Neptalí Carpio

El Jurassic Park y las primarias

Los partidos tradicionales y la reforma política

El Jurassic Park y las primarias
Neptalí Carpio
13 de junio del 2019

 

Que los dirigentes del Apra, partido con ya cerca de 90 años de existencia, muestren oposición a las elecciones primarias y abiertas solo revela el grado de precariedad orgánica y escasa cohesión ideológica en el que se encuentra, incluso sin resolver aún los graves cuestionamientos que el JNE le hiciera antes de las elecciones recientes. Si Haya de la Torre reviviera diría exactamente lo contrario, pues el caudillo fundador del aprismo tuvo entre tantas virtudes, no solo la de construir un partido de cuadros, de militantes y de masas, sino una corriente masiva de opinión y fraternidad que entonces llamaba el “pueblo aprista”. Y es que ningún partido político que se precie de tener arraigo social puede reducir sus elecciones para candidatos solo al pronunciamiento de sus militantes convictos y confesos.

Salvo honrosas excepciones, la reacción o el silencio de casi el 90% de los 24 partidos legalmente inscritos frente a las reformas, que promueven su institucionalización, era de esperarse. Hemos vivido casi tres décadas de un sistema patrimonialista de partidos con dueños o como franquicias electorales, funcionando efímeramente en épocas electorales. Alguno tienen la condición de militantes porque están en la planilla de la empresa del dueño del partido o franquicia, y en una situación en la que para el dirigente principal, o cúpula dirigencial, ser dueño de un partido es verdaderamente un negocio de candidaturas. Si bien es cierto que a la izquierda no podemos achacarle esta condición, sus aislados esfuerzos por practicar la democracia interna, después de la frustrada experiencia masiva de Izquierda Unida en los ochenta, y construir un referente institucional de masas, es una promesa incumplida y varias veces frustrada.

Es explicable, por ello, que algunos líderes de la izquierda hayan inventado el fantasma de que las reformas intentan construir un sistema bipartidista “funcional al poder económico del neoliberalismo”. Como siempre ocurre, esos líderes apelan nuevamente al discurso ideológico para ocultar el verdadero drama de la izquierda peruana: su extremada atomización y elitización. En lugar de aceptar la reforma propuesta, prefieren que en el Perú prosiga con un sistema de partidos fragmentado, precisamente funcional a esa tradición sectaria y del propio modelo político y económico que dicen combatir. Es decir, optan por la supervivencia del sistema “micro partidista” o de secta, en lugar de apostar a una reforma que crearía condiciones inmejorables para una izquierda unificada, tal como ocurre en Uruguay, Brasil, Argentina, Chile, Ecuador y Bolivia.

Veamos solo dos de los cuestionamientos para develar cómo se convierten solo en pretextos para impedir la creación de una verdadera comunidad moderna de partidos, sustento de un nuevo momento republicano. En primer lugar, se dice que las elecciones abiertas traen consigo el peligro de una infiltración de los adversarios y el peligro de que personajes con gran capacidad económica manipulen los procesos, apelando a la práctica de los “camionazos” para ganar una elección. Olvidan que la propuesta de elecciones primarias abiertas, que sean también simultáneas, tiene como propósito, entre otras cosas, evitar esa infiltración, ya que cada partido estará enfrascado en el éxito de su propia elección primaria y no en la elección del adversario de al frente. Por lo demás, el uso de la tecnología evitaría que un ciudadano vote en dos o tres partidos al mismo tiempo, porque en el sistema electrónico rebotaría ese intento (he ahí la importancia que la ONPE realice este proceso). También puede hacerse uso del holograma en el DNI o ponerse en uso el DNI electrónico (que dicho sea de paso está preparado para funcionar con 39 aplicaciones), evitando la infiltración de las elecciones abiertas en una agrupación. Pero a los líderes actuales de los partidos no se les ocurre o no tienen imaginación para evitar que sus temores se hagan realidad.

Lo innovador de las elecciones primarias y abiertas radica en que, al anularse el voto preferencial en las elecciones generales, este se traslada a la competencia interna de cada partido o alianza electoral. Obliga a la desburocratización de los partidos, elimina el sistema de franquicias electorales y el poder del dinero mal habido, generando una verdadera esfera de vida interna de partidos, con corrientes de opinión y acorde con una época en la que las tecnologías de información y comunicación ha modificado los términos de la militancia y lealtad partidaria, las relaciones entre la dirigencia y los militantes, porque la digitalización y virtualización de los procesos obligan a un nuevo enfoque de la vida partidaria. Pero es a ese cambio al que los actuales dirigentes de los partidos le tienen temor, imaginando que una nueva era acabará con aquel parque partidocrático donde predomina la dedocracia y la cultura patrimonial del ejercicio partidario. Es como si los dinosaurios pugnaran por mantener, a como dé lugar, el Jurassic Park cerrado para que nadie más entre.

El otro argumento que revela la escasa o nula actividad partidaria es la oposición a la valla de 280,000 votantes por cada partido en las elecciones primarias y abiertas, como condición para que estas sean válidas. Si tomamos en cuenta que Lima Metropolitana reúne el 30% del electorado, la proyección sería que un partido debería convocar en Lima a unos 93,000 electores limeños y en las restantes 23 regiones a unos 8,000 electores, en promedio. Como se puede observar, en el caso de Lima Metropolitana, que en las últimas elecciones tuvo 7,283,679 electores, es razonable que se exija la mencionada cantidad, a razón de 2,162 electores por cada uno de los 43 distritos. ¿Es tan difícil lograr esa meta? Curiosamente, el mismo cartel de partidos con representación en el Congreso, que exigía a los nuevos partidos que pretenden inscripción legal una valla de 750,000 firmas, se opone ahora a que sea necesario convocar a casi la tercera parte de esa cantidad en las elecciones primarias. ¿Dónde está pues la coherencia?

Un reciente comunicado del Apra, convocando a su XXV Congreso Nacional Ordinario (para el 25, 26 y 27 de octubre de este año) pone en evidencia el contradictorio discurso de sus actuales líderes. Ese comunicado señala que su padrón asciende a 222,788 militantes. Ese solo dato indicaría, por lo menos en el papel, que el partido de Alfonso Ugarte podría largamente superar la valla de 280,000 electores en elecciones primarias y abiertas. ¿Por qué entonces los dirigentes se oponen a las elecciones primarias y abiertas? Quizá la verdadera razón radique en que una apertura a una amplia democracia en el partido fundado por Haya de la Torre deje muy mal parados a los actuales dirigentes que, dicho sea de paso, ya llevan en la dirección del Apra casi tres décadas, rotándose los cargos entre las mismas caras.

Cierto es que en el proceso de implementación de estas reformas puede establecerse un periodo de transición. Por ejemplo, se podría establecer que para las elecciones primarias del 2021 el carácter abierto de las primarias sea opcional y no obligatorio. Pero si deberían ser obligatorias en las elecciones regionales y municipales del 2022; y en las presidenciales y congresales del 2026, para entonces quizá con un régimen bicameral. De esta manera, los partidos se prepararán para una gran transformación institucional. Podrían, incluso, buscarse otras fórmulas para un proceso de transición. Pero en el mediano plazo, las elecciones primarias y abiertas deberían ser una obligación, aplicando mecanismos modernos de control, para borrar a los dinosaurios de nuestra obsoleta partidocracia.

 

Neptalí Carpio
13 de junio del 2019

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