Giovanna Priale

Entre dos fuegos: racista y machista

Seguimos calificándonos por el color de la piel o el género

Entre dos fuegos: racista y machista
Giovanna Priale
29 de junio del 2018

 

No es para nada verdad que nuestra selección de fútbol esté formada única y exclusivamente por descendientes afroamericanos, como escribieron algunos compatriotas esta semana. Pero no se puede dejar de leer el mensaje directo que envía Edison Flores cuando nos dice que debemos dejar de ser un país racista. Ser blanco, negro, mestizo… en fin, como se relata en las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma, “quien no tiene de inga, tiene de mandinga”, pues somos una mezcla interesante y rica de culturas, colores y costumbres.

A estas alturas, seguimos calificándonos por el color de la piel. Yo he escuchado a mi hijo preguntarme si nosotros somos “color puerta”, cuando él tenía cuatro años. Eso me llevó a hacer todo mi trabajo de madre para rectificar los errores que estaban formándose en el cerebro de mi hijo. Y creí que el tema ya era parte del pasado, pero antes de ayer, al dejarlo en el colegio, le escuché decir “mamá, ayer me llamaron negro. Pero no te preocupes es una niña que piensa como yo cuando tenía cuatro años. Ya va a cambiar”. No sé si fue inocencia o tolerancia extrema lo que le escuché de este niño hermoso, de ocho años de edad. Pero por dentro se me partió el alma en dos. Lo presioné para que me dé el nombre de la niña que lo había llamado así; supongo que para hablar con ella y con su mamá.

En paralelo, vengo librando una lucha endiablada con mi hija adolescente para que sus compañeros, chicos que conozco desde pequeños, dejen de lado sus actitudes machistas. Como el ranking de bellas que publican en su Instagram, según las características físicas de las chicas; la testaruda fiesta de promoción, en la que la chica tiene que esperar a ser invitada (y si no, se sentirá la fea o la gorda del grupo); la violencia psicológica en clase, con frases como “profesor, mi mamá no trabaja y no sé que hace todo el día porque ni siquiera cocina”; o la broma pesada a su compañera, “tú siempre vas a ganar menos que yo porque las mujeres se embarazan y tienen que dejar de trabajar para cuidar a los hijos”, entre otras.

Me provoca bajarme del auto y hablar con cada uno de estos chicos —machistas en potencia, si es que ya no lo son— para decirles lo que mi papá siempre me decía: “Los machistas están condenados a quedarse solos porque las mujeres ahora trabajan y son independientes”. Pero no puedo intervenir en las relaciones de mi hija con sus amigos. No soy madre de ellos para corregirlos, ni su docente para rectificar estos enormes defectos de crianza. Es evidente que he hecho llegar mi voz a las instancias pertinentes una y otra vez, pero eso no ha cambiado ni un ápice el pensamiento de esta generación.

No me siento ni feliz ni tranquila. Hay racismo y machismo hoy más que nunca. Pienso que, pese a todo, yo me la llevé más fácil. Mi papá siempre he hizo creer en mí misma, a amar mi color, mi cabello ondulado y mis orígenes andinos. Y más aún, en el colegio, en la universidad y en mi trabajo, nunca nadie me ha faltado al respeto ni por ser mujer ni mucho menos por el color de mi piel.

Comparto con ustedes estos temas muy íntimos porque creo firmemente que si muchos más empujamos el cambio hacia un país tolerante y respetuoso, podremos sentir, en realidad, que hemos hecho algo positivo para la siguiente generación.

 

Giovanna Priale
29 de junio del 2018

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