Eduardo Zapata

Del parque temático escribal a la libertad

Del parque temático escribal a la libertad
Eduardo Zapata
29 de junio del 2017

Ideologías versus libertad y creatividad

Decía Umberto Eco, a propósito de los cambios culturales producidos por los medios masivos de comunicación y haciendo referencia a algunos de sus críticos, lo siguiente:

Pero ante ciertas tomas de posición nace la sospecha de que el crítico se refiere constantemente a un modelo humano que, aunque él no lo sepa, es clasista: es el modelo del gentilhombre del renacimiento, culto y meditabundo, a quien una determinada condición económica le permite cultivar con amorosa atención las propias experiencias interiores, le preserva de fáciles conmixtiones utilitarias y le garantiza celosamente una absoluta originalidad.

Eran los años sesenta. Y junto a críticos apocalípticos que anunciaban la muerte del libro, otros veían en los nuevos medios hasta una conspiración del capitalismo para imponer su ideología. El Pato Donald se convirtió así —Ariel Dorfman y Armand Mattelart dixit— en agente del imperialismo.

Apocalípticas apreciaciones de Mario Vargas Llosa hoy anuncian que los usuarios de las nuevas tecnologías de la información escriben como monos. Los jóvenes que acortan las palabras y quiebran las normas gramaticales pensarían así como simios.

No estaría demás recordar —según el escritor— en primer lugar, que empobrece la condición humana reducir el pensamiento a palabras. Como lo demuestran investigaciones del M.I.T., hay también pensamientos matemáticos y sensoriales. Sostener lo contrario —por ejemplo— significaría que un pintor no piensa mientras ejecuta su obra; que solo plasma mecánicamente lo que antes “pensó con palabras”. Einstein mismo sostenía que la parte más creativa de su pensamiento era de naturaleza sensorial.

La lingüística —por su parte— nos enseña que el funcionamiento y la evolución de las lenguas se rigen por lo que André Martinet denominaba “el principio de economía del lenguaje”. Con el menor número de elementos debe ser posible construir el mayor número de unidades. Con un número finito de sonidos —por ejemplo— es posible construir un número ilimitado de enunciados por combinaciones diferentes.

De modo que los cibernautas están simplemente aplicando ese principio a la escritura. Y sus textos revelan el uso de códigos que remiten no solo a razonamientos verbales, sino también a razonamientos sensoriales.

Así como ocurrió con la invención del alfabeto, la imprenta y los procesos de alfabetización masiva, las tecnologías electronales están cambiando —ciertamente— nuestros modos de codificar y decodificar el mundo. Re-citando a Eco: “Todo esto no excluye el juicio severo, la condena, la postura rigurosa: pero ejercitados respecto al nuevo modelo humano, no en nostálgica referencia al antiguo”.

Como lo hemos señalado en una reciente publicación: “…el gran cambio cultural que nos revela el habla electrónica es que niños y jóvenes han dejado de ser simples consumidores (como lo eran la mayoría de personas en el mundo escribal) para convertirse en productores”.

Donde añadíamos: “Es lógico que tengan temor los que sienten que van a perder poder, y los que —sin saberlo o quererlo, tal vez— adhieren a sociedades cerradas. Pero, por encima de todo, el escriba electronal está hablando de libertad. Y eso es bueno”.

Si hasta ayer el ideal era hasta hablar como se escribe, hoy lo es escribir como se habla. Entendemos que nos era más cómodo (a algunos) movernos en un contexto en el que, como dice Sloterdijk: “Desde el Politikos y desde la Politeia (República) hay en el mundo discursos que hablan de la comunidad humana como si se tratara de un parque zoológico que al mismo tiempo fuese un parque temático”.

Ese parque temático —lo habremos advertido ya— había sido construido con el ideal de hablar como se escribe. Las fuerzas inhibidoras de las ideologías se habían impuesto sobre las fuerzas desinhibidoras de la libertad y la creatividad.

 

Eduardo E. Zapata Saldaña

 
Eduardo Zapata
29 de junio del 2017

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