Jorge Varela

La Constituyente de Chile

Primera parte: se tambalea el andamiaje institucional

La Constituyente de Chile
Jorge Varela
24 de mayo del 2021


En Chile se está viviendo el vértigo acelerado de un proceso político que es la expresión de un profundo cambio cultural histórico que pocos analistas percibieron o no quisieron ver. Tras las megaelecciones de hace menos de dos semanas este proceso que es la continuación de varios conflictos no resueltos durante décadas, ha iniciado su recorrido pacífico por los cauces institucionales acordados, pero también podría desviarse hacia un destino caótico que comprenda viejos tiempos de violencia y enfrentamientos ya conocidos. 

Una característica de este cambio es el cuestionamiento al núcleo del sistema democrático-representativo, al régimen económico (neoliberal), al modelo institucional vigente y a todo el espectro político, mediante un enfoque y comportamiento propios de quienes no se sienten comprometidos con ningún partido, incluso si éste se sitúa en el hemisferio izquierdo. Es la madera dura de la que están hechos los jóvenes izquierdistas radicales movilizados que impulsaron y ganaron en las calles la convocatoria a una constituyente en octubre del año pasado. Su mejor logro hasta ahora es haber institucionalizado la insurrección del 18 de octubre de 2019. 

Inicio y desarrollo del proceso 

El proceso referido tendrá inevitablemente un inicio y desarrollo complejos, pues coincidirá con la pugna por las candidaturas a presidente (primarias en julio) y la realización de elecciones presidenciales y parlamentarias (en noviembre), entre otros eventos. Existe además la posibilidad de que los dirigentes políticos avasallados por el veredicto ciudadano terminen maniatados en la red de sus intereses oscuros y se nieguen a asumir con dignidad los desafíos inherentes al cambio cultural. Es lo que ha ocurrido en la semana posterior al domingo 16 de mayo. 

En este sentido lo que no debieran hacer los convencionales más rígidos y duros es atrincherarse frente ‘al otro’ antes de iniciar la serie extensa de debates, pues cada uno es y será responsable de que surja y se apruebe una nueva Constitución, sin olvidar su propia rendición de cuenta ante los ciudadanos que lo eligieron. No es una responsabilidad solo de la izquierda o de la derecha.

Entre los constituyentes hay una mayoría cuya lógica de acción no obedece al pensamiento y práctica de algún partido específico. Claramente eso sí, hay todo un cuestionamiento integral a la realidad e inequidad existentes que proviene históricamente, quiérase o no, de la izquierda cobijada en orgánicas partidarias dañadas, lo que alienta a aquellos que sostienen que se producirá un acuerdo táctico con las posturas del Partido Comunista o del Frente Amplio. 

Los convencionales que anhelan redactar una nueva Constitución desde su particular punto de vista están ante un gran dilema: o se entienden con los que piensan diferente o juntos se irán directo al foso donde descansan los necios y tozudos. Si no hay voluntad de acuerdo, fracasarán. Esta Constituyente lleva en su seno una contradicción y es que muchos de los que han cuestionado la ‘democracia de los acuerdos’, tendrán que llegar necesariamente a entendimientos básicos. Muchos actores vociferantes desde la cuna, nunca han conversado con los que piensan distinto a ellos, o muy pocos. Como ha declarado un articulista: habrá un tiempo para que se huelan y encuentren el camino para no fracasar, evitando convertirse en personajes estériles al servicio transitorio solo de consignas. 

La fórmula para que haya acuerdos fructíferos consiste en que comiencen a acercarse los dialogantes racionales, porque si no realizan a conciencia y a cabalidad su tarea van a desprestigiarse, sean de la Lista del Pueblo, sean de Chile Vamos, sean de Apruebo Dignidad o sean del sector que sean. 

¿Cómo será el futuro del Chile constituyente? 

Cuando un sistema social y político está erosionado y su clase dirigente entra en fase de descomposición, se despierta en la base el deseo legítimo de cambio y el ímpetu por reemplazarlos, generando grandes esperanzas, pero a la vez un grado manifiesto de incertidumbre. “El verdadero problema de la revolución no es hacerla, sino cerrarla”, ha dicho acertadamente el teórico político argentino Jorge Dotti,

La Convención que partirá en julio próximo tomará más de un año antes de que la voluntad popular decida si acepta o no la propuesta de una nueva Constitución.

Para el sociólogo de centro-izquierda José J. Brunner, el cambio, renovación y circulación de la élite política chilena, alcanzó su punto de no retorno. En su opinión “la Convención será clave” para encauzar dicha sustitución. Afirma que “la suerte no está echada” y que existe un potencial de desbordamiento y agudización de los conflictos. (“Punto de no retorno”, El Mercurio, 21 de mayo de 2021).

Por su parte Patricio Fernández uno de los constituyentes elegidos como independiente, fundador del periódico The Clinic, preguntado de modo específico: ¿es ingenuo o estúpido tener miedo sobre el futuro de Chile?, o ¿es ingenuo o estúpido tener esperanzas de un futuro mejor en Chile?, lanzó un rotundo doble “¡no!”, como respuesta. “Por ahora, tenemos un alto grado de incertidumbre”, fue su razonamiento.

¿Hay motivos para sostener este diagnóstico de incertidumbre? 

Un porcentaje considerable de constituyentes electos bajo la orientación e influencia de diferentes corrientes progresistas, neo-comunistas e izquierdistas radicales, intentará redactar conjuntamente una Constitución anticapitalista y configurar formas directas de participación democrática, mientras los partidos de derecha ni siquiera llegaron al tercio suficiente para vetar propuestas de ese calibre. No se avizora como factible una eventual alianza entre la derecha y sectores de izquierda democrática integrantes de la antigua Concertación, salvo coincidencias puntuales en determinadas materias de defensa común. El cataclismo de mayo fue tan destructor que provocó derrumbes en los principales partidos tradicionales y demolió el centro del espectro. 

El menú de demandas y la agenda de acciones tácticas concretas de la nueva izquierda chilena ha colocado mucho cemento a los primeros pilares de sustentación de una vía que podría conducirla al poder para enseguida terminar desplazando y derribando la estructura tambaleante del andamiaje institucional que aún permanece en pie. Es el horizonte que hoy se divisa en medio de la bruma.

Jorge Varela
24 de mayo del 2021

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