Guillermo Vidalón

¿Nos gobierna la izquierda?

Las elecciones de abril son la oportunidad para el cambio

¿Nos gobierna la izquierda?
Guillermo Vidalón
09 de febrero del 2021


Los procesos electorales generales marcan un hito en la historia de los países. Por un lado, representan la consolidación de la democracia, porque la ciudadanía tiene la oportunidad de elegir a sus gobernantes; pero por el otro, pueden significar la permanencia en el poder de quienes no han sido capaces de promover el crecimiento y la generación de bienestar para la población.

La historia reciente nos demuestra que la política ha sido copada por incapaces, corruptos e ideologizados. Incapaces porque en lugar de aprovechar las oportunidades que brinda la economía mundial, siempre actuaron a contracorriente. Ollanta Humala recibió un país que crecía a un ritmo de 8% anual, reduciendo significativamente la pobreza, para entregarlo con un Producto Bruto Interno que se expandía en 4%. La justificación fue que el ciclo de los precios altos de los metales había llegado a su fin; ergo, el país depende del exterior y no de las decisiones de política interna. Ciertamente, una justificación que caracteriza a los mediocres. En adición, todo indica que estuvo vinculado a la corrupción.

Los ideologizados. La izquierda en el Perú ha demostrado ser sagaz para auparse al poder. Lo hizo Verónika Mendoza cuando llenaba las agendas de la ex primera dama Nadine Heredia. También lo hizo Marco Arana, quien no tuvo reparos para emplear el púlpito y desde allí organizar el empobrecimiento de la región Cajamarca. La ética y los principios morales, en el primer caso, resultaron insuficientes para denunciar que había indicios clarísimos de corrupción; en el otro caso, era obvio que no debía utilizar los hábitos para soliviantar a la población.

Los liderazgos de la izquierda en el Perú tienen una historia marcada por la corrupción, la incompetencia y la ideologización. Las excepciones ciertamente han sido muy pocas como para andar señalando a las opciones políticas. Empero, no se trata de hacer un pacto de silencio, como bien denunciaba Gonzalez Prada; se trata de informar a la ciudadanía para que no se deje encandilar nuevamente por los cantos de sirena. 

En 1990 la izquierda apoyó la candidatura de Alberto Fujimori frente al nobel Vargas Llosa; luego despotricó contra él. En el 2000, apoyó a Alejandro Toledo frente a Alan García. En el 2006 apoyó a un Humala al servicio de Hugo Chávez. En el 2011 gobernó con Humala, y tuvieron a Susana Villarán en la Municipalidad Provincial de Lima, gracias a cuya gestión y a quienes defienden la inviolabilidad de contratos surgidos en base a la corrupción, estamos pagando el enriquecimiento de quien no fue capaz de lograr dichos recursos trabajando en el sector privado.

En 2016, 2018 y 2021 pasamos de PPK a Vizcarra, y de este –salvo la semana de Manuel Merino– a Francisco Sagasti, quien encabeza el Gobierno de Transición. A pesar del soporte mediático de la prensa contratada por el Gobierno, la aprobación a su gestión registra la mayor caída de la historia para un presidente en tan solo dos meses de Gobierno. Si hay corrupción, la ciudadanía considera que no debe otorgarle su respaldo, y que su presencia en Palacio no es un tema meramente coyuntural, sino una responsabilidad que la representación nacional le ha conferido para corregir aquello que no hicieron sus antecesores.

La izquierda ideologizada está conforme con las decisiones del Gobierno porque las medidas tomadas coinciden con sus objetivos: empobrecer a la población, tal como lo ha hecho en Venezuela, dejarla exhausta para que dependa de los enquistados en el poder.

Las elecciones de abril son la oportunidad para el cambio, para consolidar el emprendimiento del capitalismo popular expresado en las miles de pequeñas y medianas empresas. Y también para fortalecer a las locomotoras que jalan a los vagones hacia el desarrollo. Sin grandes empresarios dispuestos a competir, la visión de largo plazo se convierte en una quimera inalcanzable y en otra oportunidad para que las múltiples candidaturas de las izquierdas, poco aptas y deshonestas, se vuelvan a hacer del poder.

Afortunadamente, han surgido candidaturas que optan por el desarrollo de manera decidida: Hernando de Soto con su conocimiento y Rafael López Aliaga con su experiencia y convicción para generar emprendimientos exitosos. Ojalá que cualquiera de los dos alcance la meta que se ha propuesto. O que tengan la humildad suficiente de declinar a favor del otro, si la circunstancia así lo amerita.

Guillermo Vidalón
09 de febrero del 2021

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