Cesar Gutierrez
Dudas presidenciales
El caso Evo Morales es elocuente evidencia
En política, la correlación de fuerzas es vital para el manejo del poder, sin aliados, la gobernabilidad y gobernanza se convierten en una quimera. En el caso de Martín Vizcarra sus compañeros de ruta para el cierre del Congreso han sido los medios de comunicación, fidelizados a través del presupuesto público; los opinólogos jurídicos, económicos y políticos, con RUC; cinco de siete miembros del Tribunal Constitucional, que hacen política en lugar de revisar la constitucionalidad de las normas; una facción tremendista y protagónica del Ministerio Público y unos cuantos jueces carceleros, ambos grupos nutren su ego inflado por la prensa fidelizada; las encuestadoras de credibilidad dudosa y la facción urbana y acomodaticia de la izquierda. El accionar conjunto, de canto entonado y que no desafina, ha transmitido al ciudadano de a pie que estamos ante un mandatario justiciero.
Internacionalmente, su mediocridad no le ha permitido tener mayores adeptos. Hizo intentos recibiendo en Palacio de Gobierno, al entonces candidato a la presidencia de Argentina, Alberto Fernández, gestión con el sello de su asesor argentino, Maximiliano Aguiar. Hizo un acercamiento a Evo Morales, bajo el pretexto de suministro de gas boliviano a la macrorregión sur del Perú; mientras que su relación con Sebastián Piñera y Lenin Moreno, por la realización de gabinetes binacionales, es moneda feble, porque la permanencia en el poder de ambos, pende de un hilo. Finalmente, está el caso del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, que ha mostrado ser un pragmático de marca mayor, que respaldó inexplicablemente la postulación de Evo Morales, por encima de las leyes de su país, y luego pasó a ser su acusador, después del fraude perpetrado; así que nada puede esperar de él.
Las dudas de Vizcarra sobre los que considera aliados se han puesto de manifiesto recientemente con su ambivalentes decisiones en el tránsito al exilio mexicano de Evo Morales. En primer término, permitió el aterrizaje de la nave que iba a Bolivia a recogerlo, para luego negarse al aterrizaje para un nuevo abastecimiento, cuando el avión tenía al ex presidente boliviano a bordo. De hecho, el hoy mandatario electo de Argentina, Alberto Fernández, y toda la corriente internacional que lo apoya, lo percibirán como una persona nada fiable. La progresía izquierdista local tendrá la misma valoración.
Lo que se viene en enero próximo es una nueva conformación del Congreso, impredecible para todos y en la que estarán indudablemente en juego dos temas de fondo: la modificación del régimen económico constitucional y una intentona reeleccionistas del mandatario, posición muy sensible para la población luego de ver el caso de Morales en Bolivia. No hay masa crítica para protestas como ocurren en Chile, Bolivia y Ecuador; pero difícilmente habrá votos mayoritarios en el Congreso para apoyar una iniciativa de esta naturaleza.
En resumen, lo que le espera al hombre de Moquegua es estar inevitablemente a disposición de la justicia a partir de agosto de 2021, por los hechos denunciados (antes de ser mandatario) y un antejuicio que sin dudas lo pondrá en manos del Poder Judicial, por las denuncias del aeropuerto de Chinchero y las obras otorgadas al Club de la Construcción, cuando fue Ministro de Transportes. Y también por el cierre del Congreso, en el ejercicio de la presidencia. Sus aliados de hoy son efímeros y con sus decisiones actuales difícilmente encontrará nuevos, menos aún en un período electoral presidencial y congresal que se comenzará a vivir desde el segundo semestre del próximo año.
Se le avecinan tiempos difíciles al hoy soberbio inquilino de la Casa de Pizarro.
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