El espacio tiempo histórico (y digital)

Esta semana el mundo ha celebrado la creación de la World Wide Web, conocida por sus siglas “www”, que —en palabras de su creador, el científico Tim Berners-Lee—, “se ha convertido en una plaza pública, una biblioteca, una consulta de un médico, una tienda, un colegio, un estudio de diseño, una oficina, un cine, un banco y muchas cosas más” (Diario El País 12-03-2019. “Las tres amenazas que se ciernen sobre la web” por Tim Berner Lee).

Al describir como una plaza pública o un banco a la web, Berners-Lee describe también el espacio, y la manera en que este mismo espacio ha ido cambiando a lo largo de la historia. Si antes necesitábamos de un espacio físico para interactuar, conocer a la persona amada o realizar alguna transacción bancaria, hoy ese espacio físico se ha extendido hacia un espacio digital. Este espacio digital se ha convertido en el lugar donde millones de personas de distintos países del mundo se encuentran, sin fronteras ni barreras. Con excepción de algunos gobiernos que prohíben y supervisan el uso de la Internet.

Hace más de sesenta años, un peruano, decía que en el espacio —que es la geografía—, las cosas cambian de lugar a lugar. Esto quiere decir que el Perú no es igual que la China, ni la China lo es a Perú. En el tiempo, que es la historia, las cosas cambian también de generación en generación. Yo no puedo vivir el tiempo de mi padre, ni mi padre el tiempo de su padre. De esa manera podríamos resumir lo postulado por Víctor Raúl Haya de la Torre en su obra Espacio tiempo-histórico, publicada en el año 1948, cuarenta años antes de que el mundo conociera lo que hoy en día todos denominan World Wide Web y la Internet.

Ante el surgimiento y avance de este espacio digital en el siglo XXI, al cual se integran cada vez más personas de todo el planeta, el concepto geográfico se revoluciona a sí mismo, ampliándose a una especie de “geografía digital”, en la que confluyen individuos de distintas nacionalidades, distintos idiomas, cultura y demás. En esa línea argumentativa, cabría preguntarse si el espacio-tiempo histórico planteado por Haya de la Torre podría ampliarse también a un espacio (digital)-tiempo histórico.

El espacio digital no es perfecto. Las redes sociales parecen enrostrarnos diariamente que vivimos inmersos en una especie de “Babel digital”, donde conviven anónimos y personajes reales, donde todos pueden opinar con autoridad o sin ella sobre cualquier tema. El británico Berners-Lee ha identificado tres problemas básicos en la web: 1) Las intenciones deliberadas y maliciosas, como el pirateo y los ataques informáticos apoyados por los Estados, la conducta delictiva y el acoso en Internet. 2) El diseño de un sistema que crea incentivos perversos en los que se sacrifica al usuario, como los modelos de ingresos basados en la publicidad que recompensan comercialmente el cibercebo y la difusión viral de la desinformación. 3) Las consecuencias negativas involuntarias del diseño benevolente, como el tono enfurecido y polarizado y la calidad de las conversaciones en Internet.

La sociedad como la conocemos, fuera o dentro del mundo digital o virtual, tiene sus problemas. La violencia que se muestra en las calles se refleja en el espacio digital, pero también puede convertirse en un espacio positivo para quienes encauzan nobles propósitos: la fotografía de una joven desaparecida y que es compartida por millones de usuarios, es un ejemplo.

La teorización sobre la idea del espacio-tiempo, el avance de la ciencia y la mira puesta más allá de las fronteras terrestres por parte de la humanidad, hacen posible creer en la permanente evolución de lo que entendemos por espacio-tiempo. Esa es mi reflexión de hoy.