Cecilia Bákula
La educación en tiempos de COVID-19
La importancia de la virtualización de la educación

Ya no hay que explicar cuáles son las razones de este largo confinamiento social. Y en estas circunstancias, una de las actividades que ha sufrido un gran impacto es la educación. Entiendo que desde el Ministerio de Educación se han estado tomando muchas acciones para que, en la medida de lo posible, haya “clases” y se imparta contenido a los miles de alumnos que son parte del sistema educativo estatal. Si bien es una medida paliativa positiva, eso nos enfrenta a una realidad inocultable: Internet no llega a todo el país, no es de banda ancha ni es gratuito. Hay zonas a las que solo llega la radio, no el cable, no el Internet, no las imágenes, y miles de peruanos, con celular en mano, no saben cómo acceder a mejores usos académicos de ese equipo.
Adicionalmente, este año será un año “cojo”; tendremos que ampliar y alargar los ciclos, abandonar cualquier tipo de feriado y vacaciones y poner el mejor empeño en aprender con optimismo. Me preocupa que este año “cojo” pueda afectar a una gran parte de la población, pues hay distancias abismales entre las opciones y aportes de algunos colegios y centro de educación respecto a otras ofertas, mucho más limitadas, no elaboradas y deficientes. Un asunto más y urgente para poner al día, para actuar con miras a que eso que llamamos “derecho a la educación” sea una realidad y no solo un enunciado. Y enfrentar el futuro debe hacerse en este y en todos los campos, con gran seriedad, dejándonos de implementar “ensayos” en cuanto al currículo, temarios, pues se viene dejando de lado en los colegios, (por no decir obviando voluntariamente), temas sustantivos asociados al buen comportamiento cívico, a los valores, a nuestra raíces y conocimiento del país en su riqueza y en su historia.
En ese universo ya de por sí complicado en el que nos movemos, quiero destacar el valor inmenso de la virtualización de la educación, como una opción para que el proceso de aprendizaje no se quiebre. Y para que aquellos que pueden acceder a ese sistema, aun con el riesgo de algunos fallos y errores, le saquen el mayor provecho. Y para que sepamos siempre que en este mundo, en este momento, todo es un reto, una oportunidad, una posibilidad.
No es lo mismo la llamada “educación a distancia” que el proceso de virtualización que nos hemos visto obligados a asumir. Entiendo que comúnmente se denomina “educación a distancia” a aquella que se ha organizado sin gran porcentaje de sesiones virtuales, y que más bien significa un proceso de acompañamiento por parte del tutor o encargado del dictado de esa unidad o curso. De eso hay mucho en el mercado y, poco a poco, sobre todo en estos tiempos, se va haciendo más común seguir estudios a través de esa variada oferta. Alguna son serias y otras banales, pero es aprendizaje al fin.
En mi condición de docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú debo reconocer la capacidad de respuesta institucional y el empeño para lograr que los docentes, adquiriéramos cierta habilidad y manejos en las plataformas que vienen permitiendo el “dictado” de clases. Del mismo modo, ha habido una respuesta muy positiva de los alumnos al aceptar, porque no cabe otra posibilidad, tener clases virtuales.
¿Qué implica ello? De acuerdo a mi experiencia, debo mencionar que es un inmenso reto, pero tan fascinante como enorme. Lo he visto como una oportunidad, posibilidad de crecer, aprender, exigirme más y ser capaz (ojalá lo logre) de transmitir a mis alumnos, que no son pocos, conocimientos, experiencias y reflexiones. Así como la importancia de aprovechar todas las oportunidades que la tecnología nos da y saber que, en tiempos de guerra –y el Covid-19 es una situación de guerra– solo nos queda aprovechar lo que tenemos, disfrutar de la vida, valorar cada elemento que se nos brinda, cada detalle compartido, cada esfuerzo hecho por muchos, entendiendo que en sociedad somos capaces de salir adelante.
Ya no están los tiempos como para el “me gusta o no me gusta”, la historia nos da muestras de muchas situaciones dramáticas en las que el hombre, sacando de cada momento las mejores enseñanzas, se reinventa, se recrea, hace un alto y debe aprender a ser mejor ser humano. Así es como estamos ingresando a una nueva era, realmente inauguramos el siglo XXI.
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