Renato Estremadoyro
Deconstruccionismo: el radicalismo de Derrida
Busca la destrucción de la razón
La sociedad peruana es cada vez más propensa al ataque sistematizado por parte del monopolio mediático y organizaciones internacionales, que intentan imponer una forma de irracionalismo denominado corrección política. Los impulsores de esta doctrina proclaman que las materias más importantes en la historia figuran bajo los encabezados de raza, género, etnicidad y elección de la sexualidad e incluso alguna perversión. Para ello, condenan a la civilización occidental, que tiene parte de sus raíces en la cultura cristiana; además de sumarse a los científicos o filósofos que, aunque ya muertos, representan una contradicción a la dialéctica deconstruccionista.
Así pues, tenemos en el objeto del ensayo “Tolerancia represiva” de Herbert Marcuse, que lo políticamente correcto exige el silenciamiento de cualquier discurso que pueda ser ofensivo para que los grupos que actualmente son denominados como vulnerables. Por lo mismo, se empeñan en acuñar nuevos y absurdos eufemismos. Lo que hay que apreciar, es que el credo políticamente correcto es coherente con una especie de doctrina filosófica que se instauró en el siglo anterior, de nombre “Deconstruccionismo”.
El principal expositor de este pensamiento fue Jacques Derrida, profesor de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales en París. Asimismo, su aparición en una conferencia que brindó en la Universidad Johns Hopkins, en 1966, le valió para dictar cátedra en universidades estadounidenses como Yale, Stanford, de Nueva York y de California. Aunque en el Perú no es muy conocido, es uno de los filósofos más influyentes dentro del ámbito académico internacional, especialmente en Estados Unidos. Sobre este país, debemos decir que su educación superior está muy marcada por el deconstruccionismo de Derrida; ya que el sistema educativo norteamericano se caracteriza por recoger los trastes de la chatarra ideológica del siglo XX. En cuanto a los deconstruccionistas, no es un error sostener que tienen el carácter de ser nominalistas radicales.
Derrida, tiene su obra, matriz existencial en el “Mayo francés”, de 1968; que significa la desestabilización de la “sociedad de clases” francesa. Cabe resaltar que, durante la década de 1950, el medio intelectual francés estuvo dominada por Existencialismo de Sartre; la década de 1960, por el Estructuralismo de Lévi-Strauss –que tuvo una fuerte repercusión en la formación de los movimientos terroristas que golpearon a Iberoamericano– y el freudismo de Lacan e incluso por el pensamiento de Jean Hyppolite. A finales de los años sesenta, el pensamiento de Derrida se plasmó, además, en la revista literaria Tel Quel; donde también tendría lugar el apologista de las Brigadas Rojas italianas, Félix Guattari. El linaje académico de Derrida, lo adquiere en la Escuela Normal Superior de París (ENS), él comenzó con Louis Althusser; quien tuvo como discípulo a Michel Foucault, y a quien le instruyó en la ideología marxista. Pero, Foucault, también tendría un discípulo: Jacques Derrida, quien fue su alumno en la ENS.
Derrida, en su libro “De la Gramatología”, habla en todos lados no de la “deconstrucción”, sino de la “destrucción”. Asimismo, en su obra “Márgenes de la Filosofía”, habla sobre que “la tarea (en la deconstrucción) es desmantelar las estructuras metafísicas y retóricas que están en funcionamiento, con el objetivo de reinscribirlas de otra manera”. Entonces, tenemos que Derrida se enfoca en la destrucción de dos sectores: el lenguaje y la razón.
Aquel que lea a Derrida, encuentra en su discurso, que su misión es destruir las lenguas alfabetizadas, en especial las europeas occidentales, que tienen una avanzada capacidad desarrollada para transmitir concepciones científicas, artísticas y epistemológicas; Derrida quiere destruir todo lo logrado por el legado de Dante, Petrarca y sus herederos en distintas latitudes. Derrida sabe también que para destruir la eficacia estos idiomas, debe destruir el patrimonio de Platón. Derrida es antioccidental, porque considera que la línea de desarrollo desde los filósofos griegos e incluso Leibniz, es de tipo “etnocentrista”; en buena cuenta, racista. En suma, Derrida quiere mostrar que todo escrito o discurso anterior es soportable, indescifrable e incapaz de significar algo. Por ello, leer un texto escrito, es siempre para Derrida, una mala e ineficiente lectura. Es entonces, cuando el argelino, recurre a una especie de nominalismo radical; que suprime cualquier relación entre lenguaje, por un lado, y conceptos y la realidad en el otro.
En buena cuenta, Derrida quiere la destrucción de la razón, la deconstrucción del logos, que él identifica como punto central de la tradición judeo-cristiana. Esta tradición es la que los deconstruccionistas están atacando, cuando se rebelan contra la “metafísica occidental”.
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