Jorge Varela
Cumbres borrascosas
En una América políticamente dividida

Al escribir sobre “cumbres” en esta ocasión, no se tiene la mente puesta en escalar las grandes montañas de la majestuosa cordillera de Los Andes, columna vertebral de nuestra América del Sur, sino en esas citas periódicas de Jefes de Estado del continente destinadas a resolver –aunque sea de modo retórico– el futuro de los pueblos que representan o dirigen en medio de tantas tribulaciones y esperanzas.
En el curso de las últimas tres décadas han proliferado los encuentros regionales. Las Cumbres Iberoamericanas comenzaron en 1991 y las Cumbres de las Américas surgieron en 1994. Durante este período se han efectuado numerosas reuniones de mandatarios, con resultado diverso. Varias de ellas, lamentablemente, han sido ocasiones perdidas para la defensa colectiva de los derechos humanos, la democracia, el respeto irrestricto a las libertades, y el sistema representativo; para haber construido una economía al servicio de la persona. Otras se convirtieron en eventos propicios para la rencilla pequeña, en vez de aportar al logro de ámbitos de convivencia, progreso y bienestar que beneficiaran a los habitantes de toda la región.
El investigador Rafael Rojas afirma que “todos los foros regionales en América Latina y el Caribe han experimentado crisis en los últimos años. Mientras más extensos o abarcadores, más agudas han sido esas crisis”.(artículo “La falsa grieta de la Cumbre de las Américas”, The Washington Post, 9 de junio de 2022).
Ello explica las objeciones conocidas a nivel continental y subcontinental contra dichas cumbres, pues más allá de las buenas intenciones derivan en pérdida de tiempo, en derroche de recursos y hasta prácticamente en inútiles, para no decir: ‘fracaso’ puro. De ahí que las preguntas sean: ¿hubo voluntad real para acordar resoluciones de trascendencia, de fondo?, ¿la IX Cumbre de las Américas de Los Ángeles sirvió para algo?
Cumbres, democracia y tiranías
La invitación a algunos dictadores “implicaba hacer caso omiso de la Carta Democrática Interamericana de 2001, y de la idea de que solo deben participar democracias representativas donde se respetan las libertades, los derechos humanos y donde hay elecciones libres”, señaló el excanciller mexicano Jorge Castañeda. “No hay duda de que las tres tiranías no cumplen con esos requisitos”, acotó (artículo “Cumbre de las Américas: ¿ineficaz?”. El Nacional, Caracas, 5 de junio de 2022).
El mismo Castañeda arguyó de modo curioso y un tanto contradictorio que “la tesis del presidente de México, a saber, de que nadie debe quedar excluido y que Cuba ya acudió a las Cumbres de Panamá y Perú es sostenible: la política de ostracismo solo ha fortalecido al régimen castrista durante más de 60 años”. Es claro que “las reuniones de mandatarios en ocasiones provocan tensiones previsibles. ¿A quién invitar y a quién dejar fuera?” En su opinión, “el equipo latinoamericano de Biden no preparó bien la cumbre”.
Para el ex-presidente colombiano Ernesto Samper “la exclusión, por razones ideológicas, de Venezuela, Cuba y Nicaragua desconoce el derecho que tienen estos países, con independencia de sus sistemas políticos, a ser parte del colectivo latinoamericano que asiste a estos encuentros”. A su juicio, el ánimo del gobierno de Joe Biden ha sido no pagar costos políticos internos, evitando la asistencia de mandatarios que incomoden a sectores conservadores y republicanos (“La cumbre de Los Ángeles: otra oportunidad perdida”. El País, España, 9 de junio de 2022).
La idea de convivencia democrática en cuestión
Desde antaño, no solo a partir de la Cumbre de Québec en 2001 cuando se acordó la denominada Carta Democrática Interamericana con la finalidad de establecer la defensa colectiva de la democracia en el hemisferio, hasta ésta que acaba de realizarse en Los Ángeles, si algo ha tambaleado en nuestras tierras es precisamente esa gran idea-esperanza de la convivencia libre.
Para un presidente desgastado como Biden, el tema es y será una brasa quemante en sus manos. Robert Guttman, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Johns Hopkins, sostiene: “hablamos de grandes ideales, pero somos más pragmáticos cuando se trata de la realidad. La inconsistencia de Estados Unidos se reduce a un ‘cínico’ interés propio”. Guttman dice que “Estados Unidos históricamente trata de apoyar la democracia”, algo que los efectos desastrosos del conflicto de Ucrania con Rusia han puesto en evidencia. “Pero con excepciones”, agrega (información de Radio Francia Internacional, 8 de junio de 2022).
En consecuencia, no basta que el anfitrión haya dicho “tenemos que renovar nuestra convicción de que la democracia es el ingrediente esencial del futuro”, y luego formular una exhortación etérea a la unidad.
Los riesgos de escalar y descender
Si subir a una cumbre es un desafío de por sí inmenso, para el cual es necesario estar preparado (en este caso la cima a lograr es la defensa activa de la democracia y de los derechos humanos), el descenso suele ser aún mucho más riesgoso y duro. Es la etapa en que los pseudo-demócratas habituados a poner pie fuerte, a aplastar, pueden dar un mal paso y caer de bruces al vacío donde debieran yacer las dictaduras.
Es que, como dijera el citado Castañeda, “las cumbres sirven para eso: no mucho más, pero tampoco menos”. Ahora, cuando la región tiene dos posturas para enfrentar a los sepultureros de la democracia, quién no guardó silencio fue el mexicano Andrés López Manuel Obrador, junto a díscolos en busca de micrófonos, cámaras y emociones nuevas. (Cómo no recordar aquella interpelación del ex-rey de España Juan Carlos a Hugo Chávez: “¡Por qué no te callas!”, Santiago de Chile, 2007).
A pesar de los reparos de López Obrador y del argentino Aníbal Fernández a causa de la no-convocatoria al bloque bolivariano –sumados al planteamiento de Guatemala, Honduras, El Salvador, Bolivia y algunas islas del Caribe–, las ausencias y remilgos en una región dividida no fueron óbice para que la reciente Cumbre de las Américas de Los Ángeles se realizara contra huracanes, tormentas y posturas críticas a favor de regímenes autócratas y liberticidas.
Lo que no expresaron Fernández y López Obrador, es que los ‘bolivarianos’ no asistieron a la XXVI Cumbre Iberoamericana de Antigua en 2018, y tampoco participaron en la VIII Cumbre de las Américas en Lima (Maduro, Ortega, Díaz-Canel).
Si los gobernantes de regímenes sujetos a cuestionamientos legítimos, pretenden que los demás les respeten, primero tienen que respetar a sus propios pueblos, ponerse del lado de sus víctimas y no oprimirlas, antes de sentarse a pontificar acerca de una democracia que no practican y aplastan día a día. Es lo que se les olvidó a Fernández y López Obrador, en la defensa acomodaticia y torcida que efectuaron de estos sátrapas.
La democracia se defiende con valentía
Para construir democracia hay que tener autoridad moral, ser consecuente y demostrar gran valentía para defenderla hasta con la vida, si fuera el caso. Como la que han tenido los jóvenes cubanos de Patria y Vida. Lo opuesto es palabrería, ideología perversa, poesía rancia y cobardía. Esta admonición vale para todos, no solo para Fernández y sus amigos; también para nosotros los del sur: peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, venezolanos, brasileños, argentinos, uruguayos, paraguayos y chilenos.
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