Iván Arenas

La malquerida

A la presidenta no la quieren los políticos de izquierda ni los de derecha

La malquerida
Iván Arenas
31 de julio del 2025


Como aquella canción mexicana cuyas letras le calzan como anillo al dedo (“No tiene piedad / El viento en tu contra / No puedes volar / Con tus alas rotas / Qué triste es ser buena / Y que no valga la pena”) la presidente Dina Boluarte es nuestra Malquerida. Y así se lo hizo saber al Congreso aquel 28 de julio en el que fue su último mensaje a la Nación; en particular a las bancadas de izquierda (y alguna que otra de derecha) que alguna vez la patrocinaron en su rápido pero zigzagueante camino hacia la primera magistratura.

Por supuesto que Boluarte se portó ese 28 de julio pasado como una Malquerida porque ella no entiende cómo es que alguien no le reconoce genuinamente algunos aciertos de un gobierno que desde que empezó “no tuvo ni paz ni tregua”, según dijo. Y eso es cierto. Ella –es decir, la primera presidente mujer de la historia de la República– no tuvo tregua pero sí tuvo ambición política para quedarse en el puesto que le correspondía. Porque aunque a algunos no les guste, ella debía quedarse en el sillón presidencial luego del papanatismo castillista, que dio el golpe de estado más cómico que se recuerde.

Se dice que todos los políticos mienten o que la mentira no es necesariamente mala en la política. Y Boluarte no es la excepción. Ella mintió en más de una ocasión, y lo hizo al propio Castillo cuando le prometió que se iría junto a él si este se iba primero. Y así no fue. Como todos ya sabemos, su gobierno se mantuvo firme frente a las insurrecciones que los operadores castillistas y una parte de la izquierda en el sur peruano –sobre todo– alentaron y entonces desafortunadamente murieron más de 50 peruanos que, como carne de cañón, fueron expuestos por el incitador que zafa apenas escucha las botas militares que vienen a restaurar el orden. 

Pero seamos honestos, la izquierda odia a Dina por las desmerecidas muertes, pero más la odia por no largarse junto a Castillo aquel 7 de diciembre. Algo que habría sido el inicio de una larga ingobernabilidad provocada por las vanguardias, que se hubiera saldado con la aparición de un momento constituyente/destituyente en el que por fin –y a la boliviana– los operadores,  movilizadores, activistas y perroflautas de siempre (las Sigrid, los Cerrón y otros yerbateros)  en nombre de la mayoría y de un pueblo al que sólo ellos dicen que representan (y que representaron) habrían hecho del Perú un remedo venezolano. Dina, en todo caso, pasará el Gólgota a partir del 28 de julio del próximo año.

Fácil es decir “dictadura”, “Dina asesina”, “gobierno de delincuentes”, “Congreso de ladrones” y con eso caer bien a todo mundo y tratar de ser un líder de opinión en esa letrina en la que han convertido algunos a las redes sociales. Total, un loro también sabe decir dictadura tantas veces sea necesario. Pero esa no es la tarea de un analista que se desespera por los aplausos de las barras bravas y que también pide “yapeos” y “plineos” para sostener su “proyecto independiente” mientras martillea que estamos en una dictadura como la de Pinochet o la de Videla.

Politólogos, sofistas del presente, opinadores de menudeo, republicanos naifs cuya “promesa republicana” sólo existe en sus libros y proclaman que nunca habíamos estado tan bajos. Pero curiosamente todos estos votaron por Castillo, el del pollo, y por esta bendita presidente nuestra que no ha sabido sino reformarse la cara, la nariz, mientras la delincuencia continúa matando, extorsionando, chantajeando a transportistas y hasta a la vendedora de brosters. La “inteligentzia” a favor de la ignorancia.

Dina ha cometido todos los yerros del mundo. Se ha impuesto un sueldo de S/ 35,000 cuando los peruanos –según ella– pueden cocinar con S/ 10 (y con postrecito añadió) Ella no entiende la tremenda majestad del cargo de la presidencia, invento moderno de los americanos –federalistas y no– cuando decidieron no tener reyes, pero a falta de uno eligieron a un rey sin corona. Al final Washington renunció dos veces a ser rey. 

Dina es lo que pasa en la política verdadera del verdadero Perú. Hay Dinas como Cerrones, como Castillos a lo largo y ancho de la patria. Es más, los hay aun peores. Mire usted, querido lector, si así son los políticos de primera línea en la izquierda no quiero saber como está la línea B y C; Jorge del Prado se volvería a morir de tanta vergüenza.

¿A quién le chantamos a Dina? ¿A la izquierda? ¿A la derecha? ¿Quién se hace cargo de la señora? ¿El Congreso? Miren ustedes, ya no hay choques entre el Legislativo y el Ejecutivo, hay cierta “paz armada” luego de haber pasado por un cierre del Congreso por mano del “vizcarrato”, y luego el Congreso le devolvería el vuelto. Cinco presidentes han pasado y tuvo que ser la improvisación de Dina la que traiga un poco de calma. Pero, eso sí, Vizcarra tiene mayor valoración a pesar de haberse levantado en peso el país. Así es este país. 

Dina, la Malquerida. No la quiere nadie, salvo su familia. Y que se prepare porque allí están Castillo, Toledo y Humala, presos. Y la izquierda afila las manos, mientras quienes se llaman derecha no moverán un solo dedo a favor de ella en el 2026.

Iván Arenas
31 de julio del 2025

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