Hugo Neira

La gran epidemia, la alegre deseducación peruana

¿Era necesario eliminar todo lo que fuese humanidades?

La gran epidemia, la alegre deseducación peruana
Hugo Neira
13 de septiembre del 2020


Introducción necesaria 

Mientras duran la crisis sanitaria y el confinamiento, ocurre que prolifera el encuentro intelectual con amigos para debatir, a distancia. Sin vanidad, tres o cuatro por semana. Y así, me entrevistaron sobre mi opinión sobre el estado (calamitoso) de la educación. Lo hizo Fernando Gamio, a quien agradezco. En Salgalú TV. En «Diálogo abierto» de Salvador Herencia. Y resulta que en provincias, en Puno, en el norte, se han interesado por «las declaraciones de Hugo Neira». Fue una charla, algo oral, por lo visto con la carga emocional que tiene la palabra. Pero creo necesario que se conozca el texto escrito. Lo que sigue, lo dije de un tirón. Con toda mi sinceridad y mi indignación. Yo me formé en los colegios del Estado, en primaria y secundaria, que me dieron la formación que tengo, y por eso lucho para que mis paisanos despierten. La secundaria peruana no es mala, no existe. Dos generaciones sin la menor formación. Una catástrofe cultural. Y acaso electoral. (Y ahora, lo que dije.)

Una separata, una revista expone este tema, «aumentar el presupuesto de educación». Qué ceguera. El cimiento de nuestra pésima educación no es el salario de los profesores ni la calidad de los locales escolares. Pagar más a los maestros es algo que ya se ha hecho, desde la presidencia de Toledo a Humala sin que mejore el enfermo, que es todo un país. Digo esto cuando la peste del Covid-19 reina, pero tarde o temprano, debido a las vacunas o a la inmunidad de rebaño, saldremos de ese mal, que finalmente es coyuntural. Pero del desastre de la educación primaria y secundaria no vamos a salir de la noche a la mañana. Esa epidemia, el desprecio a la cultura, la creencia en que los libros no sirven para nada, el todo mercado, el todo es dinero. Esa epidemia que es peruana, no la tienen otras naciones, comenzó en los noventa. Los iletrados —el peruano que ya no es analfabeto pero que no lee nunca— es nuestra crónica enfermedad. Y en cuanto a los tests de PISA somos los «últimos de la clase», como dijo Nicolás Lynch cuando era ministro. Pero los padres —no los «papás», ¡qué mal hablamos el castellano!— siguen llevando a sus hijos a un lugar en que parece que aprenderán algo, pero salen de la secundaria sin poder comprender un texto escrito. Y menos todavía, escribir sencillamente un paper.

Seré más claro. Los automóviles aunque de marcas diferentes, siempre tienen cuatro ruedas. Todo ferrocarril tiene rieles. Todo avión tiene alas. Salvo que sea un helicóptero. Pero en el Perú, en educación, se ha fabricado algo que no existe en otros países. Hace 30 años nos salimos del pattern o marco que es corriente en todo país. Lo que nos sacó de lo normal fue la extinción de las asignaturas. Así de simple y así de estúpido. El que habla hizo sus estudios en una Gran Unidad Escolar. Pero qué digo... Si hubiera sido un colegio privado, era lo mismo. Se enseñaba por materia, es decir, ciencias y humanidades. Como ciencias, Matemáticas, Álgebra, Geografía, Física y Química. Claro está, a lo largo de los 5 años de secundaria. E Historia del Perú, Historia universal, Gramática, Lógica, lenguas diversas. Hoy un joven peruano no conoce su historia. Cantamos el «somos libres» y sin embargo somos el único país de América Latina que no tiene conciencia de su nación. Y me olvidaba, curso de Religión y de Educación Cívica. Si el que me escucha no me cree, haga algo sencillo: yendo a Google, pregunte a los países cercanos qué disciplinas, asignaturas y materias se estudian. No va a encontrar «áreas» como en el Perú. Vaya entonces y pregunte por el sílabo peruano. Y busque usted un pañuelo porque es para llorar. 

Digamos la verdad: hace 30 años, se instauró un sistema de educación en el que el profesor no existe, se le llama «facilitante». No hay educación sin la transferencia del conocimiento de una generación a otra. Pero nuestros geniales pedagogos lo han borrado de la pizarra. La palabra conocimiento casi no se usa en los sílabos actuales. Se trata hoy de formar «habilidades». Pero justamente, la habilidad era el resultado de los ejercicios tanto en literatura o ciencias de la naturaleza. Por lo demás, no forman lo mínimo. Por algo se llamaba la media. Es decir el espacio de aprendizaje para aprender a aprender en la adolescencia. Pero, geniales como somos —«creativos»—, los cursos por materias han sido reemplazados por «áreas». La vanidad y la mentira, eso se hace para adultos en las universidades. En conclusión, la educación peruana no es mala, ¡no existe! Hay una palabra para definirla. Un Ersatz. Es decir, el edulcorante que toma el diabético y reemplaza al azúcar. 

