Mujer, siempre mujer

Imposible no sentirse identificada con las denuncias que aparecen en los diarios y en redes, día a día, sobre feminicidios y violaciones de mujeres en todo el mundo. Yo, como muchas mujeres, he tenido miedo de tomar un taxi, de caminar en “zonas peligrosas”, de salir de noche. Y ahora siento miedo cada vez que mi hija está en la calle, estudiando o con sus amigos. Este miedo y el de muchas no es gratuito. Me han asaltado varias veces, caminando, manejando, embarazada; me han tirado al suelo y me han arrastrado por la calle para arrebatarme la cartera y me han encañonado en la oscuridad.

Las cosas parece que no han cambiado mucho en la calle pero lo cierto es que –de a pocos— sí vamos generando consciencia de que las mujeres merecemos respeto por nuestras competencias y nuestro esfuerzo. Hace unos pocos días, mi mamá de 89 añitos, me llamó por teléfono contenta porque acababan de elegir a la primera mujer presidente del Tribunal Constitucional, la magistrada Marianella Leonor Ledesma Narvaez. La emoción de su voz no tenía nada que ver con la postura política de la magistrada electa, sino con su satisfacción por estar viva para ver cómo las mujeres alcanzaban cargos hasta ahora solamente ocupados por hombres. Me conmovió profundamente su sentimiento. Sí somos buenas, muy buenas realmente. Y lo digo porque es así como debemos sentirnos. 

He visto jovencitas trabajando y estudiando para ayudar al sostenimiento de sus hermanos pequeños, compartiendo su tiempo, siendo solidarias, construyendo un ecosistema propositivo para sus hogares. He visto madres solteras liderando microempresas y aprendiendo de finanzas para administrar sus negocios y salir adelante; las he abrazado con todo mi respeto y admiración. He visto mujeres ancianas liderando grandes transformaciones aquí y en la India, pensando en cómo construir programas de protección social para atender población vulnerable.

He compartido, a lo largo de mi vida, las aulas con decenas de mujeres, como alumna y como profesora. Ser mujer requiere mucha fortaleza y valentía porque toca –a punta de esfuerzo, humildad y mucho trabajo– sacar adelante una familia. Ser esposa, madre, hermana, hija, tía y trabajadora. Y estar ahí presente porque el amor y compromiso que una mujer le pone a las cosas en las que realmente cree hace que lo imposible se vuelva posible.

Hoy quiero decirles que, a pesar de que los retos que enfrentamos son complejos, no estamos solas. Tenemos que seguir peleando por nuestros derechos, porque no es una moda, es una realidad. Y nosotras estamos aquí para que nuestras hijas puedan vivir en un mundo mucho más igualitario, en el que reciban los mismos sueldos que sus pares masculinos, las tareas del hogar se compartan y el cuidado de los hijos no esté solo a cargo de ellas.