Luis Hernández Patiño

Ideología de género y terquedad gubernamental

No basta con pedir que no se metan con nuestros hijos

Ideología de género y terquedad gubernamental
Luis Hernández Patiño
21 de noviembre del 2018

 

El jueves 15 de noviembre una gran cantidad de personas se hizo presente en la Plaza San Martín con el propósito de manifestar su oposición y rechazo a la implementación de la ideología de género en la educación de los niños del Perú. Sin embargo, el presidente, sus ministros y demás funcionarios continúan con su decisión de a aplicar tal ideología, mediante políticas de Estado, desoyendo así olímpicamente,lo que los miembros de nuestra sociedad le están diciendo: “No a la ideología de género en el Perú”.

Con una actitud como esta, el Gobierno no hace más que faltarle el respeto a la mayoría de nuestra población, desde el momento que nuestras autoridades están desacatando su voluntad. En efecto, en calles y plazas se ha visto, y no por primera vez, que los peruanos no queremos que la educación de nuestros hijos y miembros de la familia natural se vea infectada con la mencionada ideología. Pero para el Gobierno ello es como si ni se oyera llover. ¿Por qué nuestras autoridades continúan empeñadas en hacer oídos sordos? ¿Por qué no se inmutan al ver las grandes manifestaciones que se producen, como la del 15 de noviembre?

Podemos hacernos no pocas preguntas a partir de lo que observamos. Pero ante todas ellas, la respuesta es que, en el fondo, nada de esto es por gusto. Lo que ocurre es que, sin que se nos haya consultado, nuestras autoridades se han comprometido a poner la educación y la cultura de nuestro país en manos de un proyecto supranacional. Un proyecto cuyos objetivos son realmente nefastos, ya que contempla la destrucción de las identidades nacionales, minando el fondo de las instituciones básicas de la sociedad, como es el caso de la familia natural, recurriendo para ello a la ideología de género como herramienta de uso, hasta que dicha ideología le sea útil. Por eso vemos la dedicación, el empeño y el esmero que nuestros dirigentes ponen en su implementación. Y de paso, vemos también el interés que muestran por quedar bien con los organismos internacionales que, no por casualidad, están muy preocupados en que la mencionada ideología se instaure en nuestro país y donde sea posible.

Para impresionarnos, como parte de la propaganda, se nos dice hasta el cansancio que la implementación de la ideología de género va a frenar la violencia que entre nosotros hay en contra de la mujer. Sin embargo, sabemos muy bien que el recurrir a un argumento como ese no es más que echar mano a lo que Marx tipifica como “fetichismo de la mercancía”. Porque en el terreno de los hechos, la ideología de género es una baratija teórica, algo así como un ron de baja calidad, que se nos quiere presentar como si fuese lo máximo, atribuyéndole poderes casi mágicos (que no tiene), como el de menguar la violencia femenina, para convencernos de sus “bondades” y de las ventajas que su aplicación tendría.

Frente a quienes se compran el “maravilloso cuento” de la ideología de género, vale la pena señalar que cuando dicha ideología ya no produzca los resultados que de ella se esperan, el poder fáctico global la va a descartar y, en su lugar, recurrirá a otros medios y herramientas que permitan instaurar un régimen de dominación de corte colectivista y oligárquico, como el que George Orwell nos muestra en su novela 1984. ¿Si tal ideología de género es tan maravillosa, si tan sólida es su base teórica, por qué no se les deja hablar en España a quienes la critican? ¿Por qué se da la intolerancia que ahora último hemos podido apreciar en la visita a ese país de los analistas argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez, quienes lo único que perseguían era brindar sus puntos de vista?

No, señores. No quieran tapar el sol con un dedo, ni quieran proclamar las bondades que la ideología de género no tiene. Más aún, ya basta de gastar plata de nuestros impuestos para publicitar un veneno ideológico que países como Rusia, Hungría y China han rechazado de plano, pero no porque estos sean necesariamente católicos, evangélicos, o lo que quieran. Entonces cabe la pregunta: ¿a qué se debe el rechazo de los rusos, los húngaros y chinos, ah? ¿No era que los únicos que nos oponemos a la ideología de género somos los católicos?

Con la manifestación del pasado 15 de noviembre, el Gobierno ha quedado notificado de que los peruanos no vamos a dejar que se nos introduzca ningún raro tipo de arroz con ideología de género. Pero de otra parte, ante la actitud del Gobierno, los miembros de la sociedad también tenemos que darnos cuenta de que nos espera una lucha larga y muy tenaz, en la que no puede haber lugar para ningún tipo de individualismo ni utilitarismo de grupo. Tal vez estemos en medio de una lucha en la cual las marchas no sean lo único por realizar. Porque, como están las cosas, ya no basta con pedir que no se metan con nuestros hijos; a nuestros hijos hay que rescatarlos de los vampiros de su inocencia. Vampiros que hoy cuentan con la complicidad y el apoyo de nuestro Estado.

 

Luis Hernández Patiño
21 de noviembre del 2018

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