Javier Agreda
Niños del pájaro azul
Reseña crítica del nuevo libro de cuentos de Karina Pacheco
Con una extensa obra literaria, que abarca más de una docena de libros –desde La voluntad del molle (2006) hasta El año del viento (2021)–, Karina Pacheco (Cusco, 1969) se ha consolidado como una de las narradoras peruanas más importantes de la actualidad. Y si bien es más reconocida por sus novelas –El año del viento le valió obtener el Premio Nacional de Literatura 2022–, también ha desarrollado una interesante obra cuentística, con libros como Alma alga (2010), El sendero de los rayos (2013) y Lluvia (2018). A estos títulos se suma ahora Niños del pájaro azul (Alfaguara, 2024) , un conjunto de siete relatos ambientados en espacios marginales y, en cierto sentido, ajenos a la modernidad y sus leyes, en los que las leyes y la justicia casi no existen.
El cuento que da título al libro transcurre en un pequeño pueblo amazónico de un país sin nombre, sometido a una dictadura. Este lugar inhóspito, rodeado de cultivos ilegales y sumido en el abandono, es visitado periódicamente por el presidente en una avioneta, quien, en la soledad de una casa a orillas de una laguna, se reúne en secreto con autoridades locales y narcotraficantes. El personaje narrador, un militar destacado en esa zona y secretamente enemigo del régimen, observa estas reuniones y sospecha que en ellas ocurre algo siniestro, porque en ellas siempre hay un grupo de niños involucrados –“niños robados, engañados, cazados”– a los que nunca más se vuelve a ver.
Se trata evidentemente de una cruda denuncia de la explotación y abuso de los más indefensos, especialmente de los niños, quienes quedan invisibles en los márgenes de una sociedad corrupta e indiferente. Son temas que suelen estar presentes en la narrativa de Pacheco, pero se manifiestan de diferente manera en sus novelas y en sus cuentos. Mientras en sus novelas, temas como la opresión y la corrupción giran en torno a los conflictos internos de personajes femeninos; en sus cuentos, Pacheco recurre a elementos fantásticos o irreales, que aproximan los textos a lo mítico y simbólico. Lo que además les brinda a los textos una dimensión poética, resaltada por el minucioso trabajo del lenguaje.
En el cuento señalado, el elemento irreal es la presencia de una pareja de niños nativos de la zona, que aparecen repentinamente en el campo, en medio de la noche: “un par de niños-pájaros… parecían llegados desde el tiempo en que el mundo era solo bosque y agua”. Además los acompaña un pájaro que “aleteó su plumaje azul y respondió a la noche con su canto de tres gotas”. Los niños no tienen ninguna intervención en la trama, solo vinculan al cuento con los mitos locales y a la vez son un símbolo de la búsqueda de justicia. Y, por supuesto, una velada crítica a la civilización occidental, pues remiten a la pareja de niños de “El pájaro azul” (1908), del dramaturgo belga Maurice Maeterlinck, y su optimista búsqueda de la felicidad.
Los mejores cuentos de este libro son aquellos que logran fusionar los referentes reales y los elementos fantásticos, aquellos en que la denuncia emerge con fuerza pero sin perder los aspectos simbólicos. Como en “Trenzas de sirena”, que nos remite a un pueblo andino y cuenta la historia de la cantante Eda y el violinista Antenor, una pareja atrapada en una relación tóxica que culmina en un feminicidio. Tras su muerte, Eda se convierte en un símbolo de resistencia: los habitantes del pueblo creen que se ha transformado en una sirena que habita una caverna encantada, a la que acuden los músicos locales: “En su interior dejan reposar sus instrumentos para que el canto del agua afine sus cuerdas”. Aquí, el mito parte de la tragedia y le aporta un sentido de trascendencia que conecta a Eda con el imaginario mágico de su comunidad.
Los cuentos de Niños del pájaro azul confirman la vitalidad de la obra de Karina Pacheco, quien continúa experimentando con su narrativa breve para abordar temas tan complejos y delicados como el machismo, la violencia, la trata de personas y el abuso de poder, dotándolos de una dimensión simbólica profundamente ligada a nuestra identidad cultural. A través de estas historias, Pacheco nos lleva a territorios olvidados y, mediante la ficción literaria, brinda a las víctimas de estas injusticias una voz que trasciende su anonimato y resuena una fuerza poética y duradera.
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