Cecilia Bákula

Las Conferencias de Miraflores

Los días 30 de setiembre y 1 de octubre de 1820

Las Conferencias de Miraflores
Cecilia Bákula
27 de septiembre del 2020


Si bien con el desembarco de San Martín en Paracas, el 8 de septiembre de 1820, se inicia la cuenta regresiva en el proceso de la declaración de la independencia del Perú, lo cierto es que hay otros hechos de suma importancia que vale la pena ser relevados. Entre ellos deseamos destacar las Conferencias de Miraflores, que tuvieron lugar entre representantes del virrey don Joaquín de la Pezuela y de don José de San Martín, quien ya había enviado emisarios y observadores a Lima. Pero era necesario un primer encuentro para definir posiciones, identificar tácticas y capacidades para enfrentar a la autoridad española para quien, sin duda, era ya inminente e inevitable la opción por la libertad.
La idea era hacer sentir al virrey la fuerza decidida de toda la América para lograr la independencia del Perú, como etapa indispensable para la conclusión de todos los años de lucha de los pueblos del sur y del norte.

Cabe recordar que, para ese momento, ya Fernando VII había firmado la Constitución de Cádiz, que había sido sancionada en la reunión de las Cortes, que tuvo lugar en la ciudad de Cádiz en 1812. Nuevos aires se empezaban a respirar en España, aunque no llegaban con tanta energía a esta parte del continente, en donde España se aferraba a mantener el último y más poderoso bastión de su monarquía.

Desde el día 24 de septiembre, estuvieron los delegados del virrey y de San Martín en los afanes protocolares previos a las reuniones; intercambiaron credenciales y poderes, y estuvieron listos para reunirse posteriormente. No obstante, la idea inicial había sido que estuviera presente el mismo virrey, en tanto las decisiones a tomar eran de envergadura. El objetivo era lograr que el virrey depusiera su actitud intransigente ante la realidad del deseo de independencia de todos los pueblos de América, y que pudiera darse una transición sin enfrentamientos bélicos ni derramamiento de sangre. Eso era, sin duda, una ilusión, un imposible porque el Perú estaba marcadamente dividido en clases sociales, estamentos y gremios del todo divergentes en sus orígenes, aspiraciones y deseos. 

En el marco de un armisticio declarado solo por ocho días, las reuniones finales se llevaron a cabo en el actual distrito de Miraflores, los días 30 de setiembre y 1 de octubre de 1820, en la propiedad del Conde de la Vega del Ren, que se estima quedaba en el lugar que ahora es la Av. Diagonal, hacia la bajada de baños. José de San Martín envió como sus representantes a Juan García del Río, quien luego fue el primer ministro de Relaciones Exteriores durante el Protectorado; y a Tomás Guido, quien acompañó a San Martín en toda la campaña libertadora de Argentina y Chile. Por su parte el virrey se hizo representar por el español Dionisio Capaz y dos peruanos ilustres: José Villar de la Fuente e Hipólito Unanue y Pavón, a quien el Perú considera como uno de sus principales próceres, pues escribió el célebre texto que apareció en el Mercurio Peruano titulado “Idea general del Perú”, que ayudaría a muchos, como a él mismo, a optar luego por la causa de la independencia.

Las propuestas de cada grupo eran diametralmente opuestas, por lo que no se llegó a ningún acuerdo. Los representantes de San Martín tenían instrucciones de requerir la salida de la autoridad española; o cuando mucho, proponer la posibilidad de instaurar una monarquía borbónica que gobernaría en reemplazo del virrey. Pezuela dio, a su vez, pautas precisas a Unánue: todo se ajustaría a las reformas que Fernando VII había jurado al aceptar la Constitución de 1812, y el monarca continuaría como soberano del Perú; pero haciendo algunas modificaciones para hacer del suyo, un gobierno sometido a la nueva Constitución española. Era evidente que el entendimiento no podía hacerse realidad.

Ese fracaso, si puede llamarse así a un primer acercamiento, permitió que, a partir de ese momento, San Martín desarrollara una novedosa “estrategia de comunicación”, haciendo llegar a toda la clase alta y a los grupos de mayor poder de Lima sendas comunicaciones llamándolos a que abrazaran la causa de la independencia, tratando de motivar a su favor sobre todo a los criollos indecisos. A esta etapa de profusa producción epistolar se le conoce como la “guerra de zapa”, en la que San Martín se empeñó en difundir sus propuestas relacionadas con la importancia de que el Perú proclamara su independencia. 

Si bien las conferencias de Miraflores no llegaron a una definición pública, se sabe que la cercanía de San Martín y la definida voluntad expresada por Guido y García del Río calaron en el espíritu de Pezuela. En diciembre de 1820, dos meses después, Pezuela le escribe al Rey de España para informarle que la independencia del Perú era inevitable.

Con los posteriores hechos que se dieron, Pezuela tuvo que sopesar la gravedad de no haber aceptado, con mayor apertura y realismo, las propuesta que se le presentaron. Tuvo que vivir acontecimientos severos para el poder español en el Perú: la proclamación de la independencia de Guayaquil que, además, se separaba del virreinato del Perú; la captura del buque español Esmeralda; y sobre todo, la comprobación de que las ideas de libertad habían calado en el ánimo de muchos realistas, como se comprobó con el paso del batallón Numancia a las fuerzas patriotas. En tanto el poder real empezaba a desvanecerse en el Perú, se dio el Motín de Aznapuquio que fue, en realidad, un golpe de Estado que significó que José de la Serna derrocó y depuso al virrey Pezuela, acusándolo de incapacidad para controlar la situación que se presentaba en esos momentos, y que amenazaba la estabilidad y continuidad del poder español en América.

La historia nos permite entender los grandes procesos a través de pequeños y sucesivos hechos que no debemos olvidar Son esos sucesos aparentemente menores los que permiten eslabonar una secuencia ordenada de situaciones, reacciones y vivencias que construyen nuestra gran y hermosa historia patria.

Cecilia Bákula
27 de septiembre del 2020

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