César Félix Sánchez

Escenas memorables de la noche del domingo

No le dieron importancia al candidato del lápiz, y pasó a la segunda vuelta

Escenas memorables de la noche del domingo
César Félix Sánchez
12 de abril del 2021


La noche del domingo trajo algunas escenas memorables. Por ejemplo, escuchar a René Gastelumendi, en América Televisión, decir, pasada ya la medianoche, que «el gran ganador es el conservadurismo», ante la mirada muerta de sus invitados politólogos que, aunque con el corazón roto, seguían musitando sus mantras abstractos de siempre, sin contestar las preguntas.

También fue muy revelador, a eso de las 23:23, oír a Mávila Huertas anunciar el discurso de Pedro Castillo desde Cajamarca, mientras en el cintillo decía Cajabamba, luego escucharla corregirse a «Catabamba» para finalmente concluir con Tacabamba. Casi un signo de cómo la gran prensa limeña no conocía nada de este personaje, más allá de su aparición pintoresca en el debate y su subida súbita en medio de las encuestas postrimeras. Quizás hasta a lo mejor creían que era un truco estadístico para asustar a alguien. El discurso de Castillo fue también memorable: se burló de los “politólogos” y de los “grandes” intérpretes. Razón no le faltó pues, más allá de algunos comentaristas provincianos, los mandarines de siempre no quisieron darle excesiva importancia al candidato del lapicito sino hasta muy tarde.

Pero no había que ser Nostradamus para darse cuenta, por lo menos en las grandes tendencias, de lo que iba a venir. En un artículo de inicios de febrero del 2020, incluso antes de la gran catástrofe, sostuve que el escenario de 2021 iba a ser muy probablemente parecido al de las elecciones regionales de Arequipa de 2018: una gran indiferencia, ausentismo y hostilidad, y candidatos punteros con porcentajes bajísimos, uno, representando la extremísima izquierda y otro, la herencia fujimorista: «Y quién sabe si el 2021, cualquier quídam totalitario (….) es capaz de pasar a la segunda vuelta con un 15% [y] (…) también alguna fuerza que pueda ser catalogada por la prensa nacional como “neofujimorista”». Lo curioso es que el neofujimorismo vino ahora representado ni más ni menos que por Keiko, la sobreviviente

Por otro lado, si uno se daba una vuelta por el Twitter el viernes previo a las elecciones, el hashtag más viralizado era el pintoresco «SiVeroPasaAla2daVueltaYo…», que consistía en múltiples challenges, ofertas y regalos  que el electorado virtual de Juntos por el Perú, compuesto por adolescentes, estetas y nihilistas barranquinos, hacía para subir los ánimos ante la ilusión que les generaba el inminente triunfo masivo de la jovial y fashion candidata de la trenza. Eran hasta conmovedores: sortear libros, artesanías naïf  hechas en casa, cocinar sopa ramen, entre otros. Pero la izquierda autodenominada moderna –incluso con la bendición de varios economistas norteamericanos sacados de la manga por Pedro Francke para no espantar a la burguesía, y del mismísimo New York Times– fracasó estrepitosamente, igual que su gemelo morado al otro lado del espejo y del espectro. El único lugar donde JP logró ganar es en su lugar de origen –y no me refiero al Cusco, donde Pedro Castillo le ha sacado casi 17% de ventaja– sino en Europa, donde alcanza el 27.7% (pero en el extranjero en general gana López Aliaga). 

¿Qué ocurrió? Pues que simplemente queda demostrado, una vez más, que Twitter no es el Perú. Ni siquiera es Lima, que ha demostrado, incluso en Barranco, ser más porkysta que caviar a la hora de las urnas. La izquierda multicolor congregó a toda clase de «sensibilidades» que, más allá de algunos enclaves urbanos bienpensantes, no son ni comprensibles ni aceptables para la población peruana tradicional de todas las regiones y clases sociales. 

Hace tres semanas, el Domingo de Ramos, para ser más exacto, conversé por teléfono con un párroco amigo de las serranías de Puno y me dijo que sus feligreses en un pueblo de la provincia de Melgar estaban divididos entre una mayoría por Pedro Castillo y una minoría por Lescano. No me sorprendió: como ya dije en otra ocasión, el electorado de Mendoza era prestado: «Parece ser que el grueso del electorado de la izquierda posmoderna no es en verdad izquierdista, sino nacionalista, conservador en lo moral y militarista (…).  Y esto nos muestra cuál es su verdadero punto débil: que sus potenciales electores en el sur andino la descubran tal y como realmente es».

Y eso es lo que ha ocurrido ahora porque, si bien en el programa de Perú Libre, fiel al marxismo-leninismo de Cerrón, se menciona escuetamente la legalización del aborto, el profesor Castillo se ha manifestado personalmente contra él, así como contra el llamado matrimonio igualitario. La verdad es que la «palabra de maestro» en este punto no me convence a mí, pero quizás a otros sí, que andaban buscando una izquierda menos infantil y, a los ojos de la moral tradicional andina, menos depravada. Porque para un comunero de Puno, un comerciante de Huancavelica o un artesano de Huamanga la idea de que todo deseo del individuo es automáticamente un derecho es casi psicótica. 

Finalmente, también fue interesante observar cómo el partido de Ricardo Burga tiene cerca de cuatro veces más votos que el partido de Carlos Ezeta. Y que parece que este mismo Partido Morado, en su mejor escenario, acabaría ocupando solo cuatro escaños en el Congreso, sin posibilidad de formar bancada propia, siendo así la fuerza más pequeña. Aún menor a la que sacaron el 2020 como partido oficioso de Vizcarra, en teoría popularísimo después de la disolución. ¿Qué dirá cierta periodista limeña que afirmaba que luego del glorioso noviembre del año pasado, la «mayoría» del Perú rechazaba a los partidos vacadores y se entregaba a los brazos de  mesías morados y verdirrojos?

Porque queda claro que la izquierda de Castillo se acerca más al etnocacerista Posemoscrowte Chagua, elocuente defensor en el Congreso de las dos vacancias de Vizcarra, que a figuras caviares del Frente Amplio (también desaparecido tras las elecciones), como Rocío Silva Santisteban y Mirtha Vásquez que, según los opinólogos, habían sintonizado mejor con el ánimo nacional.  Una vez más queda demostrada la ceguera del establishment opinador progre.

César Félix Sánchez
12 de abril del 2021

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