Guillermo Vidalón
Educar sin marginar
El intento de cerrar los COAR

En 2011, escribimos en contra de la pretensión de cerrar el COAR Lima (ex Colegio Presidente de la República), durante la gestión de la ex ministra de educación Patricia Salas del gobierno de Ollanta Humala. Argumentaban razones económicas; sin embargo, todo hacía y hace pensar que se trata de un tema ideológico.
Como se recordará, el COAR Lima se instituyó durante el segundo Gobierno del presidente Alan García Pérez, y sin lugar a dudas fue una de sus principales obras. En la actualidad, la administración de Francisco Sagasti, a través del titular del Ministerio de Educación, Ricardo Cuenca, parece dudar sobre proseguir o no con los COAR. ¿Cuál sería la motivación? Evitar que un grupo de jóvenes talentos se distingan de los demás y alcancen todos los logros que el potencial de su ingenio y voluntad les permita.
Para este grupo de funcionarios, que tienen bajo su control el aparato estatal desde hace casi diez años –más allá de la presencia circunstancial de cinco presidentes (Humala, Kuczynski, Vizcarra, Merino y Sagasti)–, el ideal de sociedad es el igualitarismo; por lo tanto, su principal herramienta para alcanzar sus fines es el control de la educación pública. En consecuencia, nadie debe destacar, porque más temprano que tarde terminarían cuestionando su ineficiencia en el manejo de la cosa pública. Porque valgan verdades, lo único que les interesa es mantenerse en el poder y no proponer soluciones adecuadas a los problemas que enfrenta el país. Incluida la pandemia del COVID-19.
Estos funcionarios hacen todo lo contrario a lo que sus pares realizan en los países desarrollados. Allá se estimula la creatividad, el ingenio, la innovación, que es lo que la economía mundial retribuye. Acá, en la visión de ciertos funcionarios, un joven talentoso debe recibir la educación promedio de la escuela pública, porque la intención del sistema que nos proponen es achatar a la población, no dar ningún estímulo a la meritocracia. Sin embargo, estos funcionarios que manifiestan su ideal igualitario no matriculan a sus hijos en las escuelas públicas. ¿Será porque no consideran adecuada la calidad de la educación pública para sus hijos o porque quieren desplazar a eventuales competidores de los suyos?
Cabe destacar que los COAR contemplan un diseño educativo que permite la convivencia de jóvenes procedentes de diferentes lugares de una región, y que también incorporan a otros provenientes de otras regiones. ¿Cuál es la finalidad? Que los líderes del futuro vivan la experiencia de conocer un país diverso y complejo, donde deben intercambiar puntos de vista, estilos de vida, y enriquecerse con las culturas de cada uno; sobre todo para lograr acuerdos, plantearse opciones de convivencia armónica y pacífica. Los COAR fortalecen el núcleo que nos une, el sentimiento de pertenencia y la identidad nacional. Esa experiencia solo se consigue en dichos colegios.
Si los programas educativos contemplasen intercambios con escuelas del interior del país que cuenten con condiciones adecuadas, nuestros jóvenes conocerían mejor la realidad nacional y serían más tolerantes. Y sus decisiones a futuro dejarían de lado la lógica del conflicto para dar pase a los consensos, que constituyen los fundamentos de una sociedad democrática.
Los COAR demandan mayores recursos económicos. Pero la expectativa de retorno es inmensamente superior para el Perú.
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