Tino Santander
El Corredor Minero del Sur
Peruanos quechuahablantes que ahora tienen un inmenso poder de negociación
Escribo desde el distrito de Velille en la provincia cusqueña de Chumbivilcas, en un viaje de observación por el Corredor Minero del Sur andino, que atraviesa 14 distritos de cinco provincias de tres regiones (Apurímac, Cusco y Arequipa). Vamos a recorrer 485 kilómetros de carretera sin asfaltar, por donde transitan diariamente más de mil camiones que trasladan el cobre al puerto arequipeño para su exportación.
Nos falta calcular los camiones de la minería artesanal que, según Manuel Pilla Colque, pequeño minero artesanal de la provincia de Challhuahuacho –distrito de Cotabambas, en Apurímac– son unos 200 camiones diarios que van a la planta de Arequipa, de manera legal porque casi todos ellos están registrados en la SUNAT y pagan impuestos. Además –dice orgullosamente–, ya están en la segunda etapa de la formalización, que consiste en la fiscalización ambiental que realiza el Ministerio del Ambiente. La minería artesanal crea mucho empleo y dinamiza la economía del sur peruano.
Hemos visto aproximadamente 80 kilómetros de la carretera de Cusco a Challhuahuacho parcialmente bloqueados (desde el desvió de Saywe hasta Challhuahuacho) en protesta por el polvo asfixiante que genera el infernal tráfico de camiones, camionetas, equipo pesado, inmensos buses, combis y, particulares. La procesión de riqueza que desfila por esta marginal carretera expresa la incapacidad del Estado peruano y de las empresas mineras para asfaltar esta vía imprescindible para la paz social y el desarrollo regional.
Makario Meléndez dirigente comunal me dice: “Nadie quiere ser responsable de la carretera, por eso miles de comuneros que son asfixiados por el polvo del agobiante tránsito minero y particular construyen sus casas al borde de la carretera para ser declarados afectados por la minería y recibir una compensación económica de las empresas y del Estado”.
Mañana partiré a Espinar a encontrarme con Ciro Palma Loaiza dirigente de la “Asamblea Multicomunal por la consulta previa de Espinar”. Son comunidades que están en el área de influencia del proyecto minero Antapaccay - Glencore SAC. Las comunidades de Espinar están organizadas y buscan obtener las mayores ventajas económicas y sociales de las empresas mineras, porque para las comunidades y pueblos estas reemplazan al Estado en todo orden de cosas. El corredor minero alberga a 217 comunidades campesinas que no tienen salud, ni educación, ni agua ni desagüe y han sobrevivido con una agricultura y ganadería elemental. Son casi 55,000 peruanos quechuahablantes que ahora tienen un inmenso poder de negociación, pero que todavía no saben utilizarlo.
Estos peruanos perciben que el Estado es corrupto y burocrático, y no creen en la clase política, a la que llaman suas (ladrones). Sin embargo, los funcionarios municipales e ingenieros con quienes me encontré en varias comunidades me dijeron: “Los comuneros también quieren dinero fácil, muchas veces nos exigen el tareíto, es decir que tengamos una planilla fantasma de 15 o más comuneros a los que les debemos pagar puntualmente. Ese dinero lo destinan a las fiestas comunales u otras actividades. Y si no lo pagas te amenazan con botarte de la comunidad e incluso con golpearte. Además señalan que la Contraloría se ha convertido en una Gestapo que denuncia por el más mínimo error y desconfía de todo, por eso nadie quiere hacer nada, todos tenemos miedo a ser acusados de corrupción”.
Antes los antropólogos definían al Corredor Minero del Sur como una zona de refugio. Es decir, como lugares remotos, aislados del mundo y, con una tradición cultural ancestral, que el desarrollo minero ha trastocado totalmente, generando expectativas y frustraciones que el Estado y las empresas mineras no entienden. Un ejemplo de esta gran transformación es que el comunero de esta zonas ha cambiado el legendario caballo por las motos chinas y las camionetas “cuatro por cuatro” y quieren convertirse. como sea, en los nuevos ricos (qolqeyoq) del Perú. Aunque para los neoindigenistas esto sea una herejía, los comuneros del Corredor Minero del Sur adoran al becerro del oro en quechua. Lo demás, aunque nos duela señalarlo, son ficciones y fantasías ideológicas del siglo XX.
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