Neptalí Carpio

La chicha de jora y la derecha peruana

Le haría bien al país que un candidato de derecha pase a la segunda vuelta

La chicha de jora y la derecha peruana
Neptalí Carpio
01 de abril del 2021


Si se trata de sincerar la política peruana, el escenario ideal de una segunda vuelta electoral debería ser entre un candidato de derecha y otro de izquierda o de centro izquierda. Si esto se da, los resultados de las elecciones del 11 de abril decantarían una polarización que se ha venido forjando durante varios años, muchas veces agazapada por el predominio de opciones políticas de centro, aquel humor que predominó en las elecciones de las últimas décadas. De este modo, los resultados de la segunda vuelta electoral serían el momento de desembocadura de una tensión que viene madurando y fermentando, como la chicha de jora, en la sociedad peruana. 

No se conoce en la historia republicana de los últimos 50 años un desenlace diáfano entre derecha e izquierda. Entre otras cosas, porque los seguidores de la primera opción nunca quisieron mostrar su verdadero rostro. Siempre se escondieron en posturas centristas, populistas y hasta de centro izquierda; a tal punto que Pedro Pablo Kuczynski, en la campaña del 2015-2016, tuvo el atrevimiento de llamarse de “izquierda”, convocando a una “revolución social”, para ganar a las fuerzas de centro e izquierda y derrotar a Keiko Fujimori. Tanto el PPC, el Apra y el fujimorismo, pese a que habían virado hacia una posición de derecha, jamás aceptaron tal caracterización, a pesar que sus discursos, planes de gobierno y práctica política los ubicaban, en el imaginario mayoritario de la gente, en ese espacio del espectro político. 

Durante los últimos diez años viene madurando en la sociedad una corriente variopinta de derecha que intenta afirmar una identidad, generando el intenso relato de que la izquierda ha gobernado el país; o que tiene una fuerte influencia en las políticas públicas del Estado y en diversas instituciones y ámbitos como la educación y la cultura. El influjo de esta corriente proviene de los sectores más conservadores de las iglesias católica y evangélica; y de diversas instituciones intelectuales y grupos empresariales, quienes han tomado la firme decisión de mostrar un rostro anti izquierda, de defensa del capitalismo. Instituciones que, en sus expresiones más extremas, toman como base a la religión y a Dios, como factores para tamizar un discurso y la potencial hegemonía cultural en la sociedad, la cultura, los medios de comunicación y la política. 

En el actual proceso electoral, diversos sectores –al percatarse de que Keiko Fujimori, el Apra y el PPC ya no son alternativas de gobierno– vienen reconfigurando su ubicación en otras opciones, como Rafael López Aliaga o el propio Hernando de Soto. Si algo debemos reconocer en ambos candidatos es su frontal ataque contra la izquierda, llegando a conquistar amplios niveles de posicionamiento, con expectativas de pasar a una segunda vuelta electoral. Ambos proyectan su influencia no solo en Lima, sino en otras regiones del Perú; ahí donde existen plataformas empresariales modernas y universidades privadas, pero también el envejecimiento de la izquierda y de otros partidos. Eso explica que la última encuesta de Datum (que técnicamente no pudo medir el impacto de los tres debates organizados por el JNE) muestre que el voto de la derecha bordea aproximadamente el 22%, sin tener en cuenta los votos válidamente emitidos. 

La experiencia de construcción de nuevas hegemonías políticas ideológicas en una sociedad, nos indica que a toda nueva mayoría electoral le debe corresponder, como paso previo, una ofensiva cultural de crítica al establishment y la aparición de una nueva generación de políticos e intelectuales. Eso ocurrió desde mediados de los ochenta del siglo pasado con personajes como Mario Vargas Llosa, Hernando de Soto, Carlos Boloña, Enrique Ghersi, Pablo Bustamante, Pedro Cateriano, entre otros. Ellos fueron el soporte, en el Perú, del llamado “Consenso de Washington”, e hicieron una crítica frontal al populismo estatista y la corrupción del primer gobierno de Alan García. La expresión más avanzada de ese intento fue la creación del Movimiento Libertad. La pregunta que debemos hacernos en estos días es si los sectores de la derecha peruana de estos años están creando ese momento de ofensiva cultural previa, o si aún no lo han logrado. Una ofensiva cuyos efectos se verán reflejados en los resultados electorales. 

La presentación de Hernando de Soto y Rafael López Aliaga en el reciente debate electoral ha mostrado que aún no nos encontramos en ese momento precursor de un cambio sustantivo en la política peruana. Todavía no tenemos una derecha renovada, con la frescura de una verdadera opción de gobierno y con una nueva generación de políticos y una nueva tecnocracia. Muchos nos hemos sorprendido con la presentación de Hernando de Soto, que distó mucho del cuarentón Hernando de Soto, el de El otro sendero, aquel que participó contra estatización de la banca de Alan García, construyendo un potente think tank, como era el entonces Instituto Libertad y Democracia. Muchos nos decepcionamos al ver a un De Soto falto de reflejos, agotado, sin aquel brillo de antaño y mostrando casi únicamente las rentas y sus logros del pasado.

Una cosa similar se podría decir sobre López Aliaga, de Renovación Popular. El líder celeste apareció como una esperanza para amplios sectores de la derecha, en especial para el sector más conservador de la sociedad, llegando a ubicarse en segundo o primer lugar en algunas encuestas. Sin embargo, justo en el momento en que requería ampliar su presencia en el sector femenino, en la juventud y en el interior del país, cae en el grave error de insultar a periodistas mujeres y mostrar una personalidad errática. Y de remate, su participación en el debate del último miércoles fue una gran decepción, desaprovechando una magnífica oportunidad. De esta manera, la derecha peruana, intentando buscar una nueva identidad para apostar a ser una verdadera alternativa frente a la izquierda y el centro, por ahora se encuentra en aprietos. Que no nos extrañe pues que, otra vez, la derecha peruana vuelva a depositar su confianza en Keiko Fujimori, tal como también lo demuestra la última encuesta de Datum. Y como sabemos, la misma lideresa del fujimorismo es consciente de que no tiene ninguna opción en una segunda vuelta electoral. 

Reitero, le haría bien al país que un candidato de la derecha pase a la segunda vuelta electoral, sincerando las verdaderas tendencias en la sociedad de los últimos años. Sería dramático y traumático para los seguidores de Keiko Fujimori, Hernando de Soto y López Aliaga, en la eventualidad de que ninguno de ellos pase a la segunda vuelta electoral, tener que escoger entre Yonhy Lescano, Verónika Mendoza y George Forsyth; o llamar a votar en blanco o viciado. No obstante, reitero, utilizando –en sentido figurado– la imagen de la chicha de jora que sigue fermentando, el hecho de que en el algún momento se hará evidente y necesario para la sociedad peruana optar claramente por una derecha que no oculte su verdadero perfil y propuestas, para construir los cimientos de un nuevo momento del desarrollo capitalista de nuestra república. Para ello deberá lucir un liderazgo más juvenil, menos ligado a nuestra tradición mercantilista y de alta corrupción.

Neptalí Carpio
01 de abril del 2021

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