Alan Salinas
Las horas más oscuras
Winston Churchill en mayo de 1940

En estas últimas semanas, hay un libro que ha asomado a mi biblioteca y que lleva el título de mi columna de hoy. Un excelente libro para entender cómo en tiempos turbulentos para la paz, como contexto, se pone en el tablero del ajedrez político la voluntad organizada para combatir cualquier tipo de amenaza totalitaria; como fue la arremetida por casi toda Europa del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.
En el libro se detalla cómo es que Winston Spencer Churchill se posiciona como primer ministro en el Reino Unido. Como es que (en mayo de 1940 ante la invasión a Belgica, Holanda y otras naciones europeas por las tropas de Hitler) Winston Spencer asume la conducción mediante una beligerancia verbal y estrategias y tácticas militares para frenar el avance nazi. Nada fácil, claro está.
A Churchill le precedían algunas malas decisiones, su arrogancia, su excesivo egocentrismo, su “vicio” por el alcohol. Pero ante esas nimiedades de la vida él tenía algo que estaba más allá de eso y que no poseían sus rivales: su preparación política y militar para afrontar ese año de inminente invasión totalitaria nazi.
En el libro se puede apreciar los pormenores de cómo Chamberlain y Halifax (dos políticos para tiempos de paz) buscaban pactar con Hitler para lograr cierta “estabilidad” en la isla británica. Churchill –ante ello– se opuso en todas las ocasiones que se lo propusieron. Más allá de que en la sumatoria de armamentos Alemania era superior, el primer ministro inglés buscaba la forma de contrarrestar esa arremetida. Buscó alianzas con los franceses que parecían derrotados; pero no lo entendieron. Planteó el apoyo norteamericano, pero Franklin Delano Roosevelt proponía una solución no inmediata.
Teniendo a Calais derrotada, en la que murieron miles de jóvenes ingleses sacrificados para que la isla de Dunkerque (en la que había más soldados que en la ciudad sacrificada) tenga un rescate ejemplar de parte de los civiles de la isla, Churchill (ante el derrotismo de la clase política de su país y ante sus dudas humanas), se asoma a la Cámara de los Comunes y lanza uno de sus discursos que quedaron para la historia:
A pesar de que grandes extensiones de Europa y muchos Estados antiguos y famosos han caído o pueden caer en las garras de la gestapo y todo el aparato odioso del gobierno Nazi, no vamos a languidecer o fallar. Llegaremos hasta el final, lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, cualquiera que sea el costo, lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, ¡nunca nos rendiremos!, e incluso si, cosa que ni por un momento creo que suceda, esta isla o una gran parte de ella fuera subyugada y estuviera hambrienta, entonces nuestro imperio más allá de los mares, armado y protegido por la flota británica, cargaría con el peso de la resistencia, hasta que, cuando sea la voluntad de Dios, el Nuevo Mundo, con todo su poder y su fuerza, avance al rescate y a la liberación del Viejo.
Sin más que solo la palabra, Winston Spencer movilizó la lengua inglesa y mandó al campo de la batalla y de la resistencia a su pueblo, ante el asombro de los derrotistas que pululaban en los pasadizos de la Cámara.
Un gran libro que hay que revisar y comprender para la acción política.
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