Rafael Aita
La actualidad de un milenario mito peruano
Su aplicación a la lucha política y social de hoy

Hace unos días fue la marcha "Con mis hijos no te metas", la cual dio pie a reavivar el debate entre los conservadores y la progresía liberal. Los conservadores son aquellos que abogan por el respeto a las tradiciones, la familia natural como célula básica de la sociedad y la propiedad privada. Y como suele suceder en la mayoría de casos, estos principios son sostenidos por la moral cristiana. Por el otro lado, la progresía liberal (normalmente descontenta con los valores tradicionales) busca reinventar los cimientos sobre los que se sostiene la sociedad, redefiniendo los conceptos de matrimonio, familia, igualdad, derechos, género. Ellos descartan, obviamente, la herencia dejada por las tradiciones y la religión (que pasan a ser elementos negativos) para basarse en un fuerte individualismo.
Pocos saben que esta lucha fue representada de forma simbólica en un antiguo mito costeño que enfrentaba a los dioses Kon y Pachacamac. El cronista Agustín de Zárate describe al dios Kon como una deidad sin huesos ni articulaciones, sin forma alguna pero con características antropomorfas por lo que se podía mover velozmente, zigzagueante. Los Nazca lo representaban siempre volando, con brazos y pies (y a veces cuerpo) ondulantes como chorros de agua que adaptan su forma a los accidentes del entorno. Kon era un dios sin forma, sin estructura, un dios de caos y anarquía.
Por otro lado tenemos a su enemigo Pachacamac. En quechua, la palabra pacha designa tanto al espacio como al tiempo, mientras que kamaq se traduce como animar, acomodar u ordenar. Pachacamac era aquel que animaba el cosmos, colocaba cada cosa en su lugar y mantenía su orden. Pachacamac era un dios reposante, que habitaba en el subsuelo. Se dice que con solo girar la cabeza causaba grandes terremotos, por lo que era conveniente que permanezca quieto. Para ello se le ofrecían tributos y regalos en el Santuario de Pachacamac, al sur de Lima, donde se le representaba con una alta vara tallada en madera de lúcuma, con dos rostros, pues al ser dios del espacio y del tiempo podía ver igualmente el pasado como el futuro. Por ello también era un poderoso oráculo al cual venían a consultar caciques y sinchis de todo el Perú, e incluso fue consultado por el poderoso inca Túpac Yupanqui. Pachacamac era el dios del orden y la estabilidad que requiere toda civilización para progresar.
Para los habitantes del antiguo Perú, Kon y Pachacamac debían luchar. Un conflicto eterno que simboliza la sucesión de orden y caos que vemos tanto en la naturaleza como en las sociedades. A épocas de paz y prosperidad les siguen eventos cataclísmicos que trastocan el orden establecido para luego dar paso a un nuevo ordenamiento. Y como todo enfrentamiento cósmico, se repite hasta el día de hoy, entre aquellos que quieren preservar los valores y estructuras sobre los que se han fundado nuestra sociedad, y aquellos que quieren socavarlos para su reinvención.
¿Cómo finalizó el conflicto entre Kon y Pachacamac? Según el mito, Pachachamac venció a Kon por ser más poderoso. El orden siempre termina imponiéndose sobre el caos. Sin embargo, Kon, encolerizado por su derrota, ordenó al agua de los ríos retirarse de la costa, dejándonos una franja costeña desértica hasta el día de hoy. Esperemos que este conflicto entre orden y caos, entre preservar y reinventar, no nos deje una sociedad devastada, desértica y árida de valores.
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