Jorge Varela
El dilema del pueblo cubano: vida o muerte
Las traiciones de la revolución
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Hace casi 62 años nació en Cuba un régimen cruel y totalitario, encabezado por los hermanos Castro, que en nombre de la revolución marxista-leninista ha devenido en un sistema genocida y parasitario, violador de los derechos elementales de su pueblo. Recuérdese el mesianismo de Fidel y su uso perverso de la religión, que se expresaba en frases del siguiente calibre: “hablan mal de mí, porque he dicho la verdad. Crucificaron a Cristo por decir la verdad [...] quien condena a la Revolución traiciona a Cristo y se declara a sí mismo capaz de crucificar de nuevo al propio Cristo” (historiadora Lillian Guerra, citada por el mexicano Enrique Krause).
Fidel era el nuevo redentor
Fidel junto a sus comandantes y esbirros aplicó prácticas de la guerrilla para transformar a Cuba en una sociedad de milicianos adscritos a su fe. Parecía encabezar una nueva Iglesia militante integrada por frailes con uniforme verde olivo y botas, convencido de que era posible convertir a los cubanos a la pureza radical por la vía de las armas. Lillian Guerra describe en detalle la maléfica actividad purificadora de organizaciones militantes creadas por Fidel a principio de los años sesenta, para conformar verticalmente su idea de sociedad: mujeres, estudiantes, agricultores, obreros, burócratas, escritores, artistas, hasta niños, marchando rifle en mano tras un falso paraíso.
Entre otras organizaciones hay que mencionar a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) creados en 1960, para que los ciudadanos cuidaran la ‘fidelidad’ revolucionaria de sus vecinos y denunciaran sus desviaciones. Fidel los definió como “la retaguardia civil de la vanguardia armada de las milicias y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en la lucha contra el enemigo interno y externo”.
Este es el mismo Fidel que tuvo el propósito de jugar también el rol del único empresario, del empresario total, en una isla sin empresarios autónomos. No es casual que algunos críticos hayan hablado de la “isla finca” de Fidel (Su padre fue un gran terrateniente). Y ello explica en parte los fracasos económicos del proceso.
Marc Frank periodista amigo de la revolución cubana calculaba en agosto de 1994, –época de las manifestaciones conocidas como “el Maleconazo”–, en casi un tercio la “zona gris” de los inconformes, y agregaba que el desencanto no radicaba en la aplicación dictatorial de la “ideología purista” o en el miedo a la represión o la delación. El descontento, afirmaba, tenía su origen en las carencias materiales. (Cuban revelations: Behind the scenes in Havana. Su autor, Marc Frank, fue corresponsal del Financial Times y Reuters en Cuba). Lo que Frank olvidó registrar fue la responsabilidad directa de Fidel Castro en la crisis de 1993. Ese año, con un 50% de inflación, una caída del 35% en el PIB y del 78% en el gasto por habitante, Cuba parecía estar a punto del colapso.
El momento de Raúl
Años después, cuando Fidel cayó víctima de una grave enfermedad que lo mantuvo alejado de la dirección revolucionaria –verano de 2006–, asumió su hermano Raúl, quien está dotado de otra personalidad: es silencioso, calculador y pragmático.
A partir de 2010 Raúl introdujo varias reformas estructurales: racionalización de las empresas estatales, despido de empleados innecesarios, expansión del empleo no estatal (“cuentapropismo”), incentivo a las cooperativas autónomas de producción, libre compraventa de autos y vivienda. Con disciplina marcial y el apoyo de cuadros dóciles en el ejército y el partido, impulsó una nueva etapa, graduando la cobertura, la intensidad y los tiempos.
En la segunda mitad de 2010, el mismo Raúl lamentó que Cuba fuese “el único país del mundo en que la gente puede vivir sin trabajar” y denunció el enfoque paternalista, idealista e igualitario que implantó la Revolución. Según su propio diagnóstico el problema no era de estructura ni de modelo sino de “actitudes”. Nadie a esas alturas podía calcular la dimensión del subsidio de Venezuela a Cuba.
