Luis Enrique Cam
Fermín Tangüis: empresario, científico y agricultor
El algodón Tangüis es conocido como el "oro blanco" del Perú

El pasado 29 de marzo se celebró en el distrito de Independencia, en la provincia de Pisco, el Día del Algodón Tangüis, una fecha instituida en honor al natalicio de Fermín Tangüis Uncal, creador de esta excepcional variedad de algodón. Resulta conmovedor ver cómo los escolares de la localidad declaman poesías y entonan cantos en homenaje a este insigne personaje que dejó una huella imborrable en la historia del Perú.
Fermín Tangüis fue uno de tantos migrantes que llegaron al Perú y, con esfuerzo y dedicación, hicieron suya esta tierra. Su espíritu emprendedor y su laboriosa investigación permitieron dar una solución innovadora a la crisis que había devastado la agricultura algodonera en el país. Para comprender mejor su legado, repasemos su trayectoria.
Nacido el 29 de marzo de 1851 en San Juan de Puerto Rico, por entonces una provincia de ultramar de España, Fermín Tangüis era hijo de Enrique Tangüis, de origen francés, y Justa Uncal, puertorriqueña. Cursó sus primeros estudios en la capital de su isla natal y luego se trasladó a La Habana, Cuba, con el propósito de iniciar estudios universitarios. Sin embargo, la Guerra de los Diez Años (1868-1878) truncó sus planes académicos y lo llevó a buscar nuevos horizontes.
En 1873, con tan solo 22 años, arribó al Callao. En Lima, comenzó a trabajar como contador en la prestigiosa Casa Mercantil Bianchi. Su talento y disciplina lo hicieron destacar, lo que le valió ser contratado como contador en la mina Santa Inés, en la agreste provincia de Castrovirreyna, Huancavelica, conocida por su severo clima como la "Siberia de los Andes". Con el tiempo, Tangüis llegó a considerar al Perú su patria adoptiva.
La guerra con Chile interrumpió su vida cotidiana. Durante la ocupación, el ejército invasor saqueó las minas de Huancavelica, pero Tangüis, con audacia y valentía, logró ocultar las barras de plata y trasladarlas a salvo, a lomo de mula, hasta la estación ferroviaria de Matucana, donde fueron enviadas a un convoy que esperaba su llegada. El precio de este valioso metal fue empleado en la defensa del Perú.
Finalizada la guerra, en julio de 1884, Tangüis contrajo matrimonio con Isabel Novoa, originaria de Cajamarca, con quien tuvo siete hijos. Buscando un entorno más favorable para su familia, se trasladó a Pisco, donde adquirió la hacienda Urrutia, en el valle del Cóndor. Allí comenzó a cultivar algodón, un producto en auge en aquella época.
Sin embargo, la agricultura algodonera enfrentaba una crisis debido a la aparición del "decaimiento", una enfermedad causada por el hongo Cotton Wilt, que debilitaba las plantas hasta su muerte. Lejos de rendirse, Tangüis ideó un método innovador: recorrió los campos afectados en busca de plantas que hubiesen resistido la plaga. Tras recolectar sus semillas, llevó a cabo una rigurosa experimentación, sembrando más de 40 variedades de algodón, entre ellas Egipto y Mitafifi.
Tras años de pruebas, logró desarrollar una variedad excepcionalmente resistente al hongo. Su fibra larga, blanca y de excelente calidad, además de su alto rendimiento, hicieron que el algodón Tangüis se convirtiera en un elemento fundamental para la recuperación de la industria textil peruana. En 1911, luego de una década de investigación, se confirmó la superioridad de su descubrimiento.
Las hilanderías prefirieron el algodón Tangüis porque su fibra gruesa y resistente evita la ruptura de los hilos. Además, su bajo requerimiento hídrico permitió su cultivo en zonas antes consideradas inviables para el algodón. En un gesto de admirable generosidad, Tangüis decidió no cobrar regalías por su descubrimiento y distribuyó gratuitamente las semillas entre los agricultores. "Señores, aquí tienen una variedad de algodón buena, resistente al decaimiento y de alta producción. Dispongan de ella como deseen", proclamó magnánimo.
El algodón Tangüis, también conocido como el "oro blanco" del Perú, se expandió por todos los valles costeros del país, impulsando la industria algodonera en la primera mitad del siglo XX. En 1916, Tangüis exportó el primer cargamento de su algodón a Inglaterra, donde recibió elogios de la industria textil por su alta calidad y rendimiento. Con el tiempo, se convirtió en uno de los productos estrella de las exportaciones peruanas.
Desde su hacienda en Pisco, Tangüis continuó perfeccionando su trabajo hasta el final de sus días. En reconocimiento a su invaluable aporte al país, el presidente Augusto B. Leguía lo condecoró con la Medalla de la Orden del Sol.
Fermín Tangüis falleció el 24 de agosto de 1932, a los 79 años. Sus restos descansan en el cementerio Presbítero Maestro. Hoy, su legado perdura como empresario, científico y agricultor generoso en una imponente estatua erigida en su honor en el Parque de la Reserva, testimonio perenne del impacto de su obra en la historia del Perú.
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