Luis Hernández Patiño

La vía económicamente incorrecta

Para canalizar la energía creativa de los peruanos

La vía económicamente incorrecta
Luis Hernández Patiño
15 de febrero del 2019

 

Nuestra sociedad se ha quedado enredada en un enmarañado de relaciones de producción y cambio meramente mercantilistas, que se extienden sobre un fango de corrupción parecido al merengue del que el tango “Cambalache” nos habla. Y cabe precisar que son estas relaciones las que impiden todo tipo de desarrollo entre nosotros. Por eso, nuestras clases medias tradicionales no han logrado consolidarse. ¡Y ni qué decir de la situación de nuestras clases bajas! Por lo demás, tales relaciones mercantilistas tienden a privilegiar a una casta históricamente dominante.

Si nos ponemos a observar, sin dejar de tomar en cuenta los matices que se hubiesen podido dar, los procesos políticos que se han producido a lo largo de nuestra historia no han hecho más que abonar a favor de una minoría de blancos quienes, por encima de lo ideológico, más allá de la derecha y la izquierda, consideran que el Estado debe ponerse al servicio de sus negocios. En tal situación, se supone que los mestizos deberíamos pagar los platos rotos frente a los intereses de la minoría estatalmente engreída. Y, por si eso fuese poco, “deberíamos acatar con docilidad” lo que nos ocurre, por el bien del país.

Nuestra base económica no se ha transformado. No hemos logrado constituirnos en una sociedad industrial. ¿Pero será por pura casualidad? Pensando un poco, yo percibo que no. No, porque la transformación de dicha base sería fatal para la casta dominante. ¿Por qué? Porque si contásemos con una economía abiertamente de mercado, lo que no es sinónimo de mercantilismo, se pondría fin al tipo de privilegios de los que la mencionada casta goza y que el pueblo viene financiando antes incluso de resolver sus necesidades en cuanto a salud y educación. En una economía de mercado, los pergaminos, los escudos de armas, los títulos nobiliarios, los grandes apellidos, la membrecía de tal o cual club, de nada les servirían a los señorones que, en forma altanera, piden respeto y trato diferenciado frente a su abolengo, porque hasta hoy siguen viendo al Perú como su chacra y consideran que los peruanos somos sus súbditos

Necesitamos una economía de mercado, abierta tanto por arriba como por abajo. En buena cuenta, una economía de mercado que no se quede en la informalidad. Y, en paralelo a esa economía, a modo de pareja de apoyo, requerimos de un Estado que cumpla funciones no ideológicas, sino naturales y muy específicas. En principio, en alianza social con el mercado, el Estado tendría que orientar sus actividades y sus recursos financieros para promover la solución de los problemas más álgidos de los miembros de las diferentes clases que son parte de la sociedad. Y por lo tanto, para ello tendría que poner fin al apoyo brindado a ciertos sectores privados; como es el caso de la prensa fáctica, tradicional.

Nos hace falta un conjunto de normas y condiciones que permitan que la lucha entre la oferta y la demanda se dé en forma totalmente abierta, como ocurre en la informalidad. En efecto, nótese que en la informalidad lo que importa es el precio del producto que se ofrece, antes que la condición del vendedor. Y es que, por increíble que parezca, el mercado informal es el sujeto más inclusivo que existe. Ni los rasgos, ni las facciones, ni el tipo de cara, ni algún tipo de discapacidad del vendedor le impiden a entrar en la competencia.

Nuestro país cuenta con todos los recursos necesarios para incursionar en la economía de mercado. ¿Acaso el litio que se ha encontrado no sirve? Y ese es solo un ejemplo de lo que tenemos. Lo que pasa es que necesitamos decidirnos y, de una vez por todas, optar por lo que yo llamaría la “vía económicamente incorrecta”. Ello, frente a lo políticamente “correcto” de todos esos diletantes, bohemios, promotores y amantes de la ideología de género: actores y actrices lavadores selectivos de banderas, cantantes de trova y hasta peluqueros, a los que se les ponen los pelos de punta ni bien oyen hablar sobre la posibilidad de sentar las bases para una auténtica economía de mercado.

Tenemos gente de sexo masculino y femenino que solo requiere de reglas definidas para dar rienda suelta a su ingenio. Hay personas con iniciativas y ganas de hacer empresa. Lo único que ellos esperan es la oportunidad para usar la energía creativa que llevan en su interior. No les pongamos obstáculos a estas personas. Permitamos que crezcan y, con ellas, en el marco de la economía de mercado, el Perú crecerá.

 

 

Luis Hernández Patiño
15 de febrero del 2019

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