Neptalí Carpio
¿Hacia dónde va Acción Popular?
Cinco candidatos libran una lucha fratricida
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Los dirigentes acciopopulistas están muy equivocados si creen que el relativo triunfo obtenido en las elecciones del pasado 26 de enero es fruto de su accionar actual. Sus logros son más el resultado de las rentas del pasado, del prestigio de su símbolo, la lampa, y de aquel legado que generaron los dos gobiernos de Fernando Belaunde Terry y el de Valentín Paniagua, personajes muy respetados y que se caracterizaron por su vida austera y de gobiernos esencialmente honestos. Un amplio sector de ciudadanos electores sacó cuentas, realizó comparaciones y llegó a la conclusión de que, en medio de tanto desprestigio de los partidos políticos, algo se podía rescatar del partido del Paseo Colón.
Sin embargo, no hay mucho que celebrar al haber obtenido solo el 10.29% de los votos válidos y constituirse en la primera minoría de un Congreso en el que nadie obtuvo mayoría efectiva. Sobre todo porque el triunfo pírrico de Acción Popular se produce en medio de una abierta lucha intestina, entre varias facciones y precandidatos a la presidencia hacia el año 2021. Que se recuerde, esta es la pugna más grave en el partido desde su fundación. Raúl Diez Canseco, Alfredo Barnechea, Víctor Andrés García Belaunde, Jhony Lezcano y Mesías Guevara libran una guerra fratricida; no como adversarios correligionarios, sino como enemigos, con calificaciones e insultos de grueso calibre. Y ya sabemos, que ese tipo de comportamiento a lo único que puede conducir es a una mayor crisis y divisiones. Los miles de acciopopulistas y los nuevos congresistas electos no se merecen este escenario partidario fratricida.
La impresión que causa la violenta pugna es la de un partido sin cohesión programática, sin estado mayor de dirigentes y sin un mínimo de reglas partidarias para administrar lo que debería ser una tensión de corrientes, pero respetando determinadas reglas internas. Da la impresión que Acción Popular no tiene vida interna, carece de instancias nacionales para procesar adecuados debates políticos y tiene muchos aspectos no resueltos. Por ejemplo, que se sepa, no existe ninguna instancia partidaria que haya decidido una posición oficial en relación a la disolución del Congreso el pasado 30 de septiembre. Las disputas no se producen en las instancias partidarias, sino en dimes y diretes que se ventilan en los diferentes medios de comunicación.
En el ámbito municipal, el alcalde del distrito de La Molina está abiertamente enfrentado con el alcalde de Lima por el tema de los peajes, y ambos han sido elegidos tras las siglas de Acción Popular. Los 13 alcaldes elegidos por Acción Popular en Lima Metropolitana marchan cada uno por su lado, cuidando su propia parcela de poder. En ese partido a nadie le interesa y le conmueve el desorden de iniciativas para gobernar la ciudad. No existe una línea de gestión municipal mínima y menos los necesarios niveles de coordinación para lograr unidad de acción en elementales aspectos de gestión municipal. Solo basta leer el Plan de Gobierno que Acción Popular presentó en las elecciones del 2018 y, contrastarlo con lo que hace el alcalde de Lima, Jorge Muñoz y los alcaldes distritales de Acción Popular, para darse cuenta que no hay un partido gobernando la ciudad. Lo que predominan son iniciativas reactivas frente a diversos problemas, sin una visión de gobernabilidad de la ciudad.
El ideario, “El Perú como doctrina” creado por Fernando Belaunde ha quedado totalmente desfasado, reducido tan solo a un cliché. Los principios de “sociedad justa”, la “ley de hermandad”, “el mestizaje de la economía” y el “triple culto”, se han quedado como enunciados generales, sin una concreción específica de acuerdo a la nueva realidad del Perú. ¿De qué hermandad puede hablarse ahora cuando sus líderes principales dilucidan sus diferencias por fuera del partido, con cada vez mayor agresividad y como verdaderos enemigos? Quizás una de las razones de la crisis interna de Acción Popular sea precisamente la falta de una nueva lectura de la realidad nacional y la falta de un renovado programa nacional. Es una situación similar a la del Partido Aprista Peruano. El anquilosamiento programático e ideológico en ambos partidos es evidente, y no hay ningún atisbo de nuevas figuras o nuevos aires intelectuales para relanzar a estas agrupaciones políticas.
Lo más grave es la posibilidad que AP termine por convertirse en una nueva franquicia política ante el avance de Raúl Diez Canseco. Se sabe que él empieza controlar el partido en base a los recursos económicos que posee gracias a su presencia en el mundo empresarial. Una situación que estaría acompañada de un viraje hacia posiciones más derechistas y conservadoras. Es decir, instrumentalizar el partido en función de sus intereses personales y económicos. Sin embargo, Diez Canseco no parece la mejor opción en perspectivas de las elecciones presidenciales del 2021. La verdad es que muchos adversarios de AP quisieran que el dueño de varias franquicias, de la Universidad San Ignacio de Loyola y otras empresas, sea el candidato del partido del Paseo Colón, porque saben que es una opción muy vulnerable y falta de carisma.
Una de las causas de esta alta tensión en Acción Popular radica en la disyuntiva de producir un viraje hacia una opción claramente pro empresarial, intentando ocupar el espacio dejado por el PPC o mantener una opción de centro político y de posicionamiento en las clases medias. Y mantener una crítica frontal al fujimorismo y la gran corrupción, expresada en los casos Lava Jato, Club de la Construcción o Cuellos Blancos.
Todo indica, entonces, que Acción Popular profundizará su crisis, sobre todo por la tensión existente por definir quién será el candidato a la Presidencia de la República en el año 2021. Las posibilidades de que las diversas facciones en pugna puedan arribar a determinados acuerdos para administrar civilizadamente sus contradicciones no asoman por ningún lado. Y ya sabemos que en un partido político con tendencias internas que son como el agua y el aceite, las expulsiones, renuncias y rupturas resultan inevitables.
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