Aldo Llanos
Marcha por la Vida, versión FestiVida 2022
Y nuestras “festividas” personales
Este sábado 26 de marzo, el colectivo Marcha por la Vida, nacido en el corazón de las multitudinarias marchas lideradas por el anterior arzobispo de Lima, llevará a cabo el FestiVida 2022, en el Parque Hispanoamericano (cuadra 10 de la avenida La Fontana, en el distrito de La Molina), para conmemorar los 20 años de vigencia de la Ley 27654, que reconoce la necesidad de proteger al niño por nacer. Se ha pensado ese espacio como un lugar para todos, en donde habrá juegos infantiles, zonas de comida y atención y consejería gratuita en temas de embarazo, maternidad y familia. Sin lugar a dudas, una celebración en la que la inmensa mayoría de peruanos está de acuerdo.
Pero también me alegra mucho como esta iniciativa se ha concretado desde la sociedad civil y ya no desde el Arzobispado ya que es necesario abandonar una postura clerical en este tema (como en otros temas sensibles), porque la defensa de un pequeño ser humano no es un asunto sólo de religiosos, credos e “iglesias”. En efecto, hasta el 2018, el Arzobispado de Lima y organizaciones abiertamente católicas organizaron la Marcha por la Vida, pero esto conllevaba un problema, y es el de sectorizar la defensa del ser humano más débil e indefenso en la parcela de la religión organizada. Craso error.
La defensa de un ser humano, a pesar de la legítima intervención de la Iglesia Católica y de las iglesias evangélicas peruanas, debe ser liderada desde la sociedad civil y a partir de allí, ser complementada por la religión organizada y no al revés. Esto da pie a que los sectores secularistas, liberales y progresistas no valoren las convicciones de los fieles organizados, arrimándolas a la esfera de lo privado lo cual es discriminatorio y dictatorial, ya que, cuando de DD.HH. se trata, todos debemos estar involucrados. ¿O es que por no compartir el credo relativista y progre uno queda inmediatamente amordazado y apartado de la participación activa en la vida política de nuestra sociedad?
Cuando la Marcha por la Vida es liderada por la religión organizada y la llenamos visualmente de parafernalia religiosa, puede construirse implícitamente una barrera o sesgo en la opinión pública. Es decir, se crea la impresión de que la defensa de la vida solo les corresponde a los fieles de algún movimiento, comunidad o parroquia. ¿Y los ateos que racionalmente se oponen al aborto?, ¿y los bautizados no practicantes que no están ni estarán de acuerdo con las ideas abortistas?, ¿y las asociaciones civiles de DD.HH.?, ¿y los gremios de trabajadores?, ¿y los profesionales de la salud?, ¿y los biólogos?, ¿y los estudiantes? Pues son todos ellos, gente como uno, los que debemos defender el primer derecho humano establecido, el derecho humano fundamental: el Derecho a la Vida.
Por eso apelo a que no sólo este sábado 26 sino todos los días de nuestras vidas, se celebren nuestras FestiVidas personales y llevemos a cabo la Marcha por la Vida en lo cotidiano y lo ordinario. Entre ollas y herramientas de mecánica, entre papeles de oficina y bolsas de cemento, entre los surcos de un campo y las aulas universitarias. A esta otra Marcha por la Vida se va con ideas creativas, con argumentos racionales y científicos, con paciencia y mucha comprensión, sin atacar a las personas que puedan tener una posición distinta (mal informada en la mayor parte de los casos) sino a sus ideas trasnochadas, abriéndose paso en las aulas de clases y en los medios de comunicación, influyendo en los amigos y en todos los que nos conocen, haciéndoles ver que más allá de los eufemismos y la manipulación del lenguaje del que hacen gala los pro aborto, jamás se ataca a la mujer que piensa en abortar, creando una conciencia social del hecho concreto del aborto (un asesinato), pero mostrando las salidas y alternativas que debe conocer una mujer para que eso no ocurra. Los marchantes de esta Marcha por la Vida silenciosa van llevando las manos extendidas y nunca levantarán el dedo acusador.
Pero allí no acaba todo, así como hacemos esta labor silenciosa y eficaz, inmersos en el pedacito de sociedad en el que nos toca vivir e interaccionar, también debemos acompañar en el dolor a las que abortaron y reconocieron su error, porque ellas mismas siempre serán el mejor testimonio de este drama que nunca libera a mujer alguna, sino todo lo contrario, siendo ellas además el mejor testimonio de lo que expresamos en nuestro discurso. Doy fe de eso.
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