Cecilia Bákula

El alto costo de la omisión

El silencio del Presidente ante la muerte de Guzmán

El alto costo de la omisión
Cecilia Bákula
19 de septiembre del 2021


Desde el día en que se informó la muerte natural de Abimael Guzmán, el país espera un mensaje a la Nación de quien hoy ostenta la más alta autoridad del Estado. Ese mensaje no ha llegado y parece que no llegará, pues es evidente que sería ya tardío y comprometería o la verdad de lo que se dice o la verdad de lo que se siente.

No obstante, ese silencio –que podemos calificar de cómplice, timorato y como un grave pecado de omisión– nos enfrenta a la realidad de un mandatario colocado en circunstancias que siguen generando cuestionamientos y dudas. Un mandatario que se muestra incapaz de asumir sus obligaciones para con todo el país, pues al mantener a la población en un estado de incertidumbre, mientras se va haciendo un vacío en este caso, se puede gestar una reacción no deseada de los seguidores del asesino fallecido. 

Simple y necesario habría sido dirigirse al país otros cinco o seis minutos para dar cuenta de un hecho natural, como es la muerte ,y destacar la conducta impecable de la Policía en el proceso de captura y la transparencia de las fuerzas encargadas de custodiarlo y darle atención hasta su fallecimiento, una conducta que él fallecido no conoció ni puso en práctica en sus acciones sangrientas. Y el mutismo se ha mantenido a pesar de haber tenido que suscribir la norma respecto a la cremación del cuerpo del traidor fallecido; de haberse actuado con mayor diligencia y sin compromisos ideológicos, se le hubiera ahorrado al país una semana de zozobra e innecesaria inquietud.

En esos escasos minutos de un posible mensaje al país o, por lo menos un comunicado oficial al respecto, se podría haber hecho un mínimo reconocimiento a quienes hace 29 años llevaron a cabo una labor de inteligencia que trajo para el Perú un rayo de luz y esperanza de que el terrorismo abandonaría nuestra patria y no se afianzaría en la mente ni en el corazón de mas peruanos. Era la oportunidad para mostrar a las nuevas generaciones el valor auténtico y el heroísmo de quienes trabajaron tenaz y silenciosamente en ese proceso de captura. Y de reconocer la deuda honrosa que el país tiene con el general Antonio Ketín Vidal y quienes integraban el GEIN, destacando Benedicto Jiménez y Marco Miyashiro. Pero esa referencia no ha llegado.

Las acciones de Guzmán, de sus seguidores y secuaces, se escondieron bajo un paraguas de reclamo social y pretendieron hacer creer que eran una reacción ante la pobreza. Falso. Es necesario alzar la voz y decir que nunca nos hemos empobrecido material y espiritualmente más que en esos años de lucha interna y fratricida que sembró terror, muerte y desolación.

Entonces, ante una especie de condición catatónica de la autoridad, queda claro que son otros intereses, no los del Perú, los que mueven su conducta. Y ese silencio y la omisión de que se hace gala son más expresivos que los discursos y los cortos mensajes que pueda dar. Tenemos a un gobierno que ha sentido dolor y pena por la muerte de Guzmán; y ese fallecimiento se adelantó a los planes de darle otras condiciones carcelarias a quien no merecía más que la vida misma, no obstante habérsela arrebatado a miles.

El mutismo del gobierno es gravísimo signo de complacencia con el resurgimiento oficial del terrorismo. Y digo esto en tanto no cabe duda de cuántas personas hay hoy que se enorgullecen de su pasado criminal y al mismo tiempo que ostentan cargos públicos. Este es un momento importante para hacer ver a la juventud, que parece vivir en desconexión con la historia reciente, que el terrorismo no es una lucha de niños, que tiene raíces ideológicas que buscan la destrucción y el empobrecimiento de la mayoría, para llevar a los ciudadanos a una condición de sumisos mendicantes.

El silencio culposo es, pues, una prueba de cómo se quiere dar una veladura de tolerancia hacia acciones de destrucción y muerte que no podemos tolerar. El ciudadano de a pie debe entender la crítica y delicada situación que vivimos; no debemos ceder ni un milímetro a una propuesta genocida, empobrecedora y que busca la muerte del Estado para imponer ideologías de falsedad y odio. Debemos exigir una conducta viril y clara del gobernante, sin darle respiro a la exigencia de gobernar hacia un futuro mejor para todos y no hacia el regreso a formas de vida que enlutaron y quisieron destruir al país.

Cecilia Bákula
19 de septiembre del 2021

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