Guillermo Vidalón
El Perú a la deriva
Pero aún estamos a tiempo de enmendar el rumbo

El presidente Francisco Sagasti parece haber renunciado al compromiso que asumió con la nación. Al asumir el cargo generó mucha expectativa; principalmente en la juventud, aquella que, a la luz de los acontecimientos ya debe haberse percatado de que fue manipulada y utilizada por quienes querían mantenerse en el poder. Y que lo consiguieron, incluso poniendo en riesgo la salud de los jóvenes, de sus familiares y demás relacionados.
Cierto es que hubo corifeos que convirtieron a algunos medios en altavoces de una protesta que entregó el poder a lo que hay. Un capitán que, ante un mar encrespado se muestra dubitativo, temeroso de ejercer el poder conferido; y que ante la marea de presiones decide abstenerse de tomarlas, y opta por solazarse a la espera de que algunos de sus amigos obtengan un resultado favorable en el próximo proceso electoral. Nadie debería aceptar un cargo con la exclusiva finalidad de complacer a su vanidad.
El hombre del pañuelo se encuentra desconcertado. El respaldo a su gestión ha caído casi 40 puntos porcentuales desde que fue entronizado por un parlamento que fue puesto contra las cuerdas, “o designas a quienes queremos o seguimos agitando las calles”. ¿Qué diferencia hay entre una extorsión y los sucesos que llevaron a palacio al mandatario? Empero, el registro de lo acontecido es labor de los historiadores, quienes siempre tendrán la oportunidad de entregarnos relatos que destaquen la verdad o soslayen aquello que consideren intrascendente.
Que un líder se abstraiga de la realidad tiene un costo muy alto para el país, porque la primacía de la realidad va más allá de la voluntad expresada por el gobernante. Un ejemplo de ello es el desacato de la cuarentena que ejercen los sectores informales. Si aceptasen las disposiciones del Gobierno –enclaustrarse en sus viviendas–, sería como transigir que deben optar por la inanición, lo cual es ilógico desde todo punto de vista. La quiebra económica de la mayoría de los informales, quienes representan en la actualidad más del 70% de la población económicamente activa, constituye en sí mismo un argumento sólido que demuestra la inviabilidad del acatamiento de la cuarentena por este sector.
Si la realidad indica que un sector mayoritario de la población tiene que ganarse su sustento día a día, las medidas sanitarias debieron estar orientadas a proporcionar mascarillas y protectores faciales en los mismos centros de trabajo, tal como se hace en las empresas formales. El programa de crédito para las empresas, Reactiva 1 –y los que vendrán– tienen que venir acompañados del cumplimiento de las medidas sanitarias, de lo contrario se suprime el incentivo a quien desacate el compromiso.
Presidente Sagasti, tome el timón, demuestre que su Gobierno es diferente al anterior. Garantice transparencia e imparcialidad en el proceso electoral y promueva las inversiones, porque hoy la ciudadanía demanda oportunidades de empleo productivo para reducir la pobreza. La salud es importante, pero si las políticas implementadas no alcanzan el resultado esperado, es tiempo de enmendar el rumbo.
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