Neptalí Carpio

Lima pudo tener una mejor respuesta

Si los servicios de salud se hubieran transferido al Gobierno metropolitano

Lima pudo tener una mejor respuesta
Neptalí Carpio
07 de mayo del 2020


Dicen que las comparaciones son odiosas, pero muchas veces son muy útiles para medir nuestras capacidades; sobre todo en esta época de crisis sanitaria. El propósito de este artículo es comparar la respuesta de tres ciudades latinoamericanas en el marco de regímenes políticos similares: Bogotá, Santiago de Chile y Lima. Esta comparación nos demostrará por qué en aquellas ciudades donde gran parte de los servicios de salud han sido transferidos al Gobierno metropolitano la respuesta institucional de la ciudad y del propio Gobierno nacional es cualitativamente superior a la de aquellas donde el Gobierno nacional concentra totalmente estos servicios, como es el caso de Lima. Veamos. 

El Gobierno metropolitano de Bogotá conduce los servicios de salud y del aseguramiento social desde el año 1994, con su idas y venidas, pero ha logrado que el tema de la salud se convierta en un tema de interés político, comunitario y territorial en toda la ciudad. La salud en esa capital es dirigida por una Secretaria Metropolitana de la Salud y tiene a su vez subdirecciones por cada área metropolitana de la Capital (Norte, Oriente, Occidente y Sur), estructura que les permite crear diversas redes de salud con la participación ciudadana y a las cuales se articula el funcionamiento de 29 hospitales y centros de salud, de distinto nivel. El proceso descentralización en Bogotá ha tenido errores, marchas y contramarchas, pero tiende a consolidarse en el tiempo. 

Este proceso ha permitido que la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, tenga en la actualidad un destacado papel frente a la pandemia en esa ciudad, con más del 80% de aprobación. La alcaldesa, al tener gran parte de las competencias de salud bajo su mando, llegó incluso a adelantarse a la emergencia decretada por el presidente Iván Duque. Su logro más importantes es haber instalado un Centro Hospitalario de Emergencia con capacidad de atención de 2,000 pacientes. Ha logrado la participación de la ciudadanía con una respuesta muy positiva en el proceso de aislamiento social. Obviamente, esos logros no los hubiera tenido si no tuviera bajo su conducción gran parte del sistema de salud y una amplia red que compromete a toda la ciudad. Bogotá a la fecha tiene 3,300 contagiados por el Covid-19. 

En el caso de Santiago de Chile, la conducción de la atención de la salud primaria, los Centros de Atención Comunitaria y de Salud Mental, por parte del Gobierno Regional Metropolitano se inició en 1981. El sistema está organizado en redes (Central, Sur, Sur-Oriente, Oriente, Norte y Occidente), y as 32 municipalidades (comunas) de Santiago son las que administran directamente alrededor de 550 centros de distinto nivel y especialidad, pero articulados al Servicio Regional de Salud de Santiago. No obstante, el peso del sector privado, dirigido por las Instituciones de Salud Previsional (ISAPRE), es muy fuerte, llegando a casi el 20% de la cobertura total, lo que actualmente es motivo de fuerte crítica por parte de los ciudadanos. La atención primaria de salud en Chile, uno de los mayores logros en este sector, dirigidas por las municipalidades, llega a cubrir el 75% del total de enfermedades en ese país. Este extendido sistema también les ha permitido generar una salud comunitaria con la participación ciudadana. 

Felipe Guevara, intendente regional, y Felipe Alessandri, alcalde de Santiago, junto a una centena de alcaldes de ese país han jugado un rol central en este proceso. Fue precisamente a su iniciativa y presión que el presidente de Chile, Sebastián Piñera, tuvo que acelerar la implantación de la cuarentena en ese país. La atención primaria de la salud en manos de las municipalidades y coordinada por la región metropolitana ha permitido separar las funciones del Gobierno nacional, las regiones y municipalidades, ordenando mejor la distribución de las responsabilidades. Aunque el intendente de la región metropolitana aún no es elegido por los ciudadanos de Santiago, destaca por coordinar las diferentes acciones frente al Covid-19, superando en la actual situación crítica sanitaria la fragmentación institucional de Santiago, uno de los problemas que dio origen hace pocos años a la creación del Gobierno regional metropolitano. Santiago tiene a la fecha 3,300 infectados por el Coronavirus. 

A diferencia de Bogotá y Santiago, en Lima (con 35,299 infectados a la fecha, una de las más altas del mundo) no se ha dado el proceso de descentralización de la salud en ningún nivel de atención, pese a que las leyes de descentralización así lo establecen desde el 2002 y a que la Resolución de la Secretaría de Descentralización Nº402-2011-PCM/SD, del año 2011, dispuso la transferencia de 16 funciones del Ministerio de Salud a la Municipalidad de Lima. Esa norma disponía que entre los años 2011 al 2013 se debían transferir 365 establecimientos de salud (180 centros de salud, 168 puestos de salud y 17 hospitales, organizados en 9 redes de servicios de salud y 46 microrredes). La misma norma de la PCM declaró apta a la comuna metropolitana para recibir las funciones sectoriales del Minsa. A través de este proceso la comuna metropolitana debió recibir S/ 1,370,494 millones para hacerse cargo de dichos establecimientos. Sin embargo, esa norma nunca se cumplió y la comuna metropolitana tampoco la reclamo. 

Observando el comportamiento de los gobiernos regionales y sus gerencias de salud en la actualidad, quizá no hubiera sido pertinente que, en una primera etapa, la comuna metropolitana haya recibido las competencias de los hospitales; pero a estas alturas sí debería estar conduciendo los 365 centros de salud y algunas experiencias pilotos en la gestión de hospitales. Ese solo hecho nos hubiera encontrado en otra situación en la actualidad. Primero, hubiera obligado a la comuna metropolitana, en coordinación con las 43 municipalidades distritales, con rectoría y supervisión del Minsa, a tejer por lo menos seis redes y 75 microrredes en las zonas de Lima Norte, Lima Sur, San Juan de Lurigancho, Lima Centro y Lima Sur. Segundo, esta transferencia hubiera creado las condiciones para crear una red sanitaria comunitaria, tal como que se ha logrado en Bogotá y Santiago, recogiendo la exitosa experiencia de los Comités Locales de Administración en Salud (CLAS), que lamentablemente ha sido desactivada en el Perú. 

Si bien es cierto que en la actual pandemia una red de salud primaria y comunitaria no ejerce una función directa en el tratamiento del Covid-19, sí juega un rol central en el sostenimiento de estrategias de prevención y de información, y en el sostenimiento de la estrategia del MINSA, desconcentrando la atención de diversas enfermedades en los centros de salud. Por ejemplo, esta red comunitaria, de haberse implementado, hubiera tenido un papel central para –en coordinación con las municipalidades, la PNP y las FF.AA.– organizar mejor la actuación de los mercados o el comportamiento de la población en los centros financieros.

Neptalí Carpio
07 de mayo del 2020

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