Hugo Neira

El nuevo presidente del Brasil

Para entender mejor el país de Lula

El nuevo presidente del Brasil
Hugo Neira
07 de noviembre del 2022


Solo se puede entender la elección del nuevo presidente tras repasar las transformaciones de Brasil en los últimos decenios. Sin duda alguna, Luiz Inácio Lula da Silva llama la atención: obrero metalúrgico y político progresista, actual presidente electo de la República Federativa de Brasil, asumirá el 1° de enero del 2023 por tercera vez el poder, tras vencer a su opositor saliente, Jair Bolsonaro, en una segunda vuelta apretada. Llama mucho la atención en ese país que es uno de los cinco más grandes del mundo, donde emerge una singularidad que lo volvió un “grande” económico, una potencia emergente. Me parece que el marco geográfico hay que conocerlo mejor, de lo contrario no podríamos entender el Brasil actual, el país de Lula.

Economía en movimiento y una sociedad nómade

El Brasil del siglo XXI está marcado por dos fenómenos, una “economía en movimiento y una sociedad nómade” (Alain Rouquié, 2007). Desde el Descubrimiento se consideraba, dice Rouquié, que su historia económica era una sucesión de ciclos: madera, azúcar, oro, caucho y café. Esa visión, simplista, se enfocaba en los booms de producción, pero permite entender los desplazamientos de mano de obra de norte a sur, o más al interior, hacia la Amazonía o hacia los ríos. Se llama borracha al caucho amazónico cuya bonanza vino de la mano del desarrollo del café. El enfoque cíclico esconde las tensiones que hubo en el financiamiento de los booms, minimiza la trata de esclavos, esa “especulación miserable pero tan rentable” que la bonanza del azúcar ocultaba. El azúcar, producción costera, enriqueció el Nordeste en los siglos XVI y XVII. Más tarde en el XVII, el oro en las montañas de Minas Gerais drenó la mano de obra de la zona azucarera hacia el interior del país. Cuando siguió la hora del caucho, la misteriosa Amazonía dejó de serlo. Los desplazados por las grandes sequías del Ceará (1877-1889), en el Nordeste, los retirantes, pasaron a ser los seringueiros de la selva. No se enriquecieron mucho pero hicieron la prosperidad de Manaus, que se volvió una capital mítica cuando llegó su ópera y los tranvías eléctricos. Por su parte, los barones del café, en Sao Paulo, atrajeron a los inmigrantes para tener una mano de obra libre pero le cerraban el acceso a la propiedad de la tierra. Así migraron muchos hacia las ciudades y se formaron las grandes aglomeraciones de Campinas, Sorocaba, Marilia. Luego la industria se instaló en el estado de Sao Paulo sin que dejara de ser el primero en producción agrícola. Al llegar la crisis del azúcar, el Nordeste perdió su posición en beneficio de Sao Paulo. El café hizo la riqueza del estado de Sao Paulo y la modernidad de Brasil. De ser un estado que concentró lo esencial de la producción industrial en 1970 (56,6%), ahora concentra el 45% y es la locomotora de la agroindustria, dice Rouquié. Hubo un reequilibrio y eso aplica a todo Brasil. 

En el Brasil de esos días, hay nuevas formas de trabajo y recursos. Hoy, tiene una gigantesca población urbana que lo convierte en un país de "tierras de contraste", como dijo alguna vez Roger Bastide, francés y catedrático en Sao Paulo, en un libro suyo. Pues bien, me parece que se puede entender el Brasil político y a Lula si se sabe cómo es el Brasil del siglo XXI. Por ejemplo, cómo millones de brasileños suelen emigrar dentro de las regiones de su país para alcanzar los puestos de trabajo y dar de comer a sus familias. Se han tomado cifras de las instituciones internacionales. Cuando millones se desplazan desde uno a otro espacio de su inmenso territorio, las cifras comparativas son las siguientes: EE.UU., 48 % - Francia, 43% - Brasil, 58 %. 

