Hagámoslo nosotros mismos

La revolución digital ha dividido aún más al país. Mientras el Perú formal y globalizado es apenas el 15%, el otro país informal y desordenado se conecta a la globalización capitalista a su manera. Son dos mundos antitéticos que caminan cada uno por su lado y tienen diferentes maneras de pensar y sentir el Perú. Mientras los formales quieren ser noroccidentales, los informales han desarrollado la estrategia de “hagámoslo nosotros mismos”, por eso ellos han construido sus casas sin planificación urbana ni asistencia técnica en los desiertos y en los cerros. Son los nuevos emprendedores que han cambiado el rostro al Perú oligárquico en base a esfuerzo y trabajo.

Sin embargo, el Perú informal está oprimido por el Estado corrupto y burocrático que los margina y los condena a la violencia. Por ejemplo, en el distrito de Olmos en Lambayeque la semana pasada incendiaron el Municipio en protesta por la ampliación de licencia para la nueva ciudad. El lector desinformado pensara cómo pueden oponerse a la construcción de una nueva ciudad planificada. Los peruanos no saben que Olmos era el proyecto esperado por los agricultores lambayecanos hace más de cien años; les prometieron que irrigarían sus tierras, que les construirían un hospital, un colegio, el mercado, que les podrían agua potable y desagüe, que asfaltarían pistas y veredas y que tendrían trabajo en compensación por las 115,000 hectáreas confiscadas por la dictadura fujimorista, que no les pagó un sol por sus tierras. Pero no han recibido nada. El ducto del agua pasa por pueblo y solo han visto corrupción. Y lo más grave de esta triste realidad es que ningún congresista de la región los escucha ni los acompaña.

En Puno el contrabando, la minería ilegal, el narcotráfico y el lavado de activos conviven con el sistema financiero, que tiene presencia en el altiplano. Cuando se trata de negocios los puneños no son ni bárbaros ni indios. Las rondas campesinas en Piura, Cajamarca, Áncash y Puno son las que otorgan la licencia social para el desarrollo de la minería o de infraestructura, y son ellos el poder al margen de la formalidad estatal. Muchos pueblos abandonados han caído en las redes del narcotráfico, como sucede en el VRAEM, que financia partidos políticos, movimientos regionales y locales con el objetivo de legalizar sus actividades y blanquear dinero. Estos pueblos se relacionan con el Estado e invocan las leyes y la constitución para afianzar la corrupción y la informalidad.

Por otro lado, los peruanos de a pie rechazan que el Estado (el Gobierno) contrate publicidad o subsidie a los grandes medios de comunicación, porque no les útil en nada; además desprecian a la clase política. Pero paradójicamente le exigen al Gobierno todo para ver si les cae algo. Reitero, todo lo hacen solos: las comunidades, los barrios, los colectivos juveniles, los frentes de defensa e incluso los militantes de las iglesias católicas y evangélicas dicen “hagámoslo nosotros mismos”. Ellos usan las redes sociales para conectarse y organizarse. Un ejemplo son las movilizaciones en todo el Perú que fueron auto convocadas por las redes sociales.

El mejor ejemplo de “hagámoslo nosotros mismos” es la construcción de “Pasamayito” una trocha peligrosa que está entre cerros y abismos, y que une San Juan de Lurigancho y Collique (en Comas), hecha por los propios vecinos. Parece que nadie quiere ver que en el Perú se consolidan lentamente diversos autogobiernos informales, y muchos de ellos financiados por el crimen organizado, debido a la falta de autoridad y de objetivos nacionales.