Jorge Varela

Lenin 1.0 y 2.0

Profeta y fetiche de los déspotas

Lenin 1.0 y 2.0
Jorge Varela
24 de agosto del 2021


Para muchos jóvenes ingenuos soñadores Vladimir Ilich Uliánov, alias Lenin, está vivo. Es más, para sus devotos este todopoderoso jerarca ruso no falleció el 21 de enero de 1924, ni murió de sífilis como Hitler, Nietzsche y otros personajes históricos. Aunque hoy lo correcto sería decir: Lenin ya no existe, pero el leninismo vive. ¡Vaya si vive! Basta mirar lo que ocurre en nuestro continente para constatar lo anterior. 

No solo los peruanos Cerrón y Castillo fundamentan todos los desvaríos de su acción política bajo el amparo de este fetiche. También en Chile se le venera como un gran santón protector por afiebrados discípulos tardíos del postmarxismo, que es la nueva cáscara del comunismo ortodoxo esclerótico, extendido cual reptil gigante por América Latina. ¿Será que algunos seres al impregnarse de un tufillo parecido al miedo que esparce esta doctrina, se vuelven neutrales, se tornan inmunes o se convierten en adictos? 

Lenin el político seco: infalible, implacable e intocable

El teórico chileno Jaime Castillo destacó en sus escritos varios aspectos en el pensamiento de Lenin: la concepción del partido revolucionario como vanguardia del proletariado, la tesis de que el imperialismo es la fase superior del capitalismo, la posibilidad de hacer la revolución en países atrasados. El mayor legado de Lenin es precisamente haber hecho una revolución en la vieja Rusia.

Según Jaime Castillo, Lenin fue “heredero de una tradición intelectual racionalista, seca y de una ética deshumanizada”. Sus actos como gobernante están cortados por este padrón y su figura no puede ser separada del dictador impertérrito que eliminó todos los obstáculos, que impidió cualquier forma de oposición política y que organizó el terror, como lo hiciera Maximilien de Robespierre en Francia (“Lenin hombre y fetiche”, columna de 1970, inserta en “Los caminos de la revolución”). 

Lenin: el hegemónico revisitado 

En “El Estado y la revolución” se encuentra el núcleo de la concepción leninista hegemónica de gobierno y de Estado proletario, como un órgano de dominación de clase, como aparato de represión, sobre el que recae la tarea de organizar la resistencia contra los capitalistas. De acuerdo con ella, en el curso del tránsito a la sociedad comunista tiene que haber un periodo en el cual se borren los rasgos del Estado capitalista que pudieran persistir durante la ‘dictadura del proletariado’. La historia enseña –dice Lenin– que ninguna clase ha logrado dominar sin un período de dictadura, sin tomar el poder político y aplastar –violentamente– la resistencia de quienes son detentadores del poder. Cuando se haya roto dicha resistencia y hayan desaparecido las clases, se extinguirá el Estado y llegará la sociedad comunista. Esta concepción absolutista es la misma que lamentablemente inspira hoy a tantos aprendices inconscientes que desprecian la libertad e ignoran las trágicas consecuencias del desvarío rojo. 

El fatídico constructo totalitario

Así fue como la antigua Unión Soviética comenzó su caminata al Estado totalitario y hacia formas de colectivismo que definitivamente nunca desembocaron en la sociedad comunista con participación de todos en el ejercicio del poder social, sin clases y sin opresión. En lugar del ‘humanismo marxista’ se construyó un sistema basado en la fuerza y acumulación de poder en pocas manos. De esta experiencia nefasta no nació la sociedad fraterna, ni se puso término a la alienación ideológica, pero sí apareció el horror de los ‘gulag’ que no eran precisamente una anomalía del sistema. La escritora Anne Applebaum sostiene que estos “no surgieron de la nada, reflejaron el nivel general de la sociedad”. 

La importancia de Vladimir Ilich Uliánov es pues, haber sido el primero que ejerció el poder bajo influjo de la dogmática marxista. A juicio de algunos teóricos de la revolución de 1917, Lenin ha sido el más grande y fiel intérprete de Marx. ¿Pero, cuál es su aporte teórico al marxismo? Hay coincidencias en señalar que no obstante haber sido un buen lector de Marx y Engels, no se le ha considerado un filósofo de peso y su bagaje en este aspecto es escaso. El leninismo se inscribe en el marco del marxismo tradicional expuesto por Friedrich Engels, y no faltan quienes consideran que el leninismo y el estalinismo constituyen monstruosas desviaciones totalitarias.

Leon Trotzsky tuvo una previsión genial antes de 1905, cuando describió las tendencias derivadas de Lenin, resumiéndolas del siguiente modo: “la organización manda sobre el Partido, el Comité Central sobre la organización y el dictador sobre el Comité Central”. En el acatamiento fiel de este recetario los comunistas han sido muy rigurosos hasta hoy. (Jaime Castillo, “La tragedia del marxismo: de Marx al totalitarismo”, artículo de 1965)

Este constructo estratégico totalitario fue y es por desgracia, –qué duda cabe– uno de los principales aportes fatídicos en el campo de la praxis social y política.

Jorge Varela
24 de agosto del 2021

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