Jorge Varela
Fundamentos del camino propio
Una vía coherente que interprete al pueblo

Patricio Aylwin planteaba, en el año 1969, que si la Democracia Cristiana chilena no definía “un camino propio” para seguir avanzando, iba a perder su opción de continuar dándole gobierno al país. (“Camino propio”, Cuadernos de la Política y el Espíritu. Nº 1). “El pueblo tiene derecho a exigirnos definición”, afirmaba entonces. Esta ruta conocida como ‘camino propio’ irrumpió en el Segundo Congreso Nacional de la colectividad mencionada (año 1962) durante una época previa a la elección que catapultó a Eduardo Frei Montalva como Presidente de la República de Chile. Su principal impulsor fue el teórico Jaime Castillo.
A juicio de Aylwin: “el pueblo de Chile es antiderechista y anticomunista. Quiere un camino distinto. Por eso nos entregó el poder en 1964”. (texto citado) Pero, ¿en qué consiste este denominado ‘camino propio’ convertido actualmente en otro de los dilemas-escollos de la Democracia Cristiana? ¿Qué significa hoy?, cuando la voluntad hegemónica de sus dirigentes lo rechazan y luego lo abandonan seducidos por ansias de poder, sin convicción ni fe en su ideario histórico.
Para empezar hay que decir que los principios doctrinarios, la conducta y la acción política de la Democracia Cristiana se fundamentan en los valores éticos y sociales del Humanismo Cristiano, los que convergen en ese camino señalado. En consecuencia, constituye una alternativa sustancialmente distinta a las dos ideologías y formas de organización social que se disputan la conducción del pueblo: el capitalismo y el marxismo: no está concebida como una transacción entre ambos, ni es un simple camino yuxtapuesto.
El tema ético de los métodos y la violencia
La regla moral cristiana que debiera regir la conducta pública y privada obliga a sus militantes a emplear medios racionales y justos, de modo que la consecución de fines dignos tiene que realizarse también por medios dignos, buenos y proporcionados. Es lo que Jacques Maritain llamaba “la racionalización moral de la vida política”.
Lo anterior descarta el empleo de la violencia de cualquiera naturaleza y el recurso a la fuerza ilegítima, irracional e injusta. El recorrido de la acción no-violenta está sujeto a la ley superior del amor, no a la pulsión del odio; para ella no hay enemigos, pero exige rechazar todo lo que se oponga a la verdad, a la libertad, a la justicia, a la paz.
La confusión con la vía de desarrollo no-capitalista
La circunstancia de que tras la búsqueda de una salida propia hacia el desarrollo humano integral se haya planteado la necesidad de una alternativa distinta a las dos visiones ya conocidas, impulsó el diseño de una vía de desarrollo que debía conducir hacia la sociedad comunitaria preservando la libertad de las personas. Algunos militantes contagiados por su cercanía a ideas de signo diferente, trabajaron hasta su égida de manera paralela mediante fórmulas de contenido colectivista, apoyados por un instrumental ajeno, en eso que denominaron ‘vía de desarrollo no-capitalista’. Aquí se perdió para siempre el rastro de la vía comunitaria auténtica a un costo histórico que todavía no se ha terminado de pagar, porque su meta final no puede situarse en una sociedad de índole colectivista. Lo comunitario contiene una dimensión espiritual que acoge la dignidad de las personas, sin despreciarlas.
La vía comunitaria de desarrollo está integrada al camino propio como la hiedra a la pared, conformando una sola gran vía demócrata-cristiana, aquella que he nominado: la opción de: “el propio camino”.
Contradicciones, traición y fracaso
“No encontrar ese camino diverso significaría el fracaso de la Democracia Cristiana en Chile. Rehuir el desafío, optando por la solución fácil de los otros dos caminos que con nosotros se quiso superar, sería una traición a la confianza que el pueblo nos dispensó”. (Patricio Aylwin, “Camino propio”).
Desde esta categórica sentencia aylwinista es imposible compartir la postura de la ex-candidata presidencial Yasna Provoste, quien declarara que “el camino propio no le hace bien a la Democracia Cristiana ni le hace bien a la oposición”. (Tele13radio, 30 de mayo de 2021). Otro personaje que manifestara una postura semejante es el senador Huenchumilla: “Somos un partido más bien chico y sin una coalición no vamos a llegar a ninguna parte, como quedó demostrado con el camino propio que se siguió en 2017.” (declaraciones a La Tercera, 20 de agosto de 2020)
Sin embargo la receta de nuevas combinaciones partidistas y de alianzas políticas no es la solución para nuestros males. “Tales combinaciones o alianzas se convierten en ‘verdaderas bolsas de gatos’, esterilizadas por las contradicciones internas y condenadas al fracaso. El país lo sabe y por eso las repudia”. (Aylwin, Camino propio).
El ‘propio camino’ no significa aislamiento
“La mayoría de los ciudadanos chilenos son independientes; no obedecen órdenes de partido alguno. Votan según el dictado de su conciencia”. Por eso, la solución efectiva consiste en “ofrecer al pueblo un camino coherente” que interprete lo que piensa y lo que quiere. “Camino propio no es aislamiento, ni excluye la posibilidad de buscar y conseguir respaldo de otros sectores políticos afines” para asegurar el cumplimiento del programa, escribió quien fuera Presidente de Chile entre 1990 y 1994.
Las palabras finales de la argumentación de Patricio Aylwin son proféticas: “la Democracia Cristiana juega su destino. O afirma su personalidad, muestra su propio rostro, propone al pueblo ‘su camino’, o perece confundida en el caos ininteligible del populismo estéril”. Triste destino para una entidad que estuvo en la cima y cayó de bruces al vacío. ¿Es posible que algún día salga del vacío?
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