Pedro Corzo

El castrochavismo y sus cómplices

Un amplio sector de la clase dirigente de cada país

El castrochavismo y sus cómplices
Pedro Corzo
30 de abril del 2023


El castrismo ha sido catastrófico para Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, además, de una amenaza cierta al progreso y estabilidad del resto de los países del hemisferio por su vastas, profundas y diversificadas formas de operar contra la democracia. Tantas que, a pesar de los fracasos acumulados, no dejan de ser polos de atracción para quienes contemplan el poder como botín de guerra.

Décadas después de su aparición, esas naciones y las que se les han aproximado –Ecuador es un ejemplo válido–, presentan serios problemas de gobernabilidad, exacerbados por una miseria crónica y total ausencia de libertades y derechos. Una situación que obliga a los ciudadanos conscientes de sus prerrogativas, a combatir el oprobio con las trágicas consecuencias de muerte, cárcel y exilio.

Sin embargo, es un orgullo para todos que, aunque la tragedia en esos cuatro países es una penosa realidad, la resistencia no ha sido quebrada en ninguno de ellos, puesto que la represión, por cruda que sea, no logra extinguir los espíritus libres. No obstante, sería muy provechoso para esos resistentes tener un apoyo más concreto de la comunidad internacional. Ir más allá de las declaraciones altisonantes y de sanciones que pocas veces se implementan a plenitud, ya que una red de regímenes de fuerza –como la que han construido los castros chavistas–, no se destruye, tampoco se neutraliza, con paños tibios y en solitario, porque –amén de tener el poder– no le faltan amigos listos para servirles, como es el caso de Luis Inacio Lula da Silva y la señora Cristina Fernández, entre otros.

Cierto que la mayor responsabilidad radica en los pueblos que padecen la tiranía, pero la historia ha demostrado que las dominaciones transnacionales no pueden ser derrocadas por acciones unilaterales. Es necesario una acción común y decidida de parte de quienes los impugnan. No hay país libre de depredadores, no hay vacuna contra los demiurgos, diría Anatole France, con capacidad para destruir lo construido, un aviso de que no se debe perder tiempo en lo que ha de hacerse.

Por otra parte, deberíamos tener presente, que los caudillos que imponen la ignominia de un gobierno de fuerza son los mayores responsables de esa desdicha, pero no los únicos. Sus colaboradores y seguidores comparten responsabilidad porque, como escribiera José Martí, “Ver con calma un crimen es cometerlo”. Y esos regímenes se caracterizan por difundir su crueldad para lograr el ansiado control social, logrando así numerosos cómplices que se reciclan en la vesania.

Esas dictaduras cuentan con una vasta clientela de servidores que pueden mutar de víctimas a victimarios. Estos últimos se transforman en siervos abusados cuando hacen una toma de conciencia de su complicidad, o incurren en alguna veleidad que el amo interpreta como punible y les castiga.

No faltan autócratas voluntariosos y talentosos, sujetos sin piedad y crueldad sobrada, pero aun así no pueden construir por su sola voluntad un régimen a su imagen y semejanza. Tienen que procurarse una cuadrilla de ejecutores en el sentido literal del término y de constructores que cumplan esas funciones.

La labor de los autócratas –llámense Fidel y Raúl Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega, Miguel Díaz Canel, Evo Morales o Rafael Correa– es asistida y complementada por oportunistas siempre presentes, o por quienes creen, a sangre y fuego, en sus propuestas. Ellos son quienes concretan con sus actos las consignas oficiales y olvidan sus derechos voluntariamente. 

El trabajo que cumplen estos déspotas, incluida la caminata hasta el poder, es favorecida por malos juicios, desidia y complicidad de un amplio sector de sus coterráneos. De estos últimos, tal vez la mayoría, los más bulliciosos partidarios, provengan del pueblo llano. No obstante, han de contar, al menos, con un sector de la clase dirigente –intelectuales, empresarios, líderes sociales, artistas y profesionales– para poder construir su imperio. Al menos eso sucedió en Cuba, también se apreció en Venezuela y Nicaragua.

Aunque como cubano nos apene, debemos reconocer que el régimen insular ha suministrado un caudal de experiencias y conocimientos a sus pares latinoamericanos. Los dictadores de las naciones mencionadas, y los que pueda deparar el futuro, han podido imponer su voluntad gracias a la asesoría directa del totalitarismo castrista, que ha enviado a muchos de sus verdugos a difundir cómo debe imponerse sistemática e institucionalmente el terror.

Pedro Corzo
30 de abril del 2023

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