¿Hasta cuándo la indolencia?

Hace unos años decíamos que el terrorismo lo sentimos en “carne propia” cuando se produjo el atentado de Tarata en pleno corazón de Miraflores en 1992, casi 10 años después de que Este había azotado las regiones más pobres de nuestro país, en la Sierra Central. Hace unos días colapsaron las tuberías de San Juan de Lurigancho y las calles se llenaron de aguas servidas, las mismas que inundaron las casas de la zona; dejando a miles de pobladores sin agua ni luz y en las condiciones más insalubres, diría yo inimaginables.

Un gran amigo mío, amigo de toda la vida, vive en San Juan de Lurigancho, lo conozco desde que empecé a trabajar y lo he visto luchar durísimo para comprar su casa, construir su segundo piso y lograr que su hijo vaya a la universidad. Muchos de ustedes lo conocen y saben que es una persona honrada, solidaria y generosa. El señor Ismael Chiré trabaja ahora en las calles de Sánchez Cerro o Salaverry, ayudando para que los jóvenes y profesores crucen la pista entre los distintos locales de la Universidad del Pacífico (UP).

Antes, estuvo durante años laborando medio tiempo en el local del jirón Junín 270 de la entonces Plataforma de Atención al Usuario  de la SBS, ayudando en la orientación del público que venía por información para “borrar su nombre de la Central de Riesgos” o para hacer trámites ante los bancos, AFP o empresas de seguros. Hemos compartido largas jornadas de trabajo y momentos muy hermosos porque el señor Chiré es miembro de una de las cuadrillas que carga al Señor de los Milagros y el día que la imagen iba a visitar el Congreso, le preparamos una alfombra de flores para que el Bendito Cristo Moreno pase por ahí y nos bendiga.

Antes de ayer vi a mi amigo quebrado, con los ojos llorosos, por primera vez en todo este tiempo que lo conozco, ha perdido todo, su casa, su calidad de vida y tiene que vivir en condiciones infrahumanas. Escribo hoy estas líneas para que nos pongamos en los zapatos del señor Chiré, para que no esperemos a que esta desgracia ocurra en pleno centro de Miraflores para entender que no podemos ser indolentes.

Espero que mis amigos de la SBS, de la UP y todos aquellos que lo conocemos seamos capaces de ponernos a la altura de las necesidades de nuestro amigo Chiré y con él, seamos capaces de responder a las demandas de nuestros amigos y familiares de San Juan de Lurigancho.

Quiero que el señor Chiré esté bien, quiero que la municipalidad de San Juan de Lurigancho, Sedapal y el Ministerio de Transportes recupere las calles de San Juan de Lurigancho, quiero que se castigue a los culpables, que se active el seguro que debería tener la municipalidad para pagarle a cada uno de los habitantes de San Juan de Lurigancho por el daño que les ha causado.

Y para eso los invito a que visitemos al señor Chiré, armemos una red de ayuda a nuestros amigos de San Juan de Lurigancho y seamos exigentes con las autoridades porque eso no solo se tiene que atender con urgencia, sino que no debe volver a ocurrir.

Querido señor Chiré, cómo quisiera evitar que pases por esta desgracia; pero mi impotencia será el motor para estar ahí, a tu lado, apoyándote y luchando para que esta desgracia no la cargues solo, estamos juntos, como siempre porque tú te mereces eso y más.