Aldo Llanos

Espiritualidad cristiana y política

El cristianismo no es un proyecto político, sino la confluencia del amor con la verdad

Espiritualidad cristiana y política
Aldo Llanos
22 de abril del 2022


La palabra “espiritualidad” es equívoca porque admite una amplia gama de significados. Para las antiguas culturas humanas lo espiritual estaba íntimamente relacionado con lo inmaterial pudiendo reconocerse por medio de sus acciones. Para otros, como los platónicos, lo material y lo espiritual eran realidades antitéticas e incompatibles, dándole una prioridad a lo último sobre lo primero. Todo esto cambia con la llegada del cristianismo, que considera que lo espiritual eleva lo material, entendiéndose ambas como realidades complementarias. En efecto, en su sentido más fuerte, el hombre espiritual es aquel en quien habita el Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad Santísima, “alma de nuestra alma” (San Ireneo).

Es precisamente en ese sentido que se entiende que el fin del hombre es su “espiritualización” haciendo posible el Reino de Dios en este mundo. Este es el fin de la historia. Cuando ocurra esto el templo ya no será necesario. Todo el mundo será la casa de Dios. Pero no se trata de “espiritualizar” la política sino, entender que el hombre plenamente “espiritualizado” es aquel que hace una política que nace de esta experiencia. Sin embargo, la tentación de lo anterior es recurrente en la historia de la humanidad y cuando ocurre esto revive una y otra vez la vieja enemiga del cristianismo: el gnosticismo. 

Para este, se debe “espiritualizar” la política, sea de modo abierto, como las teocracias o sea de modo soterrado, como las ideologías totalitarias que tienen sustrato místico. El gnosticismo entiende esto como el mayor grado de conocimiento social, de allí que siempre echen mano de la ingeniería social y de la captura ideológica del Ministerio de Educación. En cambio, desde el cristianismo, el hombre “espiritualizado” que hace política desde esta experiencia, entiende esta como la “forma más alta de caridad”. Pero, ¿cómo reconocer a un candidato que hace política a partir de su propio proceso de “espiritualización” de otro que pretende “espiritualizar” la política? La verdad esto es muy difícil y requiere de mucho discernimiento por lo que jamás se debería inducir el voto para un candidato aduciendo que este representa los valores cristianos.

El cristianismo no es un proyecto político (un “teopopulismo”), sino la confluencia del amor con la verdad en una experiencia que me lleva a reconocerlo en un Dios que me invita a vivir su propia vida (“espiritualización”) y manifestarla en donación a todos los demás en sociedad. Por ello, jamás debemos depositar nuestra esperanza en candidatos, partidos o programas políticos. El triunfo de Dios en un país no es ni por asomo el triunfo electoral de una determinada opción política y nuestra esperanza sólo puede ser depositada en Cristo, el Alfa y el Omega, por cuya vida se “hacen nuevas todas las cosas”. Incluido nuestro atribulado Perú. 

Aldo Llanos
22 de abril del 2022

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