Esas rejas que nos limitan el libre tránsito

Hace meses que buena parte de los alcaldes elegidos en las elecciones pasadas vienen hablando de la necesidad de eliminar las rejas que encierran urbanizaciones enteras, en las cuales existe uno o dos accesos, lo que es una práctica cada vez más extendida en nuestro país. Complejo tema el que nos convoca.

Desde el punto de vista de los anti reja se destacan la importancia del libre tránsito para facilitar, por ejemplo, el traslado de pacientes en ambulancias y el derecho del ciudadano a acceder a las zonas públicas, como puede ser un parque. Para los pro reja el argumento fundamental estriba en mitigar el riesgo de la incursión de los delincuentes en sus casas, en un escenario en el que los robos y asaltos no solo se incrementan a una velocidad vertiginosa, sino que son cada vez más violentos.

Es evidente que ambas posiciones tienes variables a favor y en contra; lo cierto es que en este caso en particular, la acción de la autoridad municipal resulta fundamental. Pero muchos alcaldes, en lugar de buscar plantear propuestas que respondan a los frentes de demandas, optan por presionar a los vecinos para que acaten las nuevas ordenanzas emitidas, que eliminan las rejas, sin presentar siquiera un plan alterno de mayores y mejores patrullajes policiales, o la instalación de cámaras de seguridad y sistemas interconectados con el serenazgo de cada distrito. Pareciera que los alcaldes olvidan que han sido elegidos por elección popular, que en su plan muchos de ellos no incluían esta propuesta como plan previo a las elecciones, que en sus distritos ya han aumentado los robos y que no se nota ni un ápice de preocupación por mejorarle la vida al lugareño.

Antes de continuar, quisiera contarles mi propia experiencia, que seguro es la de muchos. He tenido la oportunidad de vivir en varios distritos y moverme entre otros por temas personales o laborales: Lince, La Victoria, El Cercado, Jesús María, San Isidro, Surco, La Molina, Villa el Salvador, Pueblo Libre, San Miguel, San Juan de Lurigancho, Ate, entre otros. Y como producto de mis caminos, he sido asaltada en varios momentos y en distintas modalidades, delante de gente, a la luz del día y en plena oscuridad. Si me pongo a analizar las zonas en las que me han ocurrido los asaltos es evidente el patrón común: yo de peatón en una calle con facilidades para la huida de los delincuentes, que casi siempre estaban en auto.

Es imposible pensar en una sociedad en la que se escucha al ciudadano si las decisiones se imponen. Las rejas seguramente no son la mejor solución para todos, pero lo cierto es que, frente a un nivel delincuencial como el que se tiene hoy en el Perú, la alternativa que nos vendría dejando la eliminación de las rejas es hacer nuestro el modelo de defensa de los países de Centroamérica: armarnos hasta los dientes y ser nosotros mismos los que defendamos nuestras vida y nuestras propiedades.

Hace unos años me tocó ir por trabajo al El Salvador y vi, en vivo y en directo, cómo la gran mayoría usa autos blindados y armas para moverse desde la casa al trabajo para evitar que las maras te asesinen. Y cómo los peatones tienen que pagar un “peaje” para transitar al paradero del bus.

Mucho ojo a los alcaldes: las presidenciales son el 2021 y claramente las medidas que tomen estos alcaldes inexpertos pegarán con fuerza en la preferencia del público por los partidos políticos o movimientos a los que representan.