Rocío Valverde

La lotería respiratoria

¿Por qué algunas personas son mucho más propensas a los contagios?

La lotería respiratoria
Rocío Valverde
01 de diciembre del 2019


"Su hija se ha sacado la lotería", le dijo el médico a mi madre mientras observaba mi radiografía. "Tabique desviado, sinusitis, adenoides, otitis...". Esa profecía se ha cumplido a lo largo de mi vida, y mi nariz puede dar fe de ello. Es por esto que cada vez que alguien cercano a mí coge un catarro no huyo despavorida ni evito el contacto. La suerte está echada, sé que probablemente ya me haya contagiado y me resigno. Se vienen días de fiebre, mocos y flema.

En los últimos dos meses he pasado al menos 10 días en cama a causa de una gripe y varios resfriados. Mi suegro yo nos hemos ido contagiando mutuamente desde octubre, como intentando llenar el álbum de síntomas de enfermedades respiratorias, cambiando tos por faringitis o gripe por sinusitis. Por el contrario, mi suegra y mi esposo jamás pillan una gripe, y desde mi congestionado silencio los envidio con cierta amargura. La última vez que mi esposo tuvo que guardar cama fue hace cinco años y los síntomas le duraron apenas tres días. Lo que más le dolía era ponerse crema humectante en la nariz. Yo, con la misma gripe, o al menos eso creía, terminé en el hospital.

Mi suegra aún recuerda su última gripe que fue en la navidad del año 2001. Cayó mi adolescente esposo con fiebre, luego su padre, su hija y por último ella. No hubo pavo en la mesa y tampoco se abrieron regalos. Se la casa solo salían gritos guturales, estornudos, sollozos y maldiciones por doquier. En esa nochebuena no llegaron los invitados, pero sí un humilde repartidor de pizzas.

"Es porque no comes carne", escucho a mi madre como una jueza en mi mente. Su dedo índice me apunta mientras me hago una Vitapyrena protegida por un castillo de pañuelos. Según ella, todos los males que me aquejan se deben a mi pescetarianismo. "Abrígate el cuello, seguramente paras desabrigada", se proyecta su voz desde Lima. Le doy a la chalina otra vuelta mientras peleo con su voz. Debo hacer bajar esta fiebre.

Nunca había conocido a personas que no recuerden bien lo que es tiritar a causa de la fiebre. A veces me piden que tosa a mis anchas sin cubrirme la boca a ver si les llegan algunas gotitas y se enferman un poco. Complaciéndolos a ellos, y a esa envidia carroñera que habita dentro de mis senos nasales, intento que sus semblantes rosaditos empalidezcan, pero todo esfuerzo cae en saco roto. Alguien debería estudiar a mi suegra.

¿Cuál es el secreto? ¿Se encontrará la respuesta en las células epiteliales de sus vías respiratorias? ¿Será que simplemente nuestros sistema inmunitarios reaccionan de forma diferente? ¿Es acaso el virus el que batalla de forma singular con cada sistema inmunitario? Seguramente es una combinación de todo lo anterior. Hasta el momento seguimos usando un cocktail del virus, esperando que los modelos hayan predicho correctamente las cepas circulantes.

Desde este mi reino de pañuelos me despido. Sé que Lima está empezando a tener cielos cada vez más cálidos. La voz de mi madre se vuelva a manifestar y les dice que se cuiden del cambio de clima.

Rocío Valverde
01 de diciembre del 2019

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