Aldo Llanos
Introducción al Nuevo Orden Mundial (4)
El rol de la Agenda 2030
En la entrega anterior, habíamos repasado el proceso de secularización de lo religioso y de sacralización de la política como efecto deseado por quiénes suscriben el Nuevo Orden Mundial (NOM. Pero, ¿en nombre de qué? (¿o de quién?). Para ensayar una posible respuesta, recordemos las tentaciones de Jesucristo en el desierto, en donde el demonio resume su acción en este mundo proponiendo alcanzar el bienestar en esta tierra de espaldas a Dios, es decir, sin conversión personal.
Está de más decir que todos debemos luchar por alcanzar el mayor bienestar posible, pero, sus resultados, dependerán de los motivos. ¿Lo haremos por motivaciones extrínsecas o intrínsecas?, ¿por motivaciones intrínsecas o trascendentes? De ahí que el fin del cristianismo no sea en primer lugar el conseguir el paraíso en la tierra, como sí lo es para las religiones políticas, las cuales, “divinizan” el Estado de bienestar material.
Es entonces cuando aparece la llamada Agenda 2030 y sus diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que no son más que una prolongación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), impulsados por la ONU a inicios del año 2000. Si uno revisa los títulos de estos diecisiete ODS, se topará con enunciados grandilocuentes (¿Quién podría estar en contra del ODS 1: “Fin de la pobreza”, del ODS 2: “Hambre cero” o del ODS 6: “Agua limpia y saneamiento”?), aunque, no exentos de ambigüedades (p. ej. ODS 4: “Educación de calidad” ¿quién determina qué es y qué no lo es?; ODS 5: “Igualdad de género”, ¿en qué consiste dicha igualdad y sobre qué presupuestos antropológicos se parte?; o del ODS 10: “Reducción de las desigualdades”, ¿todas las desigualdades o sólo algunas?, ¿y quién determina su prioridad o qué algo lo sea?)
Por ello, la Agenda 2030 y sus diecisiete ODS no son más que enunciados “buenistas” de difícil aplicación dada la multiplicidad de contextos en el mundo. Sin embargo, a pesar de no ser vinculantes, tiene todo el apoyo de la gobernanza mundial ya que es la promesa del paraíso en la tierra que la religión política de la modernidad ofrece para todos, aunque sólo algunos terminen beneficiándose.
Por ejemplo, ¿a quién beneficiaría el aborto si este se incluye en el ODS 3: “Salud y bienestar? Pues a los grandes capitalistas que impulsarán clínicas e insumos abortivos, manteniendo su status quo con la población “a raya” mientras el grave problema del invierno demográfico no es abordado en ningún punto de la Agenda. ¿A quién beneficiarían las políticas “trans” si estas se incluyen en el ODS 5: “Igualdad de género”? Pues a los grandes capitales de la industria farmacológica y estética mientras se omiten políticas familiares que apuntalen los roles del padre y la madre dentro las familias (es curioso que la única referencia a la madre en la Agenda 2030 sea la de la “madre tierra”).
Quizás por ello, podamos racionalizar que instituciones religiosas cristianas hayan suscrito la Agenda, aunque por diferentes motivos como los que mueven a las empresas privadas (rentabilidad en la imagen). Tal y como lo dije al inicio, ¿quién podría oponerse a muchas ODS así enunciadas?
No obstante, es menester estar muy bien informados (y formados) para saber separar la paja del trigo, recordando que, los anteriores órdenes mundiales occidentales, buscaron secularizar sus sociedades (y a su vez, sacralizar la política), para escapar del ethos cristiano que por siempre ha constituído un freno poderoso para el deseo de acumular riquezas a toda costa sin mala conciencia.
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