario Jefe de Estado (1872-1876); desgraciadamente, su civilismo precoz se pulverizó al llegar al poder los rivales de siempre, los demócratas, de los que soy partidario porque allí está Nicolás de Piérola que, si bien ejerció un gobierno de facto durante la guerra con Chile, después de ese fracaso internacional postuló a la jefatura de Estado desplazando para siempre a los caceristas. Los años posteriores a la elección constitucional de don Nicolás de Piérola (1895-1899) fueron sucedidos por sus rivales, como López de Romaña, civilista de derecha extrema ultramontana. Desde 1900 a 1931 fueron años pacíficos, hasta que llegó el infausto golpe anarquizante del canallita Luis Miguel Sánchez Cerro. No había autoridad. Había anarquía y el APRA desde abajo apuntalaba la idea de “pan y libertad” con la autoridad popular detrás. Se resumía su pensamiento en Solo el Aprismo Salvará al Perú y como doctrina la de pan y libertad.


II

El inminente caos se está gestando con la proliferación indiscriminada de 11 nuevos partidos políticos a los que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) estaría otorgando su inscripción, sumándose a los 25 partidos ya registrados, con lo cual en las próximas elecciones tendremos 36 candidatos presidenciales –salvo que se formen alianzas—. Será un pandemónium para el elector cuando tenga frente así planchas presidenciales y listas congresales interminables. Esto es una demostración del hartazgo que siente el pueblo ante sus actuales autoridades elegidas: Buscan un cambio, algo diferente. En una reciente encuesta el rechazo es unánime al Congreso y a los demás poderes e instituciones públicas. Los que detentan el poder se olvidan que debe existir un peso y contrapeso entre el Ejecutivo, Legislativo y Judicial. En Latinoamérica predomina el régimen presidencialista, pero con separación de los tres poderes. Esa doctrina política fue divulgada por Montesquieu, de interdependencia y coordinación, decía: 

“En todo Estado hay tres clases de Poderes; la potencia legislativa, la potencia de las cosas que dependen del Derecho de gentes, y la potencia ejecutiva que depende del Derecho Civil (…) Cuando en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistrados se reúnen la potencia legislativa y la ejecutiva, no hay libertad, porque se puede temer que el Monarca o el Senado hagan leyes para ejecutarlas tiránicamente. Tampoco hay libertad si el poder de juzgar no está separado del legislativo y del ejecutivo (…) se tendría un juez legislador o un juez opresor. Todo estaría perdido. La virtud misma necesita limites… para que no se abuse es preciso que el Poder detenga el Poder.”


III

Estamos próximos a saber si el actual Congreso ratifica o no el bicameralismo, por eso debemos evaluar las tesis en que se sustenta el unicameralismo versus el bicameralismo. En la teoría una sola Cámara se precia de celeridad, menor presupuesto, mayor exposición de democracia real con renovación de intereses políticos y económicos (que no representan a todos), trabajo técnico y especializado (solo en grandes democracias, aquí es al revés). Mientras la doctrina del bicameralismo se basa en una mayor capacidad de reflexión, madurez en la actividad parlamentaria, una de las cámaras ofrece imaginación y entusiasmo, la otra muestra experiencia y razonamiento prudente, su experiencia mejora la técnica legislativa. En esa indecisión, el abate Emmanuel Sieyés en su obra “¿Qué es el tercer Estado?”, decía: “Si ambas cámaras están de acuerdo, una de ellas no tiene razón de ser; si están en desacuerdo, una de ellas no representa la voluntad popular (…) La voluntad del pueblo no puede tener al mismo tiempo dos voluntades sobre un mismo asunto.”

Javier Valle Riestra
01 de marzo del 2024

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