El gobierno cubano ha atribuido de modo reiterativo el origen de todos sus problemas económicos al embargo estadounidense. Para Carmelo Mesa-Lago –un estudioso de la sociedad cubana–, “la causa fundamental de los problemas de Cuba es la política económica del último medio siglo”. Y aunque acuerdos contingentes en la relación con Estados Unidos podrían haber alterado dicho escenario, nada era más importante (incluso para preservar los logros sociales) que el cambio de modelo. (Mesa-Lago, profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh, “Balance económico social de 50 años de la Revolución en Cuba” en América Latina Hoy, Nº 52, Universidad de Salamanca, 2009)
Es importante señalar de manera categórica que el embargo estadounidense no es un argumento justificante de las graves violaciones a los derechos humanos más elementales. En este sentido la represión desatada a lo largo de más de seis décadas contra la oposición política y social no puede ser considerada como su dramático equivalente.
El citado Marc Frank nunca admitió explícitamente los costos que han pagado generaciones de cubanos: aislados del mundo, sujetos a vigilancia, temerosos de ser reprimidos, dependientes de la verdad oficial, impedidos de ejercer las libertades cívicas esenciales, de protestar con libertad sin riesgos de perder su vida.
El destino de la protesta actual
El plan de Raúl Castro Ruz para retener el poder ha comenzado a esfumarse por los aires. Según dijera un dirigente de la oposición democrática cubana: tan solo "se adelantó el día”. Las imágenes de los manifestantes cubanos protestando sin miedo el 11 de julio, muestran una población joven de estudiantes, mujeres y trabajadores sin empleo que no pueden ser tachados de burgueses, ni de capitalistas.
Frente al pueblo cubano que pide a gritos libertad, Díaz-Canel (un títere del declinante Raúl Castro, designado con la misión de aguantar el derrumbe y asegurar un final tranquilo en la cama a los viejos jerarcas sobrevivientes) ha dado orden a los fanáticos de los CDR de enfrentar violentamente a los manifestantes, porque para él la calle sólo es "propiedad de la revolución”. La realidad desconocida, pero subyacente, es que si Cuba está gobernada por una Junta Militar –con mayoría en el Buró Político del partido único– es difícil imaginar un golpe de Estado que sustituya a quien oficia de presidente –como algunos vaticinan– o ponga fin a la fracasada utopía marxista. El poder efectivo lo detentaba el hijo de Raúl Castro, Alejandro Castro Espín (‘el Tuerto’), coordinador del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, órgano que maneja la Inteligencia y los nombramientos de los altos mandos militares. En la actualidad el ministro de las Fuerzas Armadas es un hombre de confianza de Raúl: el general Álvaro López Miera.
No es posible anticipar cuál será el final de este reventón del pueblo cubano en su doloroso camino hacia la libertad. Aunque la solución no es asesinar, sino reformar, el choque fratricida es una posibilidad analítica no descartable. Lo que hoy se observa es un gobierno dictatorial desesperado, –como el del tirano alemán Erich Honecker en su ocaso después de la caída del muro de Berlín–, frente a una población indignada que tiene hambre de libertad y justicia. Lo concreto es que, por ahora, no hay un líder u organización capaz de encauzar o negociar una salida; tampoco es mucho lo que se puede esperar de Estados Unidos, de la Unión Europea, de países latinoamericanos como Argentina, Bolivia y Venezuela, de la bobería socialista o del buenismo democristiano todavía vigentes en España y Alemania.
Pero, una bonita mañana de luz……, quizás, podría volver a brillar el sol de la libertad en todo su esplendor para millares de jóvenes cubanos sin futuro, no solo en La Habana, Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos, Santa Clara, Morón, Camagüey, Santa Cruz del Sur, Manzanillo, Santiago de Cuba, Guantánamo; para que canten con fuerza y alegría: “Se acabó. Y no tenemos miedo, se acabó el engaño”(*). Bien se dice que la política es la ignorancia de lo que va a ocurrir al día siguiente.
* Letra de la canción “Patria y vida”
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