Jorge Varela

La Constituyente de Cerrón y Castillo

Un chantaje totalitario en versión andina

La Constituyente de Cerrón y Castillo
Jorge Varela
10 de agosto del 2021


El gobernante Pedro Castillo anunció el pasado 28 de julio que enviará un proyecto de ley al Congreso para convocar a una Asamblea Constituyente y reformar la Constitución, –una de sus principales banderas políticas–, respetando el procedimiento establecido escrupulosamente en el artículo 206; proyecto que espera sea aprobado y sometido a ratificación en referéndum popular, tras el debate parlamentario correspondiente.

En su intervención reiteró que insistirá en el marco de los instrumentos que la Constitución determina; expresando que “nunca se hará tabla rasa de la legalidad. Para lograr este propósito tendremos que conciliar posiciones con el Congreso de la República”. Agregó que “el Estado debe tener libertad para promocionar, para vigilar y regular de acuerdo al interés de las mayorías”. “Ejecutaremos y respetaremos con energía lo que el pueblo decida”.

Cuando Pedro Castillo clasificó para la segunda vuelta manifestó su compromiso de cambiar la Carta Magna, pero se refirió a una posible disolución del Parlamento y reafirmó su propuesta de cerrar el Tribunal Constitucional. Según explicó, adoptará esta última medida porque considera que “los magistrados están defendiendo una Constitución que ha terminado con todos los derechos y con el saqueo del país. ¿Para qué está el Tribunal? ¿Para defender al pueblo o para defender a una Constitución que ya no da para más? (…) Los magistrados tienen que convertirse en los verdaderos tribunos del pueblo para defender derechos constitucionales”, manifestó (El Comercio, 13 de abril de 2021).

Argumentación retorcida

En su primer mensaje Castillo reconoció que la Constitución de 1993 no incorpora la orgánica de una Asamblea Constituyente, ni la elaboración de una nueva Constitución; tampoco incluye la atribución del presidente de la República para convocar a un referéndum. Sólo considera la posibilidad de la reforma parcial o total de la Constitución, por parte del Congreso. No obstante, preguntó: “¿quiere ello decir que el pueblo peruano está condenado a seguir prisionero de esa Constitución? ¿A pesar, –sostiene–, que la mayoría de quienes votaron en las recientes elecciones, y que hoy tienen menos de 46 años, no participaron políticamente en la aprobación de dicha Constitución? La respuesta, sin duda, es que no”, fue su conclusión. “El poder constituyente originario emana del pueblo y no de los gobernantes ni de las autoridades”.

Origen y composición de la Asamblea Constituyente

Ante quienes cuestionan la instauración de una Asamblea Constituyente, pues la norma constitucional puede ser reformada por el Congreso, Castillo retruca que: “la labor constituyente no puede ni debe estar a cargo del Poder Ejecutivo y el Congreso... el primero debe concentrarse en gobernar y el segundo en legislar y ejercer el control político al gobierno”. “La Asamblea Constituyente será elegida por el pueblo exclusivamente para dedicarse a elaborar, en un plazo predeterminado, un proyecto de Constitución, producto del debate político y acuerdo pluralista que será sometido a referéndum”. 

Según su planteamiento la referida Asamblea “debe ser plurinacional, popular y con paridad de género. Su composición tiene que incluir, al lado de candidatos propuestos por las organizaciones políticas inscritas, a porcentajes de candidatos provenientes de los pueblos indígenas, nativos y originarios; del pueblo afroperuano; de candidaturas independientes provenientes de los gremios de organizaciones populares y de la sociedad civil”.

Estrategias alternativas: negociación, chantaje y disolución

Recuérdese que después del 11 de abril (fecha de la primera vuelta) Vladimir Cerrón, mentor de Castillo, planteó en relación con la convocatoria a una Asamblea Constituyente, “que se puede negociar y llegar a un consenso” en el Congreso. 

Respecto a la existencia de una fuerza de derecha, expresó: “Ellos necesitan el apoyo de un Ejecutivo, en el caso de que nosotros ganemos, y eso cambia el tablero de cómo se puedan mover las votaciones en el Congreso. Si el Congreso se opone a una Asamblea Constituyente para un cambio total de la Constitución, tendríamos que activar el plan B: pugnar por la reforma de la Constitución, que sí lo permite la propia Constitución de 1993. En tal sentido, enfocaríamos nuestro problema en el capítulo económico. Muchos lo han cuestionado, no solo en la vertiente izquierdista”. 

Acerca del objetivo de disolver el Congreso si este órgano no aprobara la realización del mencionado referéndum, Cerrón dijo: “Sería muy precipitado manifestar en este momento que se va a proceder a una disolución congresal, pues ya hemos visto con las experiencias que se ha tenido que muchas veces ha agravado la situación política del país. Queremos llegar a consensos. No le pedimos a cada partido que pierda su esencia, pero que podamos trabajar en los temas comunes para hacer un mejor país”. En tal sentido, manifestó que “esa (disolución) es una posibilidad lejana que, sin haber ganado un proceso electoral y mucho menos sin haber asumido un cargo, pudiera estar planteándose” (El Comercio, 14 de abril de 2021)

La pulsión totalitaria es más fuerte 

A Castillo –quien inicialmente sostuvo que no gobernaría desde la Casa de Pizarro, porque tiene que romper con los símbolos coloniales– es imprescindible formularle varias preguntas, a partir de las estrategias diseñadas por Cerrón. ¿La izquierda marxista-leninista, ‘cerronista’, a la que pertenece, tiene de verdad real interés en proponer y aprobar una nueva Constitución? El documento “Ideario y programa” redactado por el fundador de su partido, postula “promover y lograr un cambio constitucional” y precisa que la nueva Constitución debe concluir en “el desmontaje del neoliberalismo”, siguiendo parámetros tomados de Evo Morales y Rafael Correa.

Si se analiza minuciosamente lo que ocurre en países como Cuba, Nicaragua, Venezuela, o Bielorrusia y Corea del Norte, –sistemas políticos de signo totalitario donde el atropello a la vida y dignidad humana, la transgresión a las libertades esenciales, y el control absoluto de las instituciones del aparato estatal está en manos de unos pocos autócratas auto iluminados y sedientos de poder–, habrá que concluir que ellos actúan como si no hubiera normas fundamentales básicas que obliguen a los jerarcas a respetar al pueblo, en nombre del cual dicen actuar. ¿Cuál es la intención del cerronismo? ¿Seguir también la huella de los Castro, Díaz-Canel, Ortega. Maduro, Lukashenko y Kim Jong-un? ¿Atemorizar a los demócratas y someterlos a chantaje para aplastarlos? ¿O toda esta propuesta es la copia de una estrategia obsesiva propia de esquizofrénicos, de personajes afiebrados que deliran día y noche sin pausa? Cuando las semejanzas y coincidencias abundan, ¿dónde está la diferencia?

¿Qué significado le otorga Pedro Castillo, a su frase: “es el tiempo de la reconstrucción de la unidad nacional”? ¿Estará dispuesto a dejar de lado las preferencias ideológicas, las posiciones políticas e intereses personales, como afirmara en su mensaje; o permanecerá cautivo a perpetuidad, encerrado en su “cerronismo”?

Jorge Varela
10 de agosto del 2021

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