La situación es grave. Después de la pandemia, económicamente, no estaremos como antes del Covid. Tendríamos que traer profesores de otros países en lengua castellana. Lástima, porque había en el pasado profesores especializados en Matemáticas, Física, y que se formaban en las universidades peruanas. Y eso ya no hay. En las aulas dan lecciones sobre «los valores». O sea, chamullo. Y ¿para qué profesores si las disciplinas han desaparecido? ¿Quiénes destruyeron la secundaria? Un par de corrientes. Las que se llaman «constructivistas». Consideran que la mente infantil se autorganiza. Enorme malentendido. El ser humano no necesita aprender a hablar, correr o comer. Eso es natural. Un niño, si vive en Alemania o en China, puede aprender esas lenguas, pero leer y escribir no es natural sino cultural. Si hay escuelas, padres que enseñen. No existe el gene de la lectura. Leer es un hábito. Y se tiene en la infancia o nunca. 

Hoy la gente se chanta en las comunicaciones. Muy bien es tener velocidad, eso será entre personas, porque saber, es otra cosa. Necesita un esfuerzo y tiempo. Y la chanchada de nuestros días es afirmar que los conocimientos pueden conocerse sin los libros. En mis viajes, yo veo libros cada vez más grandes, de mil hojas para adelante.

En el tiempo en que vivimos, las ciencias y las sociedades se modifican, y hay cambios de paradigmas del saber. Quiero decir que si en el pasado no teníamos un nivel educativo suficiente, al menos nos acercábamos a las grandes sociedades. Hoy estamos más lejos que nunca. El nivel general ha colapsado. Cada año, los estudiantes que llegan a la universidad no entienden un texto y a veces, ante profesionales, tengo que explicar qué es un párrafo. Nadie les ha enseñado lo mínimo. Saber comentar un texto ajeno. Y saber escribir un texto propio. Así de simple. Y así de perverso. Los jóvenes salen de las aulas secundarias sin haber adquirido o bien una capacitación para un oficio, o bien las herramientas cognitivas para seguir estudios superiores. Pero ni eso ni lo otro. Y entonces informales improvisados con poco nivel de productividad en lo que se metan. Lo que ha pasado en el Perú es una masacre de inocentes.

En la chanfaina de la escolaridad peruana, en vez del saber en aulas se dieron lecciones sobre «valores». Un mamarracho seudomoralista. El resultado está a la vista: nunca ha habido más violaciones y madres de familia a los 12 años. Y al SUTEP por la contribución en formar espíritus ciudadanos respetuosos del otro. Nada de pensamiento único. Pero hablando en serio, el amor a los estudios fue mi generación de los 70. Matos Mar, de Soto, Cotler, Iván Degregori, Fuenzalida, Flores Galindo, Portocarrero. Pero ellos tuvieron esa formación en la secundaria que como dicen, ya fue. Como profesor en Francia (cargo que solo se tiene si se gana el puesto en un concurso público), he visitado diversos países. Pero en ninguno he visto tal vanidad, la de los que le dieron la vuelta a la enseñanza. La solución es escucharles decir ‘nos hemos equivocado’. Pero eso no ocurre, hacen planes de reforma que no son sino «la misma chola con otro calzón» (Gajes y oficios de la Jerga Peruana, Julio Hevia).  

En este tema hay que desahuevarse. No hay otra palabra. Hay que traducirla a los expertos del Banco Mundial, son los interesados en embrutecernos masivamente. ¿No es cierto señor Saavedra? Pero la no educación arranca en los noventa. ¿No es cierto señor Vexler? ¿Era necesario eliminar todo lo que fuese humanidades? ¿Porque en el Consenso de Washington eso es lo que imponen? ¿Y a eso le llaman Reforma? ¿A que los jóvenes peruanos no aprendan a pensar por cuenta propia? La educación que anularon era sencilla, se enseñaba materia por materia. Con notas numéricas. Esfuerzo y no entretenimiento. Lo actual es un despelote. El Perú está en riesgo. La mala educación contamina a la gente, a la clase política, a los diarios, al conjunto de la sociedad peruana. Es nuestra enfermedad crónica el «yo ya sé, y no necesito ni leer, ni aprender, tengo celular». Entretanto nada de Gramática, nada de Lógica. Estupendo, bienvenidos a la barbarie. 

PD: Lo de la crisis política, después del viernes que viene.

Hugo Neira
13 de septiembre del 2020

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