Martin Santivañez
Los carniceros del aborto

Solo en una civilización en abierta decadencia es capaz de florecer un negocio de la muerte como el que promueve planned parenthood a nivel global. Solo en una sociedad que rinde un culto idolátrico al egoísmo, una industria carnicera que se dedica a traficar con los restos de seres humanos indefensos es capaz de contar con el apoyo unánime de la progresía. No hay progreso en la destrucción de la vida humana. No hay progreso en el descuartizamiento por dinero de fetos que han sido asesinados bajo un falso discurso de libertad. En cierta forma, hemos retornado a la crueldad indiferente del mundo pagano. Vivimos nuevamente en el siglo III.
Es por eso que urge transformar esta cultura viscosa de la muerte en una nueva civilización regenerada. Señalar abiertamente y sin rodeos el móvil económico e ideológico del negocio del aborto es un primer paso. El lobby del aborto nada tiene que ver con los derechos humanos. Los abortistas actúan por ideología, no por motivos científicos. He llegado a leer, en el colmo del sesgo progresista, que los embriones no son seres humanos. Por supuesto, esto responde a un doble motivo. En primer lugar, rebajar la personalidad del viviente humano hasta cosificarlo permite manipular la conciencia de un público desinformado. Y en segundo término, la cosificación abre las puertas del mercado. Las “cosas” se pueden vender, explotar, utilizar. La mercantilización de los fetos busca generar riqueza para sus promotores sí, pero también aspira a inyectar en el torrente sanguíneo de la sociedad un poderoso anestésico: las cosas no tienen relevancia, el tejido se puede comercializar y el feto nunca fue un ser humano.
Esto, por supuesto, no resiste el menor análisis y muy por el contrario denota la categoría de un movimiento abortista que no defiende los derechos humanos de las mujeres y tampoco los del concebido. A ellas, las utiliza. Y a los concebidos, los aniquila. Es imprescindible saber cómo actúa esta trasnacional del aborto en el Perú. Es preciso identificar a sus secuaces, a sus voceros, a las personas que cobran dinero por promover esta cultura de la muerte. Es necesario que los peruanos conozcan muy bien qué se esconde detrás del negocio del aborto, quiénes se benefician, distinguiendo entre aquellos que piensan que hacen un bien y los carroñeros que saben lo que de verdad está detrás de esta industria inhumana y perversa.
Por Martín Santiváñez Vivanco
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