Neptalí Carpio

El ancho espectro del centro político

Ante el desprestigio de la derecha y el extremismo de la izquierda

El ancho espectro del centro político
Neptalí Carpio
28 de febrero del 2019

 

Si algo se ha consolidado como posibilidad, en perspectivas para las elecciones presidenciales del 2021, es que el nuevo presidente de la República surja de aquel espectro de fuerzas y líderes que se ubican en el centro político. El alto desgaste por la recatafila de casos de corrupción golpea principalmente a las opciones de la derecha, donde se ubican el fujimorismo, el Apra, el PPC y PPK. Y en la otra orilla, la izquierda, con el torpe viraje de Verónika Mendoza hacia una posición extremista —para buscar una coalición con personajes como Gregorio Santos, Vladimir Cerrón y Aduviri, así como la defensa del dictador Nicolás Maduro— hace que las posibilidades de crecimiento de opciones de centro político sean más amplias. Tanto en sus versiones de centro derecha, centro izquierda o simplemente un centro ecléctico.

Esta tendencia puede variar en el supuesto que una prolongación del régimen venezolano de Nicolás Maduro y el aumento de la inmigración venezolana provoque el surgimiento de tendencias y liderazgos xenófobos, como ha ocurrido en Europa y Brasil. Pero, curiosamente, otro tipo de desenlace podría favorecer a la izquierda, si una pronta caída de del régimen de Maduro termina por desaparecer la amenaza de un gobierno estatista y autoritario a partir del 2021. Y así como los sectores de la derecha se rehúsan a aceptar de verdad una necesaria y sincera lucha contra impunidad, renovando liderazgos y acercándose más bien a una opción de liberalismo democrático, la izquierda, por su parte, no se percata de que lo peor que le puede pasar es que en las elecciones del verano del 2021, defiendan lo indefendible: que el modelo del dictador Maduro es un ejemplo a seguir. La prolongación de la dictadura chavista bien puede ser una maldición para cualquier opción de izquierda, en una circunstancia en que los efectos de la inmigración venezolana en todo el territorio nacional hagan latente una toma de posición del ciudadano de a pie.

En el centro político se perfilan principalmente Julio Guzmán, Alfredo Barnechea y Jorge Nieto, ex ministro de Defensa. El primero de ellos ha obtenido un logro estratégico trascendental, al haber logrado la inscripción del Partido Morado, con lo cual ha dado un duro golpe a la pretensión de quienes querían consolidar un “cartel de partidos”, aquellos cuyos líderes están precisamente comprometidos con graves casos de corrupción. En Acción Popular, pese a todo, Barnechea parece ser la mejor opción, aunque se conoce que Raúl Diez Canseco ha dado pasos importantes para controlar la estructura partidaria acciopopulista. Y el otro aspirante de AP, Yonhy Lescano, también tiene lo suyo, pero asoma con un perfil excesivamente contestatario, el que para muchos sectores no tendría mucha diferencia con una propuesta de izquierda. Obviamente César Acuña, de Alianza para el Progreso y, otros políticos intentarán disputar también el liderazgo de este espacio.

Recientemente, refrescando las opciones del centro, ha surgido la precandidatura de Jorge Nieto, ex ministro de Estado, ex asesor de gobiernos en México y un destacado dirigente estudiantil, cuando joven en la Universidad Católica. Nieto proyecta una alta cultura política y nivel de estadista, similar al de Barnechea. Pero la gran diferencia con este último es que Nieto demostró alta eficiencia, vocación de diálogo y don de autoridad cuando fue, primero, ministro de Cultura, y luego en la cartera de Defensa. Demostró en este último caso, destreza y autoridad al frente de las FF.AA., cuando en el verano del 2017 ocurrió el fenómeno de El Niño. Sin embargo, la debilidad de Nieto radica en que no tiene por ahora un partido político que lo respalde, como si lo tienen Guzmán y Barnechea.

Lo que deberían tener en cuenta quienes pretenden disputar una opción de centro es que, por más contradictorio que parezca, el perfil de un candidato de este espectro tiene no solo que demostrar una alta convocatoria, sino también capacidad de un ejercicio fuerte de la autoridad, frente a los prolongados problemas de inseguridad ciudadana, corrupción e ineficiencia del Estado. En este último tema, una ineficiencia mostrada con alta evidencia por la falta de prevención para enfrentar cada año los efectos del cambio climático. El nuevo presidente elegido el 2021 deberá ser el líder de la construcción de una alta capacidad resiliente de nuestras ciudades, centros poblados e instituciones, para enfrentar cada vez fenómenos más traumáticos por el cambio climático.

Y es que agotado el auge de las ideas de lo que a fines de la década de los ochenta se denominó el “neoliberalismo” (Consenso de Washington) y de las fallidas promesas de la izquierda, el socialcristianismo y el nacionalismo, lo ideal sería que desde el centro político surja un potente discurso paradigmático de reforma del Estado, de desarrollo económico y de reforma de instituciones, como anunciando un optimista ingreso a una nueva época, justamente el año que celebraremos el Bicentenario de la República. Estamos viviendo un momento de la historia en el que se requiere también una nueva visión de país, con capacidad de convocar, sobre todo, a las nuevas generaciones, en vista del desgaste de por lo menos dos generaciones de líderes políticos; y además por el evidente anquilosamiento de gran parte de la intelectualidad y la tecnocracia, tanto de izquierda como de derecha.

Una opción de centro político no solo debe ser triunfante por la popularidad de un candidato, sino también por expresar una convocatoria con alta capacidad de gestión y organización de profesionales, técnicos, líderes sociales y operadores políticos, así como un moderno partido político o una amplia coalición de diversas fuerzas. Si eso no ocurre, la popularidad de un liderazgo de centro puede ser solo circunstancial, para volver a no trascender en la historia, como ha ocurrido con otros líderes.

 

Neptalí Carpio
28 de febrero del 2019

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