¿Estado pequeño o grande? Eficiencia es la respuesta

Hace unos días se llevó a cabo la presentación de la proyección macroeconómica del Consejo Fiscal. En la reunión se discutió la relevancia de defender el tesoro logrado por el país durante años de esfuerzo: la estabilidad macroeconómica. Se puso especial énfasis en el gasto fiscal y su impacto en el déficit, y en el nivel de endeudamiento, indicadores de gestión prudencial que miran las entidades clasificadoras de riesgo internacional para poner la nota a un país. Esos indicadores definen si el país sigue siendo atractivo para la inversión internacional.

Esa es la primera llamada de alerta. No podemos seguir gastando como hasta ahora si nuestros ingresos, sobre todo los tributarios, siguen siendo tan bajos. Y en esta línea, a pesar de que la recaudación está estrechamente relacionada con la actividad minera, lo cierto es que —desde mi punto de vista— la gestión de cobranza podría ser mucho más efectiva para evitar evasiones y elusiones.

La segunda es que recuperar la inversión privada requiere un primer impulso en la inversión pública. En los últimos cinco años el gasto fiscal ha sido expansivo y ha contribuido al crecimiento del PBI. No obstante, en mi opinión, la norma que se está reglamentando para darle predictibilidad a las reparaciones civiles por actos de corrupción resulta insuficiente, en la medida que la determinación de la magnitud del riesgo moral (reputacional) sigue siendo absolutamente discrecional. Así las cosas, para reactivar tendríamos que conseguir nuevos actores en la construcción, que reúnan los requisitos de tamaño y espaldas financieras para ejecutar las nuevas licitaciones, generar empleo y enganchar en una economía de libre mercado, que promueve el ahorro y la inversión privadas.

La tercera se refiere a que nos preguntemos qué tipo de Estado queremos. Esto nos obliga a respondernos qué tan ineficiente es el Estado hoy y cómo podemos transformarlo para que sea realmente eficiente. Creo que este tema ha sido poco discutido y que merece un alto en la agenda, para que realmente nos demos cuenta de que los incentivos en el propio Estado están alineados en contra del ciudadano.

La semana pasada el congresista Jorge del Castillo denunciaba en el Congreso cómo la Sunat, en calidad de agente recaudador de Essalud, se había apropiado de casi S/ 450 millones de soles; y de esta manera, indicaba, se podría configurar una figura de apropiación ilícita. Lo cierto es que la Sunat como agente recaudador tiene todos los incentivos para hacer el mínimo esfuerzo, y su capacidad de ejecutor coactivo alcanza con suerte a menos del 3% de la deuda impaga.

No mirar lo micro para centrarnos en lo macro resulta limitar la capacidad de acción del Gobierno y de la política pública para reordenar las prioridades. Si el recaudador más eficiente es un privado, que lo haga; y si la cobranza coactiva es sobre el tema “prestaciones sociales”, luego se puede licitar a los mejores ofertantes del servicio. Es hora de quitarnos la idea de que el Estado debe hacer todo, pues el privado bajo reglas transparentes puede ser mucho más eficiente. Y la economía, como un todo, puede generar mayor riqueza para usarla a favor de la población vulnerable.