Giovanna Priale

Mujeres y bajas pensiones: algunas hipótesis

Los mercados laborales son inequitativos para la mayoría de mujeres

Mujeres y bajas pensiones: algunas hipótesis
Giovanna Priale
16 de mayo del 2019

 

Si uno revisa las estadísticas del Informe Mundial de Desarrollo Humano, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), al 2018 las mujeres peruanas son las que presentan mayor presencia en el mercado laboral, en comparación con el resto de América Latina. El 63.4% de las mujeres peruanas forma parte de la Población Económicamente Activa (PEA). Nos siguen Brasil (59.4%), Colombia (55.8%) y Paraguay (55.7%). Y esto en contraste con la inversión en educación, pues son Cuba (74.3%) y Chile (73.3%) los países en los que se presentan las mejores tasas de toda Latinoamérica en la categoría “mujeres con educación superior a secundaria”.

Así, la mujer peruana, a pesar de que no alcanza los niveles de cobertura educativa de Chile y Cuba, es la que mayor participación presenta en el mercado laboral. Y en muchos casos debe asumir la jefatura de hogar porque se embaraza precozmente o termina realizando tareas para las que se encuentra sobre calificada. De esta manera, en promedio, la mujer peruana alcanza una remuneración inferior en 30% a la que obtienen los varones, a pesar de contar con similares competencias y habilidades para el trabajo.

A eso se añade que la actividad del hogar no es compartida, y es asumida principalmente por la mujer, muchas veces en situación de violencia física o sicológica. Según las estadísticas del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNPFA), “cada minuto una mujer es víctima de violencia física, y cada cuatro minutos de violencia sexual, por su compañero”.

En suma, podríamos afirmar que las mujeres peruanas trabajamos más, tenemos un sueldo menor (debido a la brecha de género y a que estamos un poco menos educadas que otras mujeres de América Latina) y en muchas ocasiones realizamos tareas en el hogar sin remuneración alguna. Y si somos jefes de hogar, enfrentamos situaciones de mayor vulnerabilidad, pues el grupo familiar a cargo nuestro solo cuenta con nosotras para solventar sus gastos.

Casos de estos puedo contar cientos. Y a estos también puedo añadir el grupo de mujeres que se divorciaron o quedaron viudas y que no trabajaban: mujeres que se vieron en la urgencia de empezar a generar ingresos porque sus esposos no contaban con algún sistema de protección, o simplemente no pudieron acceder a él. Hablamos tanto de las pensiones y poco sobre una realidad que sigue siendo invisible. Los mercados laborales son inequitativos para la gran mayoría de las mujeres, y eso es consecuencia de las costumbres de nuestra sociedad y de la ausencia de políticas públicas que se enfoquen en eliminar estas distorsiones.

Hace días que sigo a una mujer de la tercera edad que vende caramelos en San Isidro, en la calle Las Begonias. Viene en el Metropolitano, con una bolsa que contiene decenas de bolsitas con caramelos y una silla colgada en su cuello para sentarse a venderlas. La estoy buscando para decirle que la admiro con todo mi corazón porque es una guerrera que sigue luchando a pesar de las adversidades que le ha tocado vivir. Pero entonces, me indigno porque la política pública y nosotros como sociedad no deberíamos permitir que existen ancianos pobres, mucho menos mujeres que nos han dado todo mientras éramos niños.

Por eso me he propuesto que en esta discusión de reforma de pensiones se haga visible la urgencia de atender la demanda de las mujeres. Trabajamos duro, somos emprendedoras y luchadoras, y no queremos ser una carga para nadie. Solo queremos construir un futuro financiero planificado, y para eso necesitamos un mercado laboral equitativo. Esa es mi lucha y espero que sea la tuya.

 

Giovanna Priale
16 de mayo del 2019

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