Neptalí Carpio

El marxismo no castrista en Venezuela

Una entrevista a Edgardo Lander, profesor de la Universidad Central

El marxismo no castrista en Venezuela
Neptalí Carpio
08 de marzo del 2019

 

El creciente aislamiento del dictador Nicolás Maduro, en Venezuela, le crea nuevos frentes de desgaste. Ya no solo en las fuerzas armadas y policiales, sino también en la propia izquierda, aquella que por largos años lo respaldó al interior del Partido Socialista Venezolano, controlado principalmente por el castrismo. De manera cada vez más notoria los sectores de izquierda ligados a las universidades y centros académicos empiezan a tomar posición, porque se dan cuenta de que ya no pueden defender lo indefendible.

Un reciente pronunciamiento de cerca de cien intelectuales de izquierda de varios países de Latinoamérica señala que en Venezuela “Existe un Gobierno cada vez más deslegitimado, con marcados rasgos autoritarios”. Por tibio que parezca este deslinde, es revelador del grado de aislamiento de la dictadura chavista.  Curiosamente, son los izquierdistas peruanos —con contadas excepciones— quienes aparecen como los defensores a ultranza del régimen chavista.

Uno de los intelectuales marxistas más críticos en Venezuela es Edgardo Lander, un destacado profesor de la Universidad Central. Una reciente entrevista, aparecida en el periódico chileno El Clarín, muestra este claro distanciamiento. Lander señala que las izquierdas ya no deben seguir apoyando a un "gobierno de mafias" como el de Nicaragua, y al "colapso del modelo venezolano".  

Para Lander, la crisis del régimen de Maduro expresa en lo económico “el agotamiento del modelo petrolero rentista”. Contra todo pronóstico, el intelectual de izquierda del país llanero señala lo siguiente:

“Yo soy de la opinión de que la mayoría de los problemas con los que nos encontramos hoy son problemas que venían acumulándose con Chávez. Los análisis de parte de la izquierda venezolana —que reivindican la época de Chávez como la época de gloria, en la que todo funcionaba bien y de repente aparece Maduro como un incompetente o un traidor— son explicaciones demasiado maniqueas. El proceso venezolano, siempre estuvo sustentado sobre dos pilares fundamentales: por un lado, la capacidad extraordinaria de Chávez de comunicar y de liderazgo, que generó una fuerza social; por otro lado, los precios del petróleo, que llegaron en algunos años a más de US$ 100 el barril. En forma casi simultánea, en 2013, estos dos pilares colapsaron: murió Chávez y los precios del petróleo se vinieron abajo. Y el emperador quedó desnudo. Durante el Gobierno de Maduro ha habido un incremento de la militarización.  Se han creado empresas militares, actualmente la tercera parte de los ministros y la mitad de los gobernadores son militares, y están en lugares muy críticos de la gestión pública, donde ha habido mayores niveles de corrupción: la asignación de divisas, los puertos, la distribución de alimentos”.

Lander señala más adelante que:

“El proceso estuvo atravesado desde el principio por una contradicción muy seria, entre la organización de base como procesos de autogestión y de autonomía, de construcción de tejido social de abajo hacia arriba, y el hecho de que la mayor parte de estas organizaciones fueron producto de políticas públicas, de promoción desde arriba, desde el Estado.  Es un Gobierno que ha perdido muchísima legitimidad. Y la oposición ha avanzado significativamente. El Gobierno tenía hegemonía de todos los poderes públicos hasta que perdió aparatosamente las elecciones (parlamentarias) en diciembre de 2015. Y a partir de allí empezó a responder en términos crecientemente autoritarios. En primer lugar, desconoció a la Asamblea, con razones absolutamente tiradas de los cabellos. Luego, cuando era necesario renovar los integrantes del Consejo Nacional Electoral, la Corte desconoció a la Asamblea y nombró a los integrantes del CNE, que por supuesto son todos chavistas. Maduro tenía que presentar a comienzos de año una memoria de gestión del año anterior, y como no reconocen a la Asamblea, la memoria se presentó ante la Corte. Lo mismo sucedió con el presupuesto. Teníamos un referéndum revocatorio para el cual se habían cumplido todos los pasos. Debía hacerse en noviembre del año pasado y el CNE resolvió posponerlo, y eso significó matarlo: simplemente ahora no hay referéndum revocatorio. Era constitucionalmente obligatoria la elección de gobernadores en diciembre del año pasado, y simplemente la pospusieron indefinidamente. Entonces estamos en una situación en la que hay una concentración total de poder en el Ejecutivo. Maduro tiene ya más de un año gobernando por decretos de emergencias, cuando debe ser ratificado por la Asamblea. Estamos muy lejos de algo que pueda llamarse práctica democrática.  

Yo diría que hay tres cosas que son extraordinariamente preocupantes. En primer lugar, hay una destrucción del tejido productivo de la sociedad y va a tomar muchísimo tiempo recuperarlo. En segundo lugar, está el tema de cómo la profundidad de esta crisis está desintegrando el tejido de la sociedad, y hoy como sociedad se está peor de lo que se estuvo antes del gobierno de Chávez; esto es algo muy duro de decir, pero efectivamente es lo que se vive en el país. En tercer lugar, cómo se han revertido las condiciones de vida en términos de salud y de alimentación”.

Finalmente, el intelectual izquierdista venezolano enfatiza que:

“Uno de los problemas que ha arrastrado históricamente la izquierda es la extraordinaria dificultad que hemos tenido como izquierda de aprender de la experiencia. Para aprender de la experiencia es absolutamente necesario reflexionar críticamente sobre qué pasa y por qué pasa. Por supuesto, sabemos toda la historia de lo que fue la complicidad de los partidos comunistas del mundo con los horrores del estalinismo, y no por falta de información. No fue que se enteraron después de los crímenes de Stalin, sino que hubo una complicidad.  La izquierda latinoamericana tiene una responsabilidad histórica en relación, por ejemplo, a la situación de Cuba hoy, porque durante muchos años esta asumió que mientras estuviese el bloqueo de Cuba no se podía criticar a Cuba. Pero no criticar a Cuba quería decir no tener la posibilidad de reflexionar críticamente sobre cuál es el proceso que está viviendo la sociedad cubana y cuáles son las posibilidades de diálogo con la sociedad cubana en términos de opciones de salida”.

Después de leer esta entrevista (hay muchos párrafos que hemos recortado) a un intelectual izquierdista de la propia Venezuela, queda en evidencia la pobreza y mediocridad de los izquierdistas peruanos que, casi a ciegas, defienden al dictador Maduro, ubicándose como uno de los sectores más dogmáticos y conservadores de la izquierda latinoamericana.

 

Neptalí Carpio
08 de marzo del 2019

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