Cecilia Bákula

El combate del 2 de mayo de 1866

La consolidación definitiva de la independencia del Perú

El combate del 2 de mayo de 1866
Cecilia Bákula
05 de mayo del 2025


No obstante haberse logrado suscribir una capitulación luego de la victoria obtenida en Ayacucho en 1824, que significó también el quiebre del poder militar realista en nuestro territorio, el Perú no había firmado un tratado de paz que significara que España reconocía nuestra independencia y, por lo tanto, la existencia del Perú como país soberano. Ello se logró recién en 1879, cuando en París los delegados de ambas naciones suscribieron un “Tratado de paz y amistad” y se establecieron, desde entonces, relaciones diplomáticas.

Sin embargo, desde 1821, luego de la proclamación de nuestra independencia, España no dejó de hacer sentir que la reconquista de este territorio seguía siendo una prioridad. No en vano se reconocía que el Perú era un dominio rico e indispensable para la Metrópoli, por lo que no cesaron en intentar dominarlo nuevamente. Ni siquiera los resultados de Junín y Ayacucho menguaron sus inútiles aspiraciones. Es sabido que los primeros años de nuestra vida independiente fueron de confusión, en el intento por establecer la mejor forma de gobierno para el nuevo país. Por ello, la preocupación no se centró en el ámbito de la defensa; eran muchos los frentes por atender para consolidar la organización y administración del Perú y, en consecuencia, inicialmente no se valoró la gravedad de la enmascarada expedición científica española que llegó a nuestras costas en 1863.

Cualquier pretexto habría sido suficiente para encender la chispa, y así sucedió cuando, en la hacienda Talambo, una riña entre españoles y criollos desató el último intento militar de España en nuestro país. El comandante de la expedición castellana tomó ese caso como una afrenta y el 14 de abril de 1864, optó por invadir y tomar las Islas Chincha como protesta y amenaza, iniciando el bloqueo del Callao. Para evitar que el asunto escalara y para iniciar conversaciones, el diplomático español Eusebio Salazar y Mazarredo, conocido entonces como “Masenrredo”, se presentó como delegado regio de España; esa condición de “delegado regio” no fue aceptada, ya que se trataba de una designación que no correspondía ante el Perú, un Estado ya libre pues suponía reconocer derechos de España sin duda ya fenecidos.

Ante esas circunstancias y la inferioridad militar del Perú, el entonces presidente José Antonio Pezet optó por firmar un triste documento conocido como el Tratado Vivanco Pareja pero cuyo título fue “Tratado preliminar de Paz y Amistad entre Perú y España”. No sólo había sido firmado a bordo de un buque de guerra español, atracado en el Callao, sino que se trataba en todos sus extremos de un acuerdo muy nefasto para nuestro país. Pezet fue declarado traidor y el poder fue asumido por Mariano Ignacio Prado quien declaró nulo el referido tratado y con la asistencia –aunque relativa y escasa– de Ecuador, Chile, Bolivia y el Perú, se declaró conjuntamente la guerra a España. No obstante, mientras se realizaban conversaciones para limar asperezas y lograr que la escuadra española se retirara, el Perú había iniciado urgentes acciones para poder reforzar su capacidad de defensa tanto en la costa como en el mar propiamente dicho. Es así como, con inmenso y heroico esfuerzo, se compraron dos corbetas en Francia: la Unión y la América, y se adquirieron en Gran Bretaña dos blindados: el Independencia y el histórico Huáscar. En el país, se había procedido ya a la construcción del monitor Victoria y la transformación del Loa; ambos fueron los primeros blindados con que contó nuestra marina. 

El primer enfrentamiento entre la escuadra americana y la española tuvo lugar en Abtao. Ante el ataque español a Valparaíso, el Perú optó por organizarse con los elementos de que disponía, ya que aún no habían llegado al país las embarcaciones solicitadas y solo se habían recibido algunos cañones. De manera estratégica, se establecieron como defensa unas fortificaciones que quedaron instaladas mirando al mar, desde la desembocadura del río Rímac, la zona costera del Callao hasta La Punta.

Cabe recordar que la escuadra española era notoriamente superior, conformada por 10 embarcaciones preparadas para el combate. En total, ellas sumaban cuando menos 245 cañones que estaban dirigidos contra nuestro puerto y ciudad, contra las 45 piezas de que disponía nuestra defensa.

En tierra, el Perú se organizó como sabe hacerlo en momentos de crisis y emergencia; participó toda la población: adultos y niños, mujeres y extranjeros poniéndose todos a las órdenes de la armada, generándose un ambiente de patriotismo y enérgica defensa de nuestra soberanía. El dos de mayo y desde la torre de La Merced en el Callao, fue don José Gálvez, entonces secretario de Guerra y Marina, quien rompió fuego y enarboló la bandera nacional. Ese lugar fue alcanzado por un cañonazo enemigo y allí murió Gálvez, habiendo dado muestras de arrojo que hoy reconocemos como el espíritu de entrega heroica que nos caracteriza.

Desde el inicio del combate, los cañones peruanos no dejaron de hacer sentir su presencia y, hacia las 5 de la tarde, ya se habían retirado las naves de la escuadra española que imaginó siempre que había minimizado el poder de la defensa del Perú. Los peruanos debemos recordar esa hazaña como un momento estelar en nuestra historia; un momento más en que el país vivió pruebas de fuego que logró superar con entrega, patriotismo y generosidad pues ese enfrentamiento tuvo un alto costo en vidas ofrendadas a la Patria y en gastos aparentemente imposibles de solventar pero que pudo enfrentarse con transparencia y honestidad, poniendo por delante única y exclusivamente los intereses de la Patria, ejemplo que debemos emular y tener presente cada día.

Sin duda, nuestra independencia requería de esta consolidación lograda el dos de mayo de 1866 gracias a la unión indisoluble entre el pueblo convencido de su destino en libertad y las autoridades militares y navales competentes de entonces.

Cecilia Bákula
05 de mayo del 2025

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