Ahora bien, tomaré dos temas de la singularidad brasileña: cómo es el Brasil actual, la razón por la cual prefiero presentar al país más grande de nuestro continente antes de entrar al segundo paso, la vida política de Lula (y qué puede hacer), que reservo para otro artículo. Dicho esto, intenté conocer mejor las grandes mutaciones de ese gran país, y busqué el mejor de los estudios, el más serio en francés, Le Brésil au XXIe siècle. Naissance d’un nouveau grand (Brasil en el siglo XXI: Nacimiento de un nuevo grande). En la ocasión de un viaje a Francia, en París pude hallar el trabajo de Alain Rouquié. Rouquié ha puesto en la portada esta idea que señala muchas cosas: los ‘grandes’. Conozco a Alain Rouquié desde que estudiamos juntos, en París, en los 60, en Sciences Politiques. Es hoy un gran especialista de Latinoamérica y director de la Casa de América Latina, en París. Rouquié tiene una manera muy intensa de estudiar una nación o un país en el que presta sus servicios diplomáticos. Y cuando nos recibió, a Claire y a mí, aquella vez, me dio su libro que es una buena manera de entender el Brasil. Por su geografía, ha logrado una civilización industrial en los trópicos, y una democracia mestiza. No solo es un poder latinoamericano sino que está entre los “grandes” del mundo, el "país de Lula". El lector de este artículo conocerá a alguien que lo ha estudiado de manera a llegar a sus paradojas. Solo lamento que no esté traducido al castellano, se le puede encontrar en francés y en portugués. Conozco bien el mundo intelectual francés, no hacen las cosas a medias, son varios años de investigación. Las obras francesas no son las favoritas y no son muchos, en Lima, los que creen saber qué pasa en el mundo. Prefieren los libros en inglés, es decir lo que el Imperio cree comprender. Como Europa no espera volver a ser un Imperio, les importa muy poco este lado del mundo occidental.

En nuestro tiempo, Brasil es un país que ingresó al club de la producción industrial. Además, sus poblaciones y culturas son mucho más incluidas (indios desde milenios, europeos como los portugueses y algo de españoles y franceses, y una población de africanos descendientes de los que fueron un tiempo esclavos). 

La formación de Brasil es también singular. Portugal ocupaba el ángulo sudoeste de la península ibérica, se le conocía antes como Lusitania. Solo cuando vencieron a los castellanos y se independizaron formando el reino de Portugal, empezaron a explorar los mares. La dominación portuguesa se estableció con un poderoso imperio colonial después de doblar el Cabo de Buena Esperanza (Bartolomeu Dias, 1488) buscando una ruta para las relaciones comerciales con el Extremo Oriente. Con el apoyo de los franceses para detener a los ingleses, la Casa de Braganza reina hasta 1910. Para evitar tanto a los ingleses como a los bonapartistas, hicieron algo genial. Juan VI se refugió en Brasil, y entre 1821-1824 declara al Brasil independiente. La dinastía y el monarca se quedaron en Brasil hasta 1833. La Casa de los Braganza deja serenamente el imperio, Pedro I de Brasil abdica y pasa a aclamar una República. Hasta nuestros días. Incluso en Europa no ha habido pocas líneas sobre la historia de Brasil. Algo que no podemos olvidar: con la independencia, Brasil no se rompió en manos del coronelismo, como pasó en el Perú tras su independencia con las guerras de caudillos, o por unos estratos sociales ambiciosos. La paradoja del singular Brasil es digna de estudiar. 

Por supuesto, podemos ser culturas distintas, pero acaso otras potencias no nos conocen por nuestras propias y distintas formaciones. Basta ya, cuántas teorías políticas han fallado, el comunismo, el gobierno sin libertades, el fascismo de la Alemania nazi, el capitalismo y sus crisis cíclicas… y ahora el nacionalismo exagerado. Las teorías se desploman tanto como la antigua Roma, pero seguimos con utopías y sueños imposibles. 

Quizá la ley sea el primer paso. Pero esto es de Aristóteles. Estamos como los astrónomos que nos dicen ahora que no hubo Big Bang sino Big Bounce. O sea, siempre estuvo. 

En una sociedad, siempre hay algunos más ricos y otros más pobres. Unos correctos y otros, malvados. ¿Acaso podemos cambiar al ser humano? El redescubrimiento de la comunidad, eso fue Rousseau. Hegel, el Estado y la Sociedad civil. El Pueblo y su ley, las religiones. Platón y su República fue otra, más moderna. 

Hugo Neira
07 de noviembre del 2022

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