Heriberto Bustos
Los verdaderos responsables del caos
Aquellos que buscaron una especie vergonzosa de cogobierno

En la presente coyuntura –caracterizada por el ahondamiento de la crisis económica, desgobierno y tentativas totalitarias– las actitudes o comportamientos de los peruanos, pobladores tanto en escenarios públicos o privados, pareciera haberse dividido en tres grupos. El primero congrega a quienes están preocupados por el curso económico, social y político por el que atravesamos, se declaran abiertamente contrarios al disparate de la destrucción de la institucionalidad democrática que promueve la actual administración gubernamental, ellos creen firmemente en la defensa de la democracia y ejerciendo su ciudadanía advierten el caos, señalando sus discrepancias y proponiendo salidas.
El segundo grupo es de quienes exhiben un espíritu de oportunismo pasivo, mostrando su sonrisa a uno y otro lado, esperando a la vez, que las cosas mejoren de por sí y para sí, permitiéndoles continuar con sus ventajas de subsistencia. Finalmente están los terceros que con demasiada fanfarria promovieron el “triunfo” del partido de gobierno apostando, tras supuestos puntos de unidad ideológica, por una especie vergonzosa de cogobierno. Justamente estos últimos, hoy silenciados por las acciones de sus socios, resultan los verdaderos responsables del caos imperante, pues tras su ridículo apoyo han llevado las esperanzas de los pobres que dicen representar al despeñadero.
No podemos callar la vergüenza con la que tiñen los actos democráticos de quienes apostaron por el progreso del país empleando en su defensa tiempo y esfuerzo, transitando correctamente al compás de ideales de justicia, distanciándose de la corrupción, del narcotráfico, del terrorismo y ciertamente del aprovechamiento del bien común. Son estos quienes traicionaron los verdaderos principios de la denominada izquierda y quienes lastimosamente la han llevado al desprestigio, destrucción y aislamiento de las mentes y corazones de los más necesitados del país.
En la línea señalada, un exponente visible resulta ser la “copresidente” o “secretaria personal” del jefe de gabinete, que al carecer de partido que la sustente o cuestione políticamente, viene actuando últimamente como farolera y pregonera de las nuevas, anunciando alegremente al país las medidas que serán o serían disparatadamente asumidas por el gobierno, como la denominada segunda reforma agraria o la defensa del ministro de trabajo planteando cuestión de confianza, entre otros. Valdría recordar a quienes piensan y actúan como ella, lo que señalaba en su momento Fiódor Dostoyevski “El que se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega a no saber lo que hay de verdad en él ni en torno de él, o sea que pierde el respeto a sí mismo y a los demás”.
En el ejercicio de la actividad política, para el reconocimiento de la valía de quienes son o se dicen líderes vale guiarnos por sus actitudes, por ello, importa recordar la afirmación de Malcolm X: “Yo tengo más respeto para un hombre que me permite conocer cuál es su posición, incluso si está equivocado. Que el otro que viene como un ángel pero que resulta ser un demonio”. Hoy, frente al negativo comportamiento señalado, seguros de que las posibilidades de cambio son permanentes, sin dejar de señalar a los verdaderos responsables del caos y su aprovechamiento, asumamos la sentencia de Confucio: “Desde el hombre más noble al más humilde, todos tienen el deber de mejorar y corregir su propio ser”. A pesar de lo ocurrido, esperamos un mínimo de autocrítica de quienes actuaron con trampa.
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