Manuel Erausquin

Los primeros libros

Los primeros libros
Manuel Erausquin
26 de noviembre del 2014

Remembranzas y reflexiones sobre el disfrute de la lectura

El destino también juega en el terreno de la lectura -y en todos los ámbitos de la vida-; que muchas veces no se preste atención es otro tema. Pero cuando el espíritu se muestra dispuesto a conectarse con el conocimiento, las señales se presentan. Surgen circunstancias propicias que se expresan en la cotidianeidad. Un buen amigo sugiere una recomendación o un profesor comenta en clase acerca de un autor y resalta  la importancia sobre saber de él y su obra. Pequeños episodios muchas veces transforman vidas y uno ni cuenta.

El aterrizar en una biblioteca tiene mucho de mágico, no precisamente en el acto de ingresar, sino en el proceso de exploración. Es en ese punto donde las revelaciones ocurren y las miradas comienzan a tener otro tipo de hondura. Uno se vuelve más agudo o perceptivo. Uno sencillamente despierta y siente que está vivo.

Durante el colegio tuve varias revelaciones, sin embargo, una de las más significativas tuvo a Gabriel García Márquez de protagonista, el libro: La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile. Un reportaje trepidante sobre el retorno del cineasta chileno a su país, y los pormenores de una filmación sobre el Chile de la dictadura de Pinochet. Como el título que indica el libro, todo se hizo en clandestinidad.

Una historia que llega a una de sus partes más emotivas cuando Littin va a visitar a su madre, quien lo no veía desde que salió al exilio. Un riesgo que se había prometido no correr por razones obvias. Pero los lazos del corazón pudieron más. No importaba la posibilidad de ser capturado por la famosa DINA, la Dirección de Inteligencia Nacional, una policía secreta y despiadada. Pero claro, tampoco podía ser ingenuo y entregarse a esos verdugos. Miguel Littin se había transformado físicamente en totalidad, su madre al verlo no lo reconoció. Eso era una señal positiva dentro de un contexto de paranoia y peligro. Las huestes de la muerte no darían con él.

Una oportunidad de lectura que llegó de las manos de mi gran amigo Félix Aquije, cómplice de mil batallas futbolísticas, como las disputadas en la puerta de su garaje -idóneo espacio para improvisar de arco en tiempos escolares- y también en el Estadio, donde vimos a un Universitario triunfante en el campeonato local y en Copa Libertadores: la victoria contra el Racing Club 2-1 en 1989 demuestra que eso no fue un sueño.

Y es partir de allí, de esa experiencia libresca, que todo cambia. Cada cierto tiempo sentía la necesidad de acercarme a otros mundos, la motivación por saber acerca de otras historias. Relatos de no ficción y ficción: todo se recibía de buena fe. Épocas de glotonería literaria que se disfrutaban en cualquier parte, en el micro retornando a casa o en largas noches de insomnio, aderezadas con destinos imaginarios de finales impredecibles.

Esa experiencia fue clave, y es fundamental para cualquiera. Ese mundo que obsequia un conocimiento que va más allá de lo instructivo. Es un saber que apela al temperamento de cada quien y estimula hacia el pensamiento libre, hacia una libertad que se ejerce desde una mente que procura ser más amplia. Mentes y espíritus que persiguen librarse de la natural mediocridad, esa que acecha en cualquier parte, que se luce insolente y reivindica la estupidez.

Por Manuel Eráusquin (26 -nov - 2014)
Manuel Erausquin
26 de noviembre del 2